O dicho de otra forma: ¿de qué tienes miedo? Es una pregunta recurrente en el Camino de Santiago, implícita en la pregunta sobre la razón de cada uno. ¿Por qué has decidido vivir 10 días, dos semanas, un mes con tan solo lo que puedes llevar en tu mochila? ¿Por qué quieres salir de la normalidad hasta el punto en que te quedas tan solo con lo realmente necesario? ¿De qué estás huyendo?
La magia de las relaciones rotas
Muchos peregrinos llevan consigo el peso de una relación que no duró. No sé si decir que la sensación de fracaso que conlleva una relación mal terminada te empuja al camino, o si el camino finalmente te permite reflexionar sobre el pasado de manera más pausada y más tranquila. Quizás exista un círculo virtuoso que ayuda a ser sincera contigo misma para empezar la sanación desde dentro. Compartir con extraños las historias de abandono, de traición, de sueños rotos genera un lazo de comprensión que en la vida cotidiana sería difícil de establecer. Confío en tí, confías en mi y ambos salimos fortalecidos a partir del reconocimiento de que nada es para siempre. Para nadie. La soledad en el sufrimiento está autoimpuesta y se desvanece rápidamente al compartir el camino.
El impulso de las insatisfacciones
La difusa insatisfacción con la vida en general es más difícil de detectar. Peregrinos que cambian sus comodidades por una caminata larga porque sienten que “eso no puede haber sido todo”. El raciocinio te dice que lo has hecho todo bien, que deberías estar satisfecho, que has cumplido con todo lo que se espera de un miembro exitoso de la sociedad. Y mientras tanto el alma se queja de que algo no cuadra. ¿Dónde está la tranquilidad y la serenidad que te prometieron al empezar la carrera? ¿Por qué la felicidad de comprar la casa se desvaneció al cabo de un año? Quizás un peregrinaje puede resolver esa incompatibilidad entre lo que tienes y lo que deberías sentir por ello.
Te persigues a ti mismo
Al final de cuentas quien te persigue eres tu mismo. No es la maldición de la expareja que te dejó de un día para el otro. No es la jefa malhumorada que convierte tu vida laboral en un infierno. Eres tú quién intenta evitar tomar una decisión, de seguir adelante. Eres tú quién (todavía) no consigue desearle lo mejor a la ex para deshacerse de la rabia y volver a concentrarte en tu propio bienestar. Eres tú quién no se atreve a buscar alternativas, dentro o fuera de tu actividad actual. Estás huyendo de ti mismo, a pesar de que lo mejor que te puede pasar sea que te encuentres.
Tu eres el protagonista de tu propia vida
No hace falta emprender el Camino de Santiago para que te des la bienvenida a tu propia vida, y sí los ingredientes que proporciona un peregrinaje: tiempo y soledad. Tiempo para reflexionar, para soñar, para dejar la mente vagar hasta que llegue a sus propias conclusiones. Soledad para que tengas que aguantarte hasta que estés en paz contigo mismo.
A fin de cuentas, conocerte y convivir contigo mismo es un ejercicio que durará toda la vida. Tu eres el protagonista. Tu decides hacia dónde se desarrolla la trama de tu existencia. Abrázate y disfruta el camino.