En la era digital prohibir no sirve de mucho. Habitualmente lo que se consigue es justo el efecto contrario al deseado ya que los usuarios se organizan para saltarse la prohibición. Es lo que está pasando con los conductores de Uber en España. Sin lugar a dudas dialogar para regular parece mejor opción que prohibir.
Tú me prohibes, yo me organizo
Ya lo dijo el presidente de la CNMC, José María Marín, durante una conferencia en Santander el pasado verano, cuando advirtió de que "las respuestas deben ser proporcionales al problema" y recalcó "prohibir es una herramienta excesivamente fácil" y que requiere "especial cuidado".
Como bien sabéis Uber (sin entrar en el debate de si es o no es consumo colaborativo) fue prohibido por un juez de Madrid a principios de diciembre. Ante las dificultades para operar cuando los medios de pago como 4B, Visa, Servired, Diners Club suspendieron las operaciones de ingreso o pago con tarjeta de uso con Uber, la empresa decidió suspender sus operaciones de manera temporal en España.
¿Qué ha ocurrido tras la suspensión de operaciones? Que en enero de 2015 los conductores de Uber no se rinden y siguen operando al margen de la aplicación.
Sin hacer mucho ruido, ya que eso los delataría ante el gremio de los taxis, y sin organizarse como empresa de transporte privado, se están dando a conocer enviando mensajes de texto a antiguos usuarios de Uber. "Si estás interesado, confírmame tu horario de desplazamiento diario, al objeto de confeccionar un planing. Puedes enviarme un SMS, WhatsApp o Telegram y me pondré en contacto contigo", dice el texto que remiten a sus posibles clientes.
Al no contar con una app específica que les notifique nuevos trayectos, su forma de organizarse es algo distinta. Trabajan más a partir de desplazamientos concretos ya fijados y periódicos. Uno de estos conductores cuenta al periódico Vozpópuli que ya tiene programados varios viajes entre semana de 9 a 11 de la mañana y de 16 a 19 de la tarde, si bien no se niega a trayectos puntuales, sobre todo los fines de semana.
Se comprometen a cumplir con la misma tasa de precios que aplicaba Uber. Al no disponer de un sistema oficial para calcular el consumo por cada trayecto, la cuenta se hará de forma manual calculando la distancia a través del navegador GPS y la duración por medio de un cronómetro. El método de pago también será algo engorroso: adiós a las tarjetas de crédito. Al no poder cobrar a los usuarios vía app ni disponer de datáfono, los pagos se realizarán en mano y al momento de finalizar el viaje.
Así que ¿qué se ha conseguido con la prohibición?
a) Pagos en mano (sin trazabilidad alguna)
c) Perdida completa de seguridad (fuera la que fuera antes) tanto para conductores como pasajeros.
Esto se merece el primer GIF animado de la história de este blog.
Comprender el fenómeno para regular mediante diálogo
Para que no quede duda alguna: que defienda que no hay que prohibir no implica que defienda la no regulación.
En todo caso para comprender algo es bueno analizar todos los puntos de vista. Para conocer los argumentos a favor de la no regulación os recomiendo este informe ( La economía colaborativa y la protección de los Consumidores: Un caso para el cambio de políticas) del Mercatus Center, conocido por su radical postura antirregulatoria. El estudio analizan como startups como Uber, Airbnb y Lyft han sido capaces de crecer fuera del régimen normativo establecido, dando un uso productivo al "capital muerto", incrementando la competencia y la especialización, y reduciendo los costes. El informe se olvida de aspectos, como la privacidad, la seguridad o las condiciones laborales, que la regulación podría ayudar a mantener bajo control.
Ya hace tiempo que defiendo la necesidad de estudios independientes acerca del impacto (económico, social, medioambiental, etc.) de esta nueva manera de hacer las cosas. En el Reino Unido hace poco han publicado uno muy interesante: "Unlocking the sharing economy independent review" que concluye que para aprovechar el potencial:
- El gobierno debe aprovechar las oportunidades que ofrece la economía colaborativa, tanto para hacer sus propias operaciones más eficientes como para hacer un mejor uso de los recursos públicos.
- Las regulaciones deben ser examinadas para asegurarse de que todavía son adecuadas a los objetivos y satisfacen las expectativas de la gente - especialmente para el alojamiento y plataformas que ofrecen trabajo online.
- Se debe apoyar la creación de empresas de la economía colaborativa - fomentando la experimentación y la innovación - para luego poder compartir aquello que funcione.
- La economía colaborativa necesita unirse - tener una sola voz en lo que respecta a las preocupaciones comunes, y para establecer puntos de referencia y estándares de calidad de servicio con el fin de que los consumidores sepan lo que pueden esperar cuando utilizan estos servicios.
España: pasos en la buena dirección
La verdad es que por suerte empezamos a poder hablar de algunos buenos ejemplos en España como:
Con un poco de suerte pronto podremos hablar de acuerdos entre empresas de la economía colaborativa y las administraciones públicas sin tener que irnos a Holanda ( tasas de Airbnb en Ámsterdam) ni a Estados Unidos ( California y la regulación de Uber, Lyft, etc.).
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