Revista Deportes

De tragedias y jornadas intensivas

Por Antoniodiaz

De tragedias y jornadas intensivas

Juan Pelegrín, Manón


Mientras unos se matan por los derechos de imagen, amenazando incluso con pegar el petardo y no acudir a las Fallas, y otros opositan a sheriff de las Ventas, en un concurso que parece un capítulo de  
Se ha escrito un crimen, con el vivaracho Entero desapareciendo misteriosamente de la noche a la mañana, Abella de criado taciturno, que pinta a asesino y Zabala enredando de aquí pa'llá, más contento que un ocho con el taurinicidio, en el papel estelar de la investigadora/pensionista Jessica Fletcher,
un torerazo como Robleño ha retado allá por el mes de julio
en Cèret a seis de José Escolar.
A bombo y platillo se ha anunciado como una gesta. Ppffff. Otra. Como si este reto a los límites del hombre fuera otro buñuelo de esa chatarra de máquina, que se asemeja a una churrera de feria, y que fabrica gestas como churros para el engorde de las figuras. Gesta, según nuestra maltratada lengua, es un conjunto de hechos memorables. ¿Como va a ser memorable matar seis cuvillos, de los doscientos y pico que salen cada año de ese mercadona de toretes hacendados que es el Grullo? ¿Y que me dicen de matar juan pedros o derivados, cuando suponen las tres cuartas partes del ganado que se lidia en la piel de toro cada tarde? Que sí, que sí, que es una falta de respeto hablar así del que se pone delante, que todos los toros hieren, que baje y lo haga yo, que a Manolete lo mató un toro dos veces afeitado, en fin, que lo sé: no llevo razón. En realidad estamos ante un problema menor, una cuestión nominativa: eso que han hecho -y que tendrá su innegable mérito- Talavante, Luque, Morante, Perera, José Tomás, Castella y demás priores del jédiez, tendrian que cotizarlo como jornada intensiva. Gesta nunca mais.
Robleño en Cèret se encierra con una tragedia. Aquel temor, recelo, rescoldo, aprensión, cuidao, sospecha, desconfianza, cerote, medrana, pánico, cangui, canguelo, julepe, jindama, pavor, mieditis, espanto, terror, susto, horror y repollo que aprendiera durante toda una vida el sablista de Juncal, lo va a tener que sufrir Robleño en un par de horas. El miedo. La gasolina que achicharra a los artistas, y prende de autenticidad el toreo. Lo que nadie quiere pasar. Meterte en la placita de Cèret, a lidiar, poder y matar seis galanes de Escolar delante de una de las aficiones más doctas y exigentes es el mayor castigo que se le pueda infringir a los sistemas nervioso y cardiovascular de una persona, por muy torero que sea. Y no sólo tendrá que salir vivo, habrá quien le reclame -inas, también demandantes de arte y otros que piensen que seis son muchos pollos para tan poco arroz. Y podrán tener sus motivos para pensar así, pero estarán perdiendo el tiempo en minucias, pues quien sabe si lo que estarán viendo sus ojos lo van a volver a ver.
Así, que aficionados, a tomar nota, y currantes de la jornada intensiva, pro-derechos televisivos, a cavilar, que ahí va un tío a comerse el mundo.Y que tenga que ser lo que sea, pero que la valía de la venidera tarde no caiga pronto en el olvido:  el 15 de julio todos estaremos en deuda con Fernando Robleño.


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