El amor es un absoluto, un universal humano como la felicidad o la verdad. Existe y no existe. Existe en tanto en cuanto experiencia individual y no existe en tanto que no es algo externo o reglamentado desde alguna lejana instancia. No existe un manual de instrucciones para el amor lo que es lo mismo que decir que cada cual ha de inventarse el suyo a fin de dotar de sentido su experiencia individual y hacerlo además a ciegas.
Aunque el amor no es del todo ciego -tal y como nos lo pintan a través de ciertos iconos de arqueros con ojos vendados- pues todo amor remite a un amor primordial, al que mantuvimos en nuestra primera infancia con nuestra madre o primer objeto de dependencia. Ahí se enrosca y desde ahí se despliega el amor adulto. Es por eso que existen amores y males de amores y es por eso que existen personas enamoradas del amor que nunca han amado ni amarán a nadie pues el amor puede operar como mito, y como ideología además de como sentimiento.
Una vez convertido en un universal el amor se comporta como un ídolo y apresa a un gran número de fieles que eligen la idolatría al amor de carne y hueso que naturalmente se tiene y mantiene con las personas y no con ideales.
Es por eso que el amor universal (amor a todo el género humano) no es más que una falacia espiritualista. El amor universal es la forma de huida que tienen algunas personas que son incapaces de tolerar y mantener o retener a una pareja.
Amor y apego.-
John Bowlby fue un psicólogo inglés con formación psicoanalítica que contribuyó a reformular la “fase oral” y narcisista freudiana a través de su teoria del apego. La idea es que los niños al nacer se vinculan a su madre o cuidadores por necesidad (miedo) y establecen con ella un vínculo, que no es sólo alimentario como creía Freud, sino tranquilizador, contenedor, estimulador y modulador de las primeras emociones. Dependiendo del estilo de ese vinculo el niño desarrollará lo que se conoce como “base segura” o “confianza básica” que dejará un resto de por vida de optimismo y de que a pesar de las contrariedades “las cosas se arreglarán”. Por contra si aparecen enlaces patológicos en ese vínculo a la larga provocarán diferentes estilos de malestar.
Asi describió 4 tipos de apego:
Apego seguro.-
Es un tipo de relación con la figura de apego que se caracteriza porque en la situación experimental los niños lloraban poco y se mostraban contentos cuando exploraban en presencia de la madre. Inmediatamente después de entrar en la sala de juego, estos niños usaban a su madre como una base a partir de la que comenzaban a explorar. Cuando la madre salía de la habitación, su conducta exploratoria disminuía y se mostraban claramente afectados. Su regreso les alegraba claramente y se acercaban a ella buscando el contacto físico durante unos instantes para luego continuar su conducta exploratoria. Al mismo tiempo en observaciones naturalistas llevadas a cabo en el hogar de estas familias se encontró que las madres se habían comportado en la casa como muy sensibles y responsivas a las llamadas del bebé, mostrándose disponibles cuando sus hijos las necesitaban.
El apego ansioso.-
Se da cuando el cuidador está física y emocionalmente disponible sólo en ciertas ocasiones, lo que hace al individuo más propenso a la ansiedad de separación y al temor de explorar el mundo. No tienen expectativas de confianza respecto al acceso y respuesta de sus cuidadores, debido a la inconsistencia en las habilidades emocionales. Es evidente un fuerte deseo de intimidad, pero a la vez una sensación de inseguridad respecto a los demás. Puede ser de dos tipos:
Apego inseguro-evitativo:
Es un tipo de relación con la figura de apego que se caracteriza porque los niños se mostraban bastante independientes en la Situación del Extraño. Desde el primer momento comenzaban a explorar e inspeccionar los juguetes, aunque sin utilizar a su madre como base segura, ya que no la miraban para comprobar su presencia, por el contrario la ignoraban. Cuando la madre abandonaba la habitación no parecían verse afectados y tampoco buscaban acercarse y contactar físicamente con ella a su regreso. Incluso si su madre buscaba el contacto, ellos rechazaban el acercamiento. Su desapego era semejante al mostrado por los niños que habían experimentado separaciones dolorosas. En la observación en el hogar las madres de estos niños se habían mostrado relativamente insensibles a las peticiones del niño y/o rechazantes. Los niños se mostraban inseguros, y en algunos casos muy preocupados por la proximidad de la madre, lloraban incluso en sus brazos.
La interpretación global de Ainsworth en este caso era que cuando estos niños entraban en la Situación del Extraño comprendían que no podían contar con el apoyo de su madre y reaccionaban de forma defensiva, adoptando una postura de indiferencia. Como habían sufrido muchos rechazos en el pasado, intentaban negar la necesidad que tenían de su madre para evitar frustraciones. Así, cuando la madre regresaba a la habitación, ellos renunciaban a mirarla, negando cualquier tipo de sentimientos hacia ella
Apego inseguro-ambivalente:
Estos niños se mostraban muy preocupados por el paradero de sus madres y apenas exploraban en la Situación del Extraño. La pasaban mal cuando ésta salía de la habitación, y ante su regreso se mostraban ambivalentes. Estos niños vacilaban entre la irritación, la resistencia al contacto, el acercamiento y las conductas de mantenimiento de contacto. En el hogar, las madres de estos niños habían procedido de forma inconsistente, se habían mostrado sensibles y cálidas en algunas ocasiones y frías e insensibles en otras. Estas pautas de comportamiento habían llevado al niño a la inseguridad sobre la disponibilidad de su madre cuando la necesitasen
Además de los datos de Ainsworth, diversos estudios realizados en distintas culturas han encontrado relación entre el apego inseguro-ambivalente y la escasa disponibilidad de la madre. Frente a las madres de los niños de apego seguro que se muestran disponibles y responsivas, y las de apego inseguro-evitativo que se muestran rechazantes, el rasgo que mejor define a estas madres es el no estar siempre disponibles para atender las llamadas del niño. Son poco sensibles y atienden menos al niño, iniciando menos interacciones.
De manera que estos tres estilos de maternaje descritos: disponibles, rechazantes y no- siempre-disponibles suponen tres configuraciones en la crianza que determinarán en buen grado (aunque de una forma no lineal) los afectos a largo plazo del niño que adoptará un vinculo confiado, desconfiado o evitativo segun haya aprendido en su infancia. Lo cual es lo mismo que decir que en el amor no se puede ir más lejos de lo que fue nuestra primera experiencia de dependencia.
Amor y narcisismo.-
Otro constructo teórico de indudable interés es el constructo freudiano de narcisismo, sobre el que no voy a extenderme sino para señalar que el infante ha de conseguir separarse de la madre, al tiempo que construye un Yo propio separado de ella y admite la existencia de un Yo separado de la madre, naturalmente la madre repetirá en el parto y la crianza de su hijo la misma secuencia que siguió en su infancia. El narcisismo seria una constelación que hablaría de este enmarañamiento y sus posteriores salidas que siempre dejan rastros en los adultos: la auto-importancia en el caso más común de un exceso de narcisismo o la sensación de escasa importancia, un defecto que hoy conocemos como defectos en la autoestima, pues efectivamente el narcisismo está relacionado con la autoimagen y la autoestima, es decir el montante de amor inmovilizado y destinado a querernos a nosotros mismos y a poner nuestras necesidades por encima de las de los demás. Naturalmente el equilibrio entre realidad, autosatisfacción y principio de realidad es un equilibrio complicado.
Salir de la posición narcisista (Narciso en el mito) supone en definitiva el reconocimiento del otro y de sus necesidades. El amor de un adulto siempre recorrerá esta misma autovía y de alguna manera reproducirá los vericuetos con los que resolvió su narcisismo primario (separación de la madre) y su narcisismo secundario (interés por otro objetos).
Esta es la razón por la que el amor puede operar no como dación de un bien que se regala sino también como un tributo que se exige a los demás. El amor es seguramente la emoción que más patologías convoca en nosotros los humanos, pues sus déficits o toxicidades nos acompañarán toda la vida y de su vecindad con otras emociones peor vistas como el odio o los celos no voy a hablar sino para volver a señalar su vecindad. El amor y el odio representan el haz y el envés de un anhelo y su decepción.
La principal patología de amor tiene pues un origen narcisista: es la madre que no puede separarse de su hijo. No me refiero a las madres hiper-protectoras sino a algo más profundo que M. Mahler describió con el nombre de vínculo simbiótico. La madre siente a su hijo como una prolongación de sí misma y trata a su hijo como un apéndice de su propia corporalidad. Mahler describió este tipo de vínculos en personas que presentaban cuadros psicoticos atipicos que no podían encuadrarse en las psicosis conocidas. Los pacientes “simbiotizados” carecían de individualidad o iniciativa, y aparecían como psicóticos crónicos sin serlo.
No cabe ninguna duda de que la simbiosis es una patología del amor y que se trata de una patología narcisista aunque el termino narcisismo impregna a todos y cada uno de los fenómenos mentales y emocionales y por supuesto el amor no puede quedar fuera de este influjo.