Bulevar parisino en una obra de Pissarro. La anchura de las nuevas calles dificultaba formar barricadas y abría el paso a las fuerzas del orden público.
Problema: no tenemos el 100%. Una vez que la prensa saca una noticia de otra, se empiezan a conocer detalles. Hay un video. Fiscal y juez vieron el video. Hay testigos, los testigos corroboran la versión de los acusados en que fue sexo grupal consentido. Parece que nos acercamos al 100%, pues el 100% original era relativo.Si nos hubiéramos quedado en el día uno de la polémica (¿por qué cualquier decisión judicial es polémica?), esos fulanos estarían en prisión. Y creo que yo estaría de acuerdo. Tengo prejuicios contra los grupos de canis que practican sexo con borrachas disolutas que después encuentra la policía llorando. Pero video y testigos aportan más datos. Es curioso cómo entre los indignados se insistía en que "habían grabado su fechoría", como si eso fuera peor aún. Vete a saber si aparte de grabarlo como trofeo, también lo grabaron por lo que pudiera pasar: ya se sabe que en estos casos, el hombre o grupo de hombres está discriminado frente a la mujer.
Susanna al rescate.
Además, se trata de canis (desconozco si los canis son solo de Sevilla o también se extienden a Málaga, no estoy puesto en tribus). Canis que viven en barriadas, que salen a la calle sin camiseta, que se tatúan demasiado, que menudean con droga y de quienes nadie espera ningún premio Nobel. Vamos, que se trata de gente que nos importa una mierda, cosa que evidentemente Susanna Griso no puede decir en antena, pero creedme, a Susanna también le importan una mierda. Y uso a Susanna como metáfora, que tampoco me parece la presentadora más estercolera del país, pese a tener a Albert Castillón al lado.Albert Castillón diciendo alguna gilipollez.
Gran parte de la relatividad del 100% viene porque no queremos reconocer que la chica puede consentir sexo en grupo después de haberse tomado unas copas. Nos resulta extraña esa idea. Las amas de casa que ven estos programas donde enseñan las cosas de nuestro lumpen son incapaces de pensar que una chica pueda consentir tales cosas. Se produce aquí cierta paradoja: por un lado, niñas de 20 años reciben el continuo mensaje de que son adultas para hacer con sus cuerpos lo que quieran, para disfrutar de su juventud y para tener relaciones desinhibidas. Por otro lado está el arrepentimiento. El "qué he hecho" después de que les baje el subidón. Sobre todo con un video de por medio. Vídeo, por cierto, en el que se la ve mirando a la cámara y pasándoselo bien. Es decir, es como si por un lado fueran empujadas a comportarse de cierta manera pero ipso facto a impedir que se sepa lo que han hecho. Es como si la educación recibida se balanceara entre esos dos extremos irreconciliables. De esta misma cesta saco el pescado que me dice que esos chavales que practicaron sexo en grupo con la muchacha no aceptarían que su hija hiciera lo mismo. Y no hace falta limitarse al lumpen para descubrir comportamientos similares.Es importante notar lo del lumpen y el proceso de invención de noticias. Una ventana abierta a gente que nos importa una mierda sirve a esa tercera parte de la población que vive en la miseria para hacerle pensar que su vida no es tan horrible. Es como si Susanna señalara a señoras que sobreviven con pensiones de 300 pavos gente que está peor que ellas. "Miren, ustedes lo pasan fatal, pero después del anuncio de Cofidis les vamos a enseñar gente que da más asco que usted, así que usted pensará que tampoco lo pasa tan mal".
¡Dinero para droga! ¡Fenomenal!
Pongo el ejemplo de los gitanos. Siempre que se habla de gitanos hay que decir que "hay gitanos buenos", no vaya a ser que venga la policía del pensamiento a denunciarte por crimen mental. Defender una tautología —hay abogados buenos, hay pelirrojos buenos— como compensación antidiscriminación es una de las cosas más estúpidas con las que tenemos que bregar. Bueno, al lío: cuando Susanna, como Félix Rodríguez de la Fuente, nos enseña a gitanos poniendo a un cámara en un jeep y recorriendo el safari, nos enseña lo mal que viven pero al mismo tiempo lo graciosos que son, con su flamenquito, sus guitarritas, su hip hop y sus mierdas. Programas como "Callejeros Viajeros en el Barrio de las 3.000" o "La Palmilla Directo". En estos documentales de naturaleza suele haber un reportero si la cosa está muy fea, pero normalmente ponen a una reportera con aires pijos para que el espectador compruebe el contraste y comparta sus emociones. "¿Y hacéis la comida ahí? ¿No es peligroso?", dice la pija con cara de desagrado ante una anciana sin escolarizar. Y la señora primordial en el salón de su casa se lleva la mano a la mejilla: "oy, oy, oy". (Una reciente variante de este tipo de documentales zoológicos consiste en llevar a una reportera pija a una prisión).Ven que viven entre basura, pero el programa no explica por qué viven entre basura. El programa nos da una apariencia del 100%: droga, chabolas, flamenquito; pero la otra historia no nos la cuenta. No hablan de los subsidios ni de las viviendas sociales. No hablan de un sistema que debería funcionar para hacer desaparecer esos focos de tercer mundo en lugar de enquistarlos (es más, a veces se trata de evitar que desaparezcan porque son "cultura"). Si un programa trata de las causas de esa miseria, no lo verá la señora primordial en el salón de su casa, lo verán gafapastas de pastel como una curiosidad intelectual más. Es decir, no puedes enseñar dos cosas que son el 100% de la historia. O maricón o sordomudo, pero no me cuentes las dos movidas.
Barrio abandonado en Hong Kong.
Volviendo al tema del gang bang malaguita, hace un poco de gracia ver a los absueltos diciendo que estuvieron a punto de ver arruinadas sus vidas. El periodista recoge esa declaración con un micrófono y asiente, mientras piensa que le pagan poco. Y en plató un "trabajador social" (¿qué será eso?) le explica cosas de cuñados a Susanna mientras Susanna piensa en llamar a la canguro para que no se olvide de llevar a las crías a clase de piano. A su lado, Albert Castillón mira la escaleta y segrega saliva: en veinte segundos le toca hablar de un loco que ha descuartizado a una ancianita que vivía sola, una neurona en su cerebro grita "¡target!".Pero nadie en ningún momento dirá que esos chicos ya tenían la vida arruinada antes del caso de la falsa denuncia. Y mucho menos nadie dirá que nos importa una puta mierda, con perdón. Si por algo se distingue el lumpen no es por su miseria —constatemos que la economía informal es un medio de vida que unida a la limosna pública da para un sueldo con el que alguien sin iniciativa no querrá mejorar su circunstancia personal—, tampoco por su violencia —yo defiendo que la pobreza no genera violencia—, ni mucho menos por sus "problemas de integración" —es más, tú vas a su barrio, y eres tú el que no puede integrarse—. Ya sabéis: estas chorradas que escuchamos a expertos que no sacaron buenas notas en Selectividad y se conformaron con carreras mierder como Trabajo Social, Relaciones Laborales o Sociología. No. Si por algo se distingue el lumpen es por su nula capacidad de organización. Es la gente que tienes estabulada en guetos y a quienes les pones una parada de bus y creen haber conseguido una gran cosa. Es gente que nunca se dará cuenta de que son considerados mero exceso demográfico. Gente que al tener su gueto ven colmadas sus aspiraciones tribales de territorialidad mientras dejan el resto de la ciudad libre para la gente normal. Peones, piezas. Y no veremos su extinción mediante la mejora de sus condiciones de vida y el acceso a mejores oportunidades vitales, mientras del caso se sigan ocupando periodistas sin escrúpulos y trabajadores sociales que viven del cuento de decirnos que "la sociedad es la culpable".
Lo de echar la culpa de algo a la sociedad es un viejo conocido que ayuda a generar opiniones tan facilonas como desinformadas. Es la excusa ideal de quienes viven de impedir resolver problemas aparentando que los resuelven. Pero este, amigos, es un tema que por sí solo abarca más del espacio disponible por hoy. Yo, como Susanna Griso, no quiero liaros con varios cienes por ciento, que os perdéis.