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Virginia Woolf era una mujer moderna, aunque nació en 1882 y murió en 1941. ¿A que me refiero con que era una mujer moderna? A que veía su rol de escritora, más allá del género al que pertenecía, aunque aceptaba (y reflexionaba sobre) las limitaciones de las que se veía rodeada, precisamente por haber nacido bajo el género femenino.
¿Qué necesitaban (y necesitan) las mujeres para escribir? es la pregunta que se hace la autora inglesa en este libro que rescata una conferencia que dio sobre la mujer, las novelas y la literatura. Evidentemente Woolf habla desde su tiempo, pero es interesante observar que sus reflexiones podrían aplicarse al nuestro. Y es verdad, tal como ella dice que, para escribir necesitas comodidad, libertad y dinero, seas del género que seas, además de las ganas, claro: “Las circunstancias materiales suelen estar en contra. Los perros ladran, la gente interrumpe, hay que ganar dinero, la salud falla. La notoria indiferencia del mundo acentúa además estas dificultades… El mundo no le pide a la gente que escriba poemas, novelas, ni libros de historia, no los necesita…” escribió la autora inglesa.
La libertad intelectual depende de tus condiciones de vida, y aunque no estamos a principios del mil novecientos, como Woolf, quien escribe desde su época repito, particularmente creo que, por un sinnúmero de circunstancias sociales, aun ahora, esas condiciones de vida se hacen mucho más difíciles y pesadas si eres del sexo femenino.
Es por ello que me llamo la atención, uno de los aspectos más importantes que menciona Virginia Woolf en su libro Una habitación propia, el hecho de que es absurda la competencia o distinción que se hace entre los géneros (en nuestra época es muy notable, donde parece haberse agudizado una forma de “lucha” entre hombres y mujeres): “Es funesto ser un hombre o mujer a secas, uno debe ser una mujer “con algo de hombre” u “hombre con algo de mujer”… Si sé es hombre, la parte femenina del cerebro no deja de obrar y la mujer también tiene contacto con el hombre que hay en ella. Quizás Coleridge se refería a esto cuando dijo que las grandes mentes son andróginas” escribe.
De Una habitación propia el párrafo que más me gusta y que creo descubre la naturaleza de la conferencia entera y su relevancia, es el siguiente: “Es notable el cambio de humor que unos ingresos fijos traen consigo. Ninguna fuerza en el mundo puede quitarme mis quinientas libras. Tengo asegurados para siempre la comida, el cobija y el vestir. Por tanto no solo cesan el esforzarse y el luchar, sino también el odio y la amargura. No necesito odiar a ningún hombre, no puede herirme. No necesito halagar a ningún hombre, no tiene nada que darme”