Éramos pocos y parió la abuela. Ahora, el excéntrico magnate de Virgin ha ideado una aplicación para ligar en los aviones. La solución definitiva. Sí había escuchado que en Praga se pretendía llevar a cabo una iniciativa similar. A saber: reservar un espacio exclusivo para que los solteros interactuaran pero lo del avión se le antoja abusivo. Ni un ratico de paz, oigan. El viejo truco de invitar a una copa y a ver si suena la flauta, remozado. Pero en los tiempos del WhatsApp donde es más fácil escribir que hablar, la invitación, atención, se hace mediante una app.
Pónganse en situación. Usted va a coger un vuelo y ve a una rubia aparente. Ya le ha echado el ojo en la cola de facturación. Sus miradas se han tropezado en la cafetería un par de veces y han coincidido en alguna tienda del aeropuerto. La tiene localizada. Viaja sola, como usted. Es interesante. Una mujer de mundo. Pero el azar ha querido sentarla a la otra punta del avión. Y el vuelo se antoja muy largo. Pues bien. Usted puede descargarse esta app –sólo en ciertos vuelos de determinada aerolínea de EEUU- localizar al pibón en el plano de asientos del avión y, previo pago, invitarla a una copa. Incluso puede añadir un mensaje privado, opcional. El estoque final. Alcohol y SMS en un avión debería ser, como mínimo, inconstitucional ante la imposibilidad de escapar de la tentación.
Pues qué quieren que les diga. Que ya está todo inventado. Desconoce si aún se continuará haciendo pero recuerda cenas épicas de amigas grabadas a fuego que acababan en Maruja Limón. Con aquello de la pegatina con el número, la urna, el micrófono y los mensajes del amor. El texting del Pleistoceno. Cualquier excusa es buena para romper el hielo. Y volar hacia el amor.