Comienza el mes de junio y quiero confesar algo: a principios de mayo volví a la medicación psiquiátrica. Desde más o menos el principio he ido contando mis andanzas con la medicación, los síntomas, diagnósticos e ingresos relacionados con mis problemas de salud mental.
Al convertirme en madre no me dieron ningún tipo de armadura que me proteja de enfermedades de todo tipo y una salud mental de adamantio. Se cree que es así porque las mujeres en general y las madres en particular aguantamos carros y carretas gracias a haber crecido en el patriarcado. Que te puedes creer que no existe, pero si no es eso, algo hay que provoca todas estas diferencias.
Las madres no somos seres con superpoderes y tener un hijo me tocó a tantos niveles que mi salud se resintió. Yo ya venía con mis taras de casa, no voy a culpar a Loki de haber creado problemas… pero sí que pienso que las hormonas, la vivencia del parto y todo el tema social que idea a la maternidad hizo que se despertara una bestia que estaba dormida dentro de mí: el TLP.
Primero lo llamaron depresión.
Cuando Loki cumplió el primer año algo hizo clic y decidí que lo que me pasaba no era normal y necesitaba ayuda. De ésa consulta salí 15 minutos después con un diagnóstico de depresión postparto y una receta de antidepresivos, seguimiento en un mes y poco más. Y si fueron más de 10 minutos se debió a que estaba dando el pecho a Loki y pedí que la medicación fuera compatible con la lactancia porque no quería dajarla. Ese fue el inicio de mi proceso de medicación psiquiátrica.
Pasé tres meses viendo a la psiquiatra 10/15 minutos, subiendo la medicación y sin ningún tratamiento más. Entonces pedí que me derivara a psicología para hacer terapia. En ese momento busqué un lugar donde ir a terapia y hacer seguimiento con un psiquiatra, porque aquella que tenía, por muy buena que fuera, no encajaba conmigo.
Entonces encontré trabajo pero mi trastorno ansioso depresivo se agravó a un nivel en el que acabé en urgencias por deshidratación y finalmente, de baja. Meses después llegaría mi primer ingreso y una nueva etiqueta.
¿Trastorno límite de la personalidad?
Con el nuevo diagnóstico, que en realidad no es que quite al anterior, sino que acontecen ambos a la vez, hubo cambio de medicación y también un aumento importante de la cantidad de pastillas que tenía pautadas.
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Pareció que todo iba sobre ruedas. Hasta que no. Empecé 2019 con un ingreso por lo público en el que lo pasé tan mal que pedí el alta voluntaria pero a la semana estaba ingresada por lo privado. Salí mes y pico después con otra medicación pautada, intenciones de no volver a las autolesiones y queriendo dejar toda la experiencia de los ingresos atrás para no volver a repetir jamás.
En 2019 os contaba que llevaba 2 años seguidos con medicación psiquiátrica y la forma en que me sentía al respecto. Poco después decidí dejar por completo la medicación. Hice la burrada de dejar de tomarla unilateralmente, pero me dio un efecto rebote que físicamente fue horrible, así que lo hablé con mi médico y la fuimos eliminando poco a poco.
A principios de 2020 ya no tomaba nada y luego la vida nos regaló una pandemia mundial en la que continué con la terapia como pudimos vía telefónica y en cuando pude salir de casa y ver a mi psiquiatra volví a los ansiolíticos porque lo pasaba bastante mal.
He ido regulando en general la ansiedad provocada sobre todo por el COVID con los ansiolíticos a un nivel bajo (comparado con otras veces que los he tomado) y he avanzado mucho con la terapia. También sigo a día de hoy sin haberme autolesionado, desde Marzo de 2019…
En Octubre de 2020 hice un repaso similar a este y contaba que la medicación no iba a curar mi trastorno límite de la personalidad así que por eso había decidido dejar de tomarla.
Donde dije digo… medicación psiquiátrica.
A finales de marzo y sobre todo en abril empecé a darme cuenta de que estaba metiéndome hacia dentro de nuevo. Mis ideas eran cada vez más pesimistas, empezaba a sentir de nuevo mucha culpa y pensar constantemente en la carga que supongo para mis seres queridos.
Lo «bueno» de haber iniciado esta aventura en 2017 es que a estas alturas de la película reconozco mis propios patrones. Sabía perfectamente a dónde iba a parar todo esto. Lo he vivido varias veces y en las peores acabó todo en ingreso por tentativa de suicidio. Así que hablé con mi terapeuta y mi psiquiatra.
Evidentemente mi psiquiatra sabe que estaba activamente en contra de la medicación. Le aseguré mi adherencia a la pauta que me diera y me recetó nuevas pastillas. De nuevo cada día meto en mi cuerpo un conocido cóctel. Ansiolíticos, medicación para el insomnio, antipsicóticos y antidepresivos. Comparado con la foto de antes en realidad son muchas menos pastillas, aunque los mismos tipos.
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Me siento un poco culpable por tener que medicarme. Me siento débil, insuficiente, tramposa. Siento que tendría que poder salir adelante por mi misma. Pero me conozco y esa cabezonería me ha llevado lejos de Loki en varias ocasiones. A día de hoy no me perdono haber pasado esas temporadas lejos de él siendo tan pequeño. Duele mucho porque cualquier decisión parece incorrecta.
Decía Albert Einstein que:
“Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo.”
Así que he decidido que voy a darle una oportunidad a la medicación ahora que me encuentro personalmente en un estado mucho más receptivo y siento que la terapia está funcionando. He logrado avances importantes y confío plenamente en mi terapeuta.
Con solo un mes de medicación es difícil ver mejoría o algún efecto, suelen tardar semanas. Me siento mucho más activa y he cambiado leer y escribir por hacer limpieza de casa, ordenar y limpiar. Mal no me venía. También tengo un insomnio importante. Nunca llueve a gusto de todos.
Y como decía en el podcast del otro día sé que hay personas que me siguen y no están a favor de tomar medicación. Yo respeto esa opción y hasta hace poco estaba convencida de mi elección pero ahora he tomado esta otra decisión. Como al final la que sufre soy yo, pues mi vida, mi elección.
Así que este post es simplemente para ponerte al día. Vuelvo a tomar medicación psiquiátrica. Confío en que esta vez me ayude a evitar males mayores y sentirme mejor. Crucemos los dedos.