Revista Música
Espíritu indie, black metal, post rock… son algunas de las coordenadas estilísticas a las que nos podemos acoger para tratar de describir la música de Deafheaven. Yo prefiero decir que “Sunbather” es un disco brillante, melancólico, por momentos majestuoso y de una intensidad que abruma de principio a fin. También es un disco de una belleza que sorprende, tratándose al fin y al cabo de un disco de metal extremo. En él, por encima de la combinación de estilos (partiendo quizás de la base del black metal), podemos encontrar un sonido quizá influenciado por Mogwai, pasajes con la clarividencia de Neurosis o la profundidad y saber hacer de Opeth, crescendos con la majestuosidad de Emperor, riffs a un tiempo sensibles y poderosos dignos de los mejores Smashing Pumpkins y hasta el espíritu e incluso el sonido de maravillosas bandas indies como Galaxie 500 (gracias totales e infinitas a Johnny Woody-Jagger por esa impagable recomendación, por cierto). También muros de distorsión que desembocan en preciosos pasajes acústicos, transiciones milimétricas, silencios, ambient, efectos, experimentación, solos épicos y trascendentes, la voz gutural como un instrumento más al servicio de la canción, estructuras cambiantes y complejas que sorprenden y siempre agradan, continuos cambios de ritmo, un trabajo a la batería para enmarcar, canciones enormes (en duración y composición) que valen por si solas todo un disco (“Dream House”, “Sunbather”, “Vertigo”, “The Pecan Tree”) y canciones también enormes pero más cortas que sirven de perfecto puente entre una y otra (“Irresistible”, “Please Remember”, “Windows”). Sobre todo, un disco que se escucha sin esfuerzo como una unidad asentada sobre la belleza de sus melodías y el tono melancólico y positivo (nada que ver con la maldad pura y la memez satánica de bandas musicalmente rescatables como Darkthrone, Mayhem o Burzum) que lo impregna de principio a fin. Una gozada. Una delicia.Recuerdo que durante las primeras escuchas del disco tenía la sensación de estar escuchando a una banda indie de pop de guitarras y melodías a la que de pronto le hubiera dado por hacer un disco de metal extremo. Aun sigo sin poder quitarme de encima esa sensación… Pero no nos engañemos, estamos hablando de metal extremo, de voces guturales al más puro estilo black metal, de distorsión al máximo, de baterías frenéticas, de crescendos interminables… si no estás acostumbrado a estos sonidos, es difícil que encuentres la belleza por ningún sitio, por lo menos de entrada… después, quizás, quién sabe… Os dejo con las dos canciones iniciales del disco unidas como una sola: “Dream House” / “Irresistible”. ¿Quién se atreve a pulsar play?