Revista América Latina
Escribe: Guillermo Peña H.Carmela Apolaya. Completamente perdida y sin rumbo fijo en el laberinto de su propia palabra. Insegura. Timorata. Con titubeos al hablar, no gesticuló bien su verbo. Incoherente en su discurso. Salteando temas acordados previamente al debate; nunca los concretó. Propuso obras discordes con la realidad local, sin ninguna base o descripción de sus procedimientos. Intentó ofrecer un manifiesto populista, pero fracasó en el intento: los defectos en su lenguaje y verborrea antes mencionados no le permiten darse ese lujo. Y ese mal desempeño en la oratoria es consecuente desde que empezaron a realizarse debates en distintos medios de comunicación. María Montoya. Fue el tiro al blanco de sus rivales políticos ahí presentes. Mantenerse en el poder, en gestión, la ayuda a proponer y sostener sus propuestas con cierta seguridad, con explicaciones técnicas y medianamente fundamentadas. Fue una ventaja para ella no ser la primera en tomar la palabra y responder a los cuestionamientos del debate público, pues sus asesores (entre ellos su inseparable Jaime Cubillas) estaban alertas a las respuestas y réplicas de las contendoras, y les dan las respuestas de las mismas (es evidente que la candidata estuvo leyendo, y lo hizo muy mal. Parece no estar acostumbrada a la lectura de sus resoluciones ni de las cosas que firma). Sin embargo, sus obras sin calidad, sus exabruptos y errores cometidos contradicen sus promesas y su famoso slogan de campaña reeleccionista: “Las obras deben de continuar”. Rufina Lévano. Su larga experiencia en la labor edil le dio esa seguridad que demuestra en público, sobretodo su otrora labor edil a nivel provincial la cual le permite refutar las propuestas de una de sus antagonistas, María Montoya, a quien parece haber marcado especialmente en esta controversia; no obstante, solamente se concentró en ella y en manifestar, en reiteradas ocasiones, que luchará contra la corrupción y la inmoralidad de las anteriores gestiones, como si esa fuera la única consigna en su plan de gobierno, como si no hubieran otros puntos más relevantes que atender. Y no es que la corrupción no merezca la atención debida, sino que, si no se trabaja correctamente y no se deja de mirar al de al lado, jamás se avanzará. Rufina no es una buena oradora. Sigue confiando demasiado en su pasado edilicio. No se da cuenta que los tiempos cambian. Aun así, y lo repito, su carácter siempre la refuerza y simula esos defectos demasiado evidentes.Zulma Matumay. Parece haber memorizado su discurso y propuestas. Obviamente utiliza su función de alcaldesa de Nuevo Imperial para avalar sus promesas de campaña y plan de gobierno, pero le falta más convicción. No resalta como oradora, tampoco como figura política. Es inexistente. No trasciende. Debió explotar su juventud y su calidad de nuevo rostro en estas contiendas a nivel de provincia y entre las cuatro candidatas presentes, pero prefirió ser convencional. No controló su tiempo. Evidenció su no preparación para los enfrentamientos públicos. Las controversias son muy importantes para que el elector sepa analizar propiamente. Pero este debate fue un completo desorden. Y no desmerezco la intención del mismo. En cuanto a las protagonistas, ninguna de las cuatro candidatas presentes ha estudiado su plan de gobierno. Ninguna simplificó sus ideas ni las supieron exponer respetando el tiempo acordado. Todas pedían réplicas a su antojo. Ellas fueron con la idea de polemizar y ganar protagonismo. No se prepararon para otra cosa. Improvisaron. No mostraron inteligencia al exponer. Dieron una pésima percepción al radioyente.