Hay una magnífica película de Louis Malle titulada Herida que no deja de impresionarme por mucho que la haya visto casi una docena de veces. Y es que, más allá de las extraordinarias interpretaciones de Juliette Binoche y Jeremy Irons _que encarnan al dúo protagonista_, la cinta tiene, a mis ojos, un hipnótico guión del cual yo aprendí que 'la gente herida es peligrosa porque sabe que puede sobrevivir'.
Si, como decía Platón, el alma humana se nutre de conocimiento, mis más pantagruélicas comilonas, las que más y mejor me han sentado han sido siempre _nouvelle cuisine, mon Dieu!_ aquellas compuestas por materia casi cruda. Hecho que me ha convertido, con el paso de los años, en una voraz fagocitadora de emociones en estado puro. En una obsesa Grenouille de todo aquello que, pasado por piel, nariz, corazón, oídos, ojos, boca o pensamiento, sea capaz de modificar mi estructura y hacer tambalear los cimientos de mi ánima.
Por eso me impactan hasta el extremo frases como la que acabo de escribir un poco más arriba, porque logran rasgar de arriba a abajo el lienzo de mi mundo, porque capturan mis cinco sentidos poniéndolos al servicio de mi aprendizaje y porque, al fin, son tan extraordinariamente hermosas que una disfruta como un súcubo pecando de gula con ellas.
Como Ana, la protagonista de la cinta de Louis Malle que cito en este post, arrastro conmigo heridas tan inmensas que, efectivamente, ésta otra Ana palíndroma que yo soy no puede por menos que darle la mano a través del espejo, reconocer su dolor y, como ella, elegir mostrarme pétrea allí donde hoy presiento la inminencia de un ataque.
Hace días que el infierno me ronda y anda revuelto. Siento su aliento en mi nuca, sus manos alrededor de mi cuello, su risa de hiena perforándome los tímpanos. No cabe duda de que me quiere para sí y, en siendo posible, haciéndome pasar por el purgatorio para dorarme a l'ast antes de abrasarme por completo.
Lo veo crudo, pues no hay infierno posible para quien ha sobrevivido a él.
Voy, no obstante, a disfrutar del pulso todo lo que pueda.
Voy, al menos esta vez, a sacarle partido a mis heridas.
Y voy a ser, de una vez por todas, franca, directa y decididamente peligrosa.