Revista Arte

Decidir es el destino inevitable; aunque la paz es lo contrario, estamos condenados a decidir.

Por Artepoesia
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La Turquía actual es uno de los países afortunados que más han recibido, como un maravilloso regalo histórico, uno de los pasados más  enriquecedores, gloriosos, extensos, completos, densos y diversos que la Humanidad toda haya tenido jamás. Cuando uno de sus muchos reinos antiguos -Caria-, que poblaban ya sus orillas en el siglo IV a.C., consiguió prosperar gracias a su estratégica situación geográfica, su poderoso rey Mausolo falleció dejando a la reina, su propia hermana Artemisia, desolada en su dolor. Tanto era éste que, según cuentan las leyendas, decidió mezclar en sus bebidas una parte cada vez de las cenizas difuntas de su amado rey. Después de ordenar construir una de las más grandes e impresionantes tumbas jamás realizadas a ningún otro ser humano (llamadas desde entonces en homenaje al rey, mausoleos), Artemisia acabó, a causa de tan obsesiva y mezclada bebida, muriéndose poco a poco. Dos grandes pintores del Barroco plasmaron a la famosa reina afligida en un lienzo. Dos formas diferentes de entender el mismo sentido; Francesco Furini y su apasionado, seductor y misterioso barroco italiano; y el gran Rembrandt, y su grandioso, perfecto y exquisito barroco holandés. Ambos pintaron a la misma mujer, pero ambos mostraron a una diferente persona.
Los sentimientos son pasajeros, los amantes desean sin embargo prolongarlos, pero esa no es su naturaleza. Los sentimientos, como las sensaciones, son propios del momento. Sí es cierto que la capacidad imaginativa e intelectual del ser humano es la que permite ampliar, o más bien recordar, ese momento, hacerlo un continuo; pero, no es así, hay separaciones, intermedios, a veces recurrentes o casi siempre eternos. La perspectiva es fundamental para entender todo. Por esto cualquier decisión requiere tiempo. El tiempo nos hace ver las cosas con claridad. Y esto es así porque el cerebro se condiciona de la emoción del momento para interpretar la realidad de un modo exagerado. Cuando sobreviene, por ejemplo, a veces, el dolor, necesitamos tiempo, aunque no todos el mismo. Entonces, después, mejoramos. Pero, sin embargo, estar mejor sólo te quita el dolor, no te cambia.
Los historiadores sólo pueden comprender mejor la Historia cuanto más de lejos la ven. El alejamiento cronológico y emocional es fundamental para la comprensión de lo vivido. Nuestra mente nos condiciona además. Es el cerebro, nuestro ADN también, el culpable de todo. En él, en el ADN, está escrito cómo debemos comportarnos y cómo responder a la evolución. No somos libres del todo. Lo único que tenemos, que nos pertenece, es nuestro conocimiento. Es lo que verdaderamente nos hace libres, poderosos y felices. A veces la vida regala, sin querer, cosas que no se saben que lo son todo. Y no es que objetivamente lo sean, sino que sin eso, casi siempre, es más duro vivir. Aunque nunca somos, exclusivamente, ni libres, ni poderosos ni felices.
Por mucho que se asemejen los hechos a nuestros sueños, éstos siempre serán mejores, siempre serán más perfilados, completos, intemporales, perfectos y únicos. Por esto nunca seremos felices siempre, porque nuestros sueños no nos dejan. Sólo podemos engañarlos, hacer como si no fuesemos dichosos, dejar que sean ellos los que ganen. Hay veces que nos pueden las circunstancias; pero este debe ser el momento en que debemos ser más nosotros mismos, y dejar que aquéllas sean sólo eso, algo que rodea a lo esencial, a lo importante, a lo auténtico.
(Óleo del pintor italiano del barroco Francesco Furini, Artemisia recibiendo las cenizas de Mausolo, 1630; Óleo del gran pintor del barroco holandés Rembrandt, Artemisia recibe las cenizas de Mausolo, 1634; Grabado del siglo XIX, La gruta azul, Capri, Italia, Libreria del Congreso, Washington; Óleo del pintor Antonio Zanchi, Abraham enseñando astrología a los egipcios, 1665; Cuadro del pintor español Darío Regoyos y Valdés, 1857-1913, La playa de Almería de noche, 1882; Cuadro del pintor español  José de Ribera, Filósofo con espejo, Amsterdan; Óleo del pintor italiano del siglo XVIII, Pompeo Batoni, 1708-1787, Alegoría de la Guerra y la Paz; Cuadro del pintor escocés, del movimiento contemporáneo, Jack Vettriano, de su serie 1992-2000; Cuadro El perdón, de la pintora actual española Mónica Ozámiz; Óleo del pintor Antoine Wiertz, La bella Rosine, 1847; Dos imágenes del mismo monumento veneciano, dos miradas diferentes, dos estilos distintos, dos emociones dispares de una misma realidad: cuadro del pintor británico romántico Turner, San Giorgio Maggiore y el atardecer, 1840; Óleo del pintor impresionista francés Monet, San Giorgio Maggiore al atardecer, 1908.)

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