Con el mes de dicembre concluirá el año 2013, y con él, el reto que me planteé a comienzos del mismo: doce textos con una envoltura más que especial, para regalar a los lectores de este blog y a quienes son suscriptores del mismo. En esta primera semana del mes, y coincidiendo con el Puente de la Inmaculada, os hago entrega del décimo presente: un texto que elaboré a partir de entrevistas a mujeres que realizaban labores de calceta, y que forman parte de un oficio más amplio, el de Tejedores, que en la ciudad de Segovia fue uno de los gremios, o corporaciones de menestrales como gustaba de titular el Marqués de Lozoya, más activos entre los siglos XVI-XVIII, periodo culminante de la industria pañera de nuestra ciudad.
No obstante, entre tales tejedores cabe diferenciar los tejedores de paño de la ciudad, y los tejedores y tejedoras del ámbito rural, que gracias a la labor realizada en casa, en sus telares caseros, contribuían a la economía y al sustento familiar. Con el paso del tiempo, y la desaparición de la mayoría de estos telares a finales del siglo XIX, el oficio decae y deriva en una actividad más lúdica: durante la posguerra española y hasta los años 80 del siglo XX, era bastante habitual encontrar mujeres reunidas en la solana para “hacer calceta”, intercambiar conocimientos sobre diferentes “puntos”, y charlar de forma distendida sobre la vida. Aquí os dejo el enlace al texto escrito en 1996.
Sólo una curiosidad: el propio nombre de calceta, remite a una prenda masculina de la moda española del siglo XVI, las calzas, que debía usarse con medias para cubrir las piernas. Con el paso de los siglos, las medias, realizadas con seda y producidas industrialmente a partir del siglo XVIII, también se tejerán a mano utilizándose otros tejidos como la lana de diversos colores. En la indumentaria tradicional segoviana se distinguen al menos cuatro tonalidades: en las medias femeninas se diferencian el blanco o natural -para las solteras-, el rojo -para las casadas-, y el morado -para las viudas-, colores a los que ya hizo referencia el artista y escritor Jose María Avrial en su texto descriptivo sobre la Fiesta de Santa Águeda en Zamarramala publicado en la década de 1830; en las medias masculinas, al menos dos colores: el blanco o natural, y el azul pavo, medias oscuras utilizadas por algunas cuadrillas de danzantes y tejidas sin ningún tipo de calado.