Por ValeDeOro
¡Cuidado! Entrada muy personal.
Saber tus prioridades es algo importante para llevar una vida más simple. Pero conocerlas no es suficiente, también tendrás que actuar , aunque te sorprenda.
Quererlo todo o querer lo mejor
En alemán tenemos un dicho muy acertado: “No puedes bailar en todas las bodas.” Se refiere a que para disfrutar de algo de veras, hace falta que te involucres completamente. Es muy parecido a tener demasiadas prioridades (LINK): al final no tienes ni tiempo ni energía para prestar la atención debida a ninguno de tus proyectos.
Yo estaba a punto de bailar en dos bodas. Dividiendo mi vida entre Oporto y España (link) creía poder organizar mi día a día teniendo dos ejes a la vez. Trabajar aquí, amar allá, esa era la idea. Me gusta conocer gente nueva, probar cosas nuevas, explorar nuevos lugares. Sé que no me resultará difícil crear un nuevo círculo social aquí en Oporto. La cuestión es más simple: que lo pueda hacer, no significa que lo quiera hacer.
Al fin y al cabo, la tecnología contribuyó de forma muy particular a que tomara una decisión. El hecho de poder comunicarse a diario (y sin restricción de tiempo) dio como resultado que participara más en la vida en España que en la de aquí en Oporto. Me di cuenta de que mi corazón estaba en Mataró.
Razón vs. justificación
Así que decidí volver. 10 días después de haberme mudado a Portugal, cogí mis dos maletas para volver a España. La razón es muy simple: quiero compartir el resto de mi vida con mi pareja. Y lo quiero hacer en vivo y en directo y no a través de skype.
Eso es todo.
Esto no significa que no tenga una lista de motivos para justificar mi situación frente a personas menos románticas: ahorrar en los vuelos, mejor conexión del aeropuerto de Barcelona con el resto de Europa (y América Latina), el incremento de fines de semana disponibles para viajar (juntas), etc…
Que puedas, no significa que tengas que hacerlo
No te creas que la decisión ha sido fácil. ¡Acabo de cambiar la planificación para los próximos años! La batalla interna no sólo era entre la lógica y la emoción, era también una batalla entre ego y el amor. ¿Cómo explicarme a mi misma que vuelvo a España después de tan poco tiempo sin sentirme una fracasada? ¿Cómo aceptar la idea de un compromiso duradero en mi percepción de independencia y autonomía?
Podría haberme quedado en Porto. Aquí habría encontrado amigos. Habríamos encontrado la forma de gestionar la distancia. ¿Y qué? No tengo que demostrar nada a nadie, salvo a mi misma. Así que volví. Felíz.