Revista Coaching

Define tus objetivos si quieres tener éxito en tus proyectos

Por Juansobejano

Leía el otro día un artículo de Óscar Alzaga, Radicalización política e ideologías, en el que hablaba, entre otras cosas, del concepto de política. Refería Alzaga que Francés Cambó definía a la política como “la lucha para conseguir el poder y, desde él, convertir en realidad todo o parte (casi siempre, parte) de un programa.” Por su parte Anthony Downs ofrece un enfoque diferente al hablar de los partidos políticos como organizaciones que buscan “formular políticas como un medio para ostentar el poder, más que buscar el poder para llevar a cabo políticas preconcebidas”.

Evidentemente en cada enfoque los objetivos son distintos, y aunque en ambos se trate de conseguir el poder político, en un caso este poder es un medio y en el otro un fin en sí mismo. Lo que esto enseña es que es fundamental tener bien claro qué objetivos tenemos en nuestro proyecto o empresa. Está claro que un objetivo fundamental es la obtención de ingresos suficientes como para que el proyecto siga en pie. Sin embargo, hay que definir si estos fondos son un objetivo en sí mismos o sólo una consecuencia lógica de la consecución de otros objetivos.

Objetivos inmediatos y objetivos finales

Por ello es interesante hablar de objetivos inmediatos y objetivos finales. Ya hablé de este tema cuando hablé del retorno en los medios sociales. Los objetivos finales son los que permiten mantener a la empresa en activo, los que aseguran la sostenibilidad del proyecto (beneficios económicos, cumplimiento de las normas, posición dominante o de privilegio en  un mercado…), mientras que los objetivos inmediatos proporcionan la gasolina para acceder día a día a esos objetivos finales (mejora estrategias de venta, conocimiento cada vez más eficaz del mercado, acceso a nuevos segmentos…). De lo que se trata es de adecuar los objetivos con nuestras capacidades y nuestro modelo de negocio.

Cómo debe ser un objetivo

La definición de un objetivo real y ejecutable es necesario si queremos desarrollar una estrategia que nos permita la obtención de un proyecto sostenible, pero al mismo tiempo no podemos definir un objetivo que nuestras capacidades reales no puedan ejecutar. Por tanto podemos decir que todo objetivo ha de ser:

-Realista.

-Ambicioso.

-Coordinado con el modelo de negocio.

-Comunicable, tanto a la organización como al mercado.

-Atractivo.

-De toda la organización.

Como digo, está claro que el objetivo final ha de ser, entre otros, la obtención de beneficios, pero hacer de esto un objetivo inmediato y constantemente presente puede hacer insostenible el proyecto o la empresa.

El ejemplo KaBoom

Me parece interesante el ejemplo de una empresa como KaBoom, dedicada a la construcción de parques infantiles y que compite con otras más tradicionales. El caso es que KaBoom tiene entre sus objetivos finales la promoción y difusión del juego entre los niños como elemento de desarrollo y salud para ellos. En este caso el tema económico para a ser un objetivo inmediato, porque es un recurso que se utiliza para ese fin, consiguiendo los fondos fundamentalmente de donativos y aportaciones de fundaciones. Su modelo es de empresa abierta, de modo que sigue unas estrategias de gestión distintas a las tradicionales.

Como vemos en este caso el objetivo es fundamental para desarrollar todo el modelo, pudiendo centrar todos los esfuerzos en conseguirlo. Si tuviera entre sus objetivos finales el beneficio económico muchas decisiones estarían motivadas por este objetivo, por lo que la consecución del otro objetivo (fomentar el juego para los niños) se vería afectado.

Mentes abiertas y mentes cerradas

A la hora de definir los objetivos  es interesante no sólo nutrirse de la propia información, sino ser permeable a la que pueda surgir del entorno. Milton Rokeach hablaba de la distinción entre mentes abiertas y cerradas. Para Rokeach las mentes cerradas no distinguen la información recibida de la fuente de información, por lo que esa fuente supone un elemento fundamental para dar validez al razonamiento. Por ejemplo, si yo confío ciegamente en algún autor, todas las opiniones de ese autor las daré por buenas por el sólo hecho de venir de él.

Las mentes abiertas en cambio sí hacen esa distinción y hace que el individuo analice la opinión o información por sí misma, independientemente de la fuente de que surja. Por supuesto esta distinción tiene interesantes connotaciones en política, sociología y resulta muy interesante en una reflexión sobre los medios sociales y el principio de autoridad que rige mucho de la gestión de contenidos.

En una empresa o proyecto es interesante que se dé un enfoque abierto, en el que no sólo la información fluya del exterior al interior o viceversa, sino que se gestione en base a la propia información, no la fuente que la genera. De este modo vamos a tener muchos más datos y de una manera más eficaz de gestionarlos, permitiéndonos no sólo la definición de un objetivo factible, sino de un modelo de gestión concreto y efectivo.

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