Así comienza Déjame entrar, película sueca basada en el best-seller del mismo nombre, que no es que me haya gustado, no es que me haya encantado, no es que me haya hecho sentir miedo, no es que sea una obra maestra, sólo sé que no me ha dejado indiferente, que tiene algo.
Quizás es de esas películas de las que no esperas mucho, y por el contrario te lo dan todo. Repleta de escenas imborrables, llena de matices, de silencios, de miradas, de gestos, y de múltiples lecturas, conforman una de las historias más ricas que he podido disfrutar en la gran pantalla.
Posee un aura, un halo de serenidad dentro de todo el caos que narra, que la hace diferente a todo lo anterior, la hace especial.
El trailer puede inducir a error. No es una película de terror. Es un film inclasificable. Trata de miserias y desgracias humanas. De sentimientos y sufrimientos encontrados. De lo malo y no tan malo de nosotros mismos. De los fines que justifican los medios, y de los que no.
Muertes inevitables, sangre a raudales, soledad sostenida, venganza, amargura permanente, familias derrumbadas, amistades arriesgadas, amor y desamor sobrehumano, tristeza indestructible, y dos pares de ojos inolvidables. Eso y mucho más nos ofrece Déjame entrar. O te enamoras de ella, o te mata.
Arriésgate, y déjala entrar…