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Déjame entrar

Publicado el 09 octubre 2010 por Zeuxis

Déjame entrarEl vampiro que ama: la leyenda recupera su sentido.Déjame entrarBram Stoker inició la obsesión artística por un tema que llevaba siglos causando pánico y silencio. Una leyenda, no un mito. Hablar de los dioses Chibchas u Olímpicos es reconocer que se habla de cosas fantásticas que ciernen sobre si las improntas del inconsciente social hereditario. El mito mantiene los principios y bases culturales y a la vez las cuestiones éticas y morales más primitivas del hombre. La leyenda, por el contrario, establece un cordón umbilical directo con el hombre más humano, con lo más natural de nuestros instintos o pasiones. La leyenda parte de la realidad y se convierte en hecho fantástico; invierte, solapa en su confabulación no una suerte de misterios hieráticos sino que demuestra lo siniestro. Ya un gran poeta: Schelling definió lo siniestro (dasUnheimliche), como aquello que "nombra todo aquello que debió haber permanecido en secreto, escondido, y sin embargo ha salido a la luz". Eso mismo realiza la leyenda sea narrando la historia de amor o la historia de la ambición y la avaricia.Bram Stoker convirtió la historia de amor prohibida entre dos seres de estratos imposibles; perpetró de la mejor manera la compasión por las consecuencias que genera amar con desmedida lo prohibido. Drácula, es junto con su amada Mina, la alegoría de ese establecimiento siniestro de una verdad humana.Siempre me había quedado con la impresión de que Drácula, dirigida por el gran Coppola, era la mejor película adaptada de este género.Coppola había captado con precisión el espíritu de Stoker y lo había llevado a la pantalla encerrando en el celuloide la leyenda.Hay dos clásico más, Nosferatu, que plantea lo siniestro del amor avaro y Entrevista con el vampiro que nos plantea lo que más tiene de espantoso la soledad. A la primera cinta es necesario verla, pienso yo, desde una óptica de crítica historicista para poder demandar la calidad que esta película intentó demostrar para su tiempo, decir que Nosferatu es en sí la obra maestra del género es caer en la ortodoxia de pensar que en los orígenes Orlock o del cine en blanco y negro pueden estar las mejores películas, cuando en realidad eso no es cierto, es pretender una nostalgia; la segunda basada en el libro de Anne Rice es justo interpretarla como la mejor apología de lo siniestro que aisladamente mantuvo en secreto el protagonista del género de las películas de vampiros.Luego de Coppola y antes también, surgieron muchas películas de vampiros, películas que degradaban y degeneraban la leyenda. Hay una saga que lleva esta depredación por este arte a un nivel intolerable.La saga de Stephenie Meyer; sus vampiros adolescentes, y ese enredo entre fotofóbicos y licántropos, que sólo ayuda a arruinar lo mejor de un género, se establecen desde la óptica del efecto cineasta como los precursores de una moda de Yupies que durará algún tiempo.La industria del cine ya no le interesa vender una película de arte, le interesa que la película se venda como pan caliente. Tal es el caso de Crepúsculo o las series de Buffy la caza vampiros y Diarios de vampiro. Esta clase de narraciones deben su fama a dos factores fácilmente asimilables; el primero que se basa en la persuasión del deseo adolescente a través de la atracción por el cuerpo o la imagen: los famosos memes, improntas que se convierten como siempre ha sucedido en modelos culturales del gusto y la trasnsitoria belleza cliche del momento y un segundo eje: los roles fantásticos otorgados a seres que parecen ser del todo lo más cercano a las necesidades y expectativas de las carencias y temores adolescentes. Seducción poderosa o más bien poderes que sirven para seducir es lo que busca contar esta clase de filmes. Lo mismo sucede con otro ya clásico de lo adolescentes: el famoso Blade, ahora la cuestión es la misma pero con persuasión incrustada en otras necesidades; los protagonistas son xenofobia y la comodidad del futuro entablado en la capacidad de un héroe que asimila el caos humano desde lo más humano posible, vampiros convertidos ya no en antagonistas romáticos de la leyenda sino esta vez en héroes existencialistas.Yo ya había dado por cerrado este tema, con la argumentación anterior, Drácula de Coppola, o la obra de Anne Rice adaptada por Neil Jordan eran para mi, los clásicos, el resto, un divertimento posible para un hedónico cineasta.Pero llega esta película europea, llega desde los paises nórdicos, esos países que parecen una bandera izada en el ártico.La película Déjame entrar de Tomas Alfredson y basada en la novela de John Ajvide Lindqvist ha roto con el dogmatismo. Tanto el director como el novelista lograron lo que Stoker y Coppola.Lo mejor de todo, que lo narran desde la condición postmoderna más cercana a nuestra cotidianidad. hay una deslegitimación de los discursos de la cultura y el saber hasta el punto que la película misma es una argumentación cruda de los temas que invaden la sociedad normal desde la infancia.No he hablado de la película, he hablado de sus precursores y he criticado lo que el género ha parido y en lo que degeneró. Esta omisión no es un olvido es un acto voluntario, ver esta pelicula vale la pena, como bien se puede entrever, ella, escapa al molde actual reinante en en la producción cinematográfica que ha monopolizado la leyenda y la devuelve a su más primitivo e ideal concepto. El único.La leyenda del vampiro como la metáfora de la degradación de una pasión: los amores prohibidos la angustia y el tormento de una degeneración. Pero Tomas Alfredson logra algo más. Inevitablemente esta película si enriquece: nos demuestra que el vámpiro es una criatura no agotada del todo y que más allá de lo atormentanda que es, como lo definieron Coppola y Jordan, el vampiro es incuestionablemente, la criatura degenerada más vulnerable.Una historia de niños, una fábula, que logra ahondar en la historia de la humanidad y que sin mucho efecto especial, al mejor estilo de lo que es realizar arte con genio, logra sorprender y seducir sobre un tema, que es nuestro reflejo en la oscuridad, lo mejor que se ha concebido y quizás "la especie más espantosa de aquellas cosas conocidas y familiares", una película que "corresponde a la neurosis de nuestra era". Un reveladora obra de arte.

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