Rosario, 6 de la tarde. Caminando por la calle veo a un chabón andando en longboard. Viste una remera con la cara de Federico Klemm, tiene los lentes de Tom Cruise en Top Gun, usa pantalones chupín, y escucha música en unos auriculares gigantescos color rosa. Una cuadra más allá, dos pendejas con gafas negras de marco blanco, de vestiditos floreados y zapatos como los del Chavo, usan una cámara del año del orto para sacarle fotos a una puerta (sisi, una puerta, como la que tenés en tu casa). Llego hasta el río y, como si fueran gremlins que alguno mojó en un descuido, se empiezan a multiplicar preocupantemente. Lentes, más lentes, bicicletas nuevas que parecen viejas, la cara de Hitchcock a lo Warhol repetida hasta el cansancio en un vestidito, lentes, más lentes, auriculares de colores, monopatines eléctricos, remeras de Miles Davis, lentes, más lentes. Es cuando entiendo que Rosario ya no es lo que era, que el bar La Capital es un estacionamiento, que el cine Atlas es una perfumería y que la florida parece la Playa Bristol. Y, como en las grandes ciudades del mundo, las tendencias pelotudas llegan más temprano que tarde, cosa de ponerse un sombrero y unas gafas de pasta y zas, un hipster ha sido creado. Luego, el horror.
No se a quién se le ocurrió ponerle “hipster” al primer boludo que se vio sacándole fotos a una cáscara de banana pisada en la vereda del Brooklyn, pero seguramente no tenía ni idea de quienes eran Kerouac, Ginsberg o Neal Cassady. Estos muchachos, los otros hipsters, fueron los de la generación beat, vivieron en los años cuarenta, se la pasaban rascándose las pelotas, escuchando bebop y metiéndose veneno para cucarachas hasta perder el conocimiento; estos tipos ejemplificaban perfectamente el fracaso del sueño americano.
Hoy no existe la contracultura ni hay una filosofía que los sostenga. Para ser un hipster basta con usar lentes de pasta cuando estés en un bar o en un boliche y las rainban wayfarer, esas que se usaban en los ochenta cuando estés fuera. Vas a tener que vestirte con ropa de diseño y no podés dejar de estar al día con las últimas bandas folk-indie-crap (Mumford & Sons, The Shins, Chicosvaca, The Sacados..). Deberás comprar lo último en tecnología móvil, si tiene la manzanita mejor, y el rasgo definitivo: deberás conseguir una cámara de fotos con rollo, onda Lomo o Yashika. Sinó, el instagram de tu celular de última generación te hará sentirte como una encarnación de Cartier-Bresson. Ah, no sabés quién es? No te preocupes, ahora sos hipster, no hace falta que estudies fotografía para hacerla. Para ser un hipster no hace falta que sepas nada, lo importante es la facha, lo que tengas puesto, usar una remera de Godard, qué se yo. Y lo más importante de todo: estar lleno de contradicciones.
Nada de lo que dije hasta ahora no aparece en wikipedia, lo sé. Pero no por eso voy a callar mi indignación, no sólo con esta tribu urbana, sinó con todas las otras, como los teosurfistas, los bicivoladores y los testigos de Jehová . Pero por algo hay que empezar, no? Por eso, déjame que dude de los hipsters.