
Título: Deje su mensaje después de la señal
Autora: Arantza Portabales
Editorial: Lumen
Año de publicación: 2018
Páginas: 224
ISBN: 9788426405609
No sé ni por dónde empezar. Hace ya dos años y ocho meses que no publico nada en el blog. Un blog que, a lo tonto, ya ha cumplido ocho años. Pero si lo he tenido tan abandonado no ha sido por falta de lecturas. Porque leer he leído mucho. Muchísimo. He devorado libros uno tras otro. Libros que me han ayudado a superar todo lo que me ha pasado en los últimos cuatro años. La muerte de mis tres abuelos. La de los tres abuelos de mi marido. La de mi padre. Los problemas físicos de mi madre. Han sido cuatro años duros, muy duros, en los que hemos superado pérdidas, problemas laborales, de salud, depresiones. Y los libros han ayudado. Como siempre. Porque nunca han dejado de ser un buen refugio. El mejor junto a la gente que quiero. Pero si hay alguien que me ha ayudado a salir del túnel de estos años, junto a mi marido, han sido mis hijos. El mayor, Amets, ya tiene cuatro años y medio, y el pequeñín, Adur, acaba de cumplir diez meses. Unos se van y otros llegan. La vida sigue. Siempre, y yo he vuelto para contárosla. Pero no prometo nada. Porque entre el trabajo, los dos peques, la familia y los amigos me queda el tiempo justo para leer. No sé cuándo podré reseñar. Pero algo sí tengo claro. Que lo haré cuando pueda y, sobre todo, cuando quiera. Nada de obligaciones. Como ahora, que acabo de terminar este libro y el cuerpo me ha pedido reseñarlo. Me ha apetecido. Y aquí estoy. Puro impulso. Me recomendaron el libro en el grupo de Facebook Tarro-libros. Y me ha faltado tiempo para descargarlo en e-biblio, el préstamo de libros electrónicos de la biblioteca, y leerlo en un par de ratos. Me ha gustado muchísimo. Es de lo mejor que he leído este año y como podéis comprobar en la pestaña de 2018, estoy leyendo mucho. Me ha parecido un planteamiento muy original. En pocas páginas, conocemos a las cuatro protagonistas de esta novela coral a través de los mensajes que van dejando día tras día en contestadores automáticos. Viviana habla con su padre. Ella vive en Madrid. Su familia sigue en Galicia. Ellos creen que trabaja en Ikea. No saben que es puta en el Xanadú. Y comparte con él sus recuerdos de infancia, de la relación con su prima, de los silencios de su madre. Carmela habla con Manuel, su hijo. Ella tiene un cáncer con metástasis y él es médico en una ONG en el Sáhara. Él no sabe nada y ella ha decidido contárselo a su contestador automático. Y así, mensaje tras mensaje, le habla de su enfermedad, de las cosas que quiere hacer antes de morir, de las que querría y ya nunca podrá, de la relación con su marido... Marina habla con Jorge, su ex marido. Él se acaba de ir de casa y ella no puede salir a la calle. Es incapaz de volver al bufete de abogados en el que trabaja. Pasa los días, y sobre todo las noches, encerrada, alimentándose a base de cereales y lasañas precocinadas, viendo la TeleTienda y comprando objetos a cada cual más absurdo e innecesario. Sara habla con Bruno, su psicólogo. Ha intentado suicidarse y está llevando a cabo una terapia un tanto... diferente. Ella le deja mensajes en el contestador automático y él, al día siguiente, le responde mediante un correo electrónico. Y así hablan de Rubén, el novio con el que Sara está a punto de casarse, y de sus padres, que están a punto de divorciarse. A través de capítulos muy cortitos, que invitan a seguir leyendo, vamos conociendo a estas cuatro mujeres, su pasado, sus familias, sus deseos, sus sueños, sus anhelos, pero también sus miedos, sus fantasmas, sus mentiras. Porque su vida, como la de todos, está llena de mentiras. Especialmente de las que nos contamos a nosotros mismos. Que son las que más cuesta confesar. Me ha gustado muchísimo cómo la autora va entretejiendo y enlazando la historia de las cuatro protagonistas. No lo puedo evitar. Las novelas corales, las vidas que se entrecruzan una y otra vez son una de mis debilidades literarias. Cuatro mujeres de distintas edades, profesiones y clases sociales que, sin embargo, no son tan diferentes entre ellas. Porque todas son valientes. Mucho. Para afrontar la enfermedad, la muerte, las deudas del pasado. Para reconocer los defectos y admitir los errores. Para superar los miedos. Para morir en paz. Sin dejar nada pendiente. Para vaciar la mochila llena de piedras y seguir avanzando. Y, sobre todo, para entender, por fin, que en la vida, siempre, todo pasa por algo. Si te interesa el libro puedes encontrarlo aquí.