Revista Deportes

Dejen el puterio de lado (al menos por el Mundial)

Publicado el 26 marzo 2010 por Marianofusco

“Dan ganas de parar todo, poner una mesa y dos sillas en el medio de la cancha y que de una buena vez le pongan un punto final a un enfrentamiento inútil, que nos perjudica a todos. Si se acepta la expresión, dan ganas de pedirles que se dejen de hinchar las pelotas, que el Mundial está acá nomás, que la Selección siempre debe quedar por encima de todo, que sólo hace falta una tregua de un mes y medio, que no hay que olvidar pero que tampoco hay que dejarse vencer por el rencor, que es una locura que el técnico se pierda la posibilidad de contar con un jugador tan valioso en un plantel de 23, que es una picardía que el jugador deje pasar la histórica chance de ser dirigido por el mejor de la historia en una Copa del Mundo.

Algunos hinchas de Boca se permiten algo impensado para ellos, se dejan atrapar por la piel de gallina. Y a los neutrales, ya sin culpa, les pasa lo mismo. El grito/reclamo/declaracióndeprincipios popular conmueve, emociona, moviliza. El mensaje nace en las plateas y se desparrama por toda la Bombonera, como una verdadera ola de pasión. En el pasto, con la número 10 y las palmas abiertas en agradecimiento está él. Y en el palco, después de mucho tiempo, oyendo al pueblo, está él, con la eterna número 10. El es Riquelme. El es Maradona. Están ahí, en el Templo de Román, como lo bautizó el mismísimo Diego metido apretadamente dentro de una camiseta de Boca, con el número y el nombre de Riquelme, en aquella inolvidable despedida. El fútbol, Boca en este caso, los vuelve a unir al menos por un rato. Los dos le quieren ganar a River. Uno hace maravillas en botines, controlándolo todo, enseñándoles el camino a sus compañeros, bajando deliciosamente una pelota con la zurda y, en el aire, tocándola con la derecha en lo que debió ser un gol mágico. El otro, deja por poco más de 80 minutos el buzo de entrenador de la Selección, y vuelve a ser tan hincha de Boca como él. Román abre los brazos y muestra todos sus dientes felices en el festejo de los goles. Diego se da vuelta, se deja tragar por el palco, aprieta los puños y grita hacia adentro. Por primera vez en mucho tiempo, patean para el mismo lado. “Para Riquelme, la Selección”, ruge el estadio. “Hay que alentar a Maradó”, devuelve La 12, con una llamativa incondicionalidad. Diego aplaude, por momentos se tienta y hasta da saltitos cuando la orden es despegarse del piso para no ser una Gallina. Grita, vuelve a aplaudir a Román y hasta le pide a Baldassi una amarilla para Almeyda cuando lo baja a pura impotencia. Y, como si lo estuviera dirigiendo, le hace señas de que encare por la izquierda, donde Ferrari nunca hace pie.

Dan ganas de pedirles un gesto patriótico (futbolero), un pacto. No importa quién llame primero, no importa si uno renunció una, dos o mil veces, y tampoco que el otro lo haya borrado. Y no importa que varios seleccionados prefieran tenerlo lejos del vestuario al 10 de Boca. El ejemplo más claro de convivencia por conveniencia la dieron y la siguen dando el propio Riquelme y el seguro mundialista Palermo. Ya nada importa más que lo que vaya a pasar desde el 11 de junio en Sudáfrica. Están a tiempo. Y si no nace de ellos, tienen que empezar a jugar los integrantes del famoso entorno. Alguna vez, por su bien, deben abandonar el sidieguismo y el siromanismo.

Vamos, muchachos, déjense de joder…”

Espectacular columna de Adrián Piedrabuena para el diario Olé en donde expresa los deseos de un servidor para el Mundial de Sudáfrica 2010. Román la rompió ante River bajo la atenta mirada de Maradona. Después del partido Diego le tiró flores a Riquelme, a lo que el diez Xeneize esquivó cuando los periodistas le preguntaron sobre ello. Aunque Román desestimó la chance de jugar en Sudáfrica soñar, por suerte, no cuesta nada.


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