(Por Fabián Scabuzzo) Mientras escribo esto, 8 pisos más abajo siento el sonido de los generadores que alimentan un par de ómnibus con vestuario, cátering y maquillaje de una película que se está filmando en Rosario. Hoy se encuentran haciendo escenas en “El Diablito”, un bar de tragos de moda que funciona en lo que era una whiskería con prostitución de los años 70 y 80.
Están filmando “El negro Olmedo“, película que será dirigida y escrita por los hijos de Alberto Olmedo, Mariano y Marcelo, y con el protagónico de Martín Bossi que se encuentra exultante con esta experiencia “Fue lo más grande, el gran actor argentino de todos los tiempos. No sólo un cómico. Hoy estaría en Rosario, con sus nietos y sus hijos. Lo imagino sentado en una silla, en la puerta de su casa, escuchando la radio y saludando a la gente. Olmedo era un tipo muy común que hacía reír. Era el payaso más hermoso que tuvo el país”, dijo a un medio porteño.
Los hijos de Olmedo junto al actor Martín Bossi, protagonista de “El Negro Olmedo”
La película promete contar aspectos de la vida del humorista rosarino que murió en un accidente, cayendo de un balcón en Mar del Plata, en 1988.
De Olmedo solemos recordar las referencias permanentes a la ciudad en medio de los “morcilleos” de sus repetidos textos televisivos, y por improvisar con ellos hasta límites inverosímiles del atrevimiento y provocación. Era un actor cómico de oficio que ni necesitaba letra para hacer reír a su público.
No cabe duda que sus sketchs son risueños, y Olmedo parece tan vivo y actual que nadie creería que pasaron ya 25 años de la tragedia que lo sacó de este mundo.
Esos programas de TV estarían en el olvido sino fuera por este actor de oficio y su esfuerzo de divertir en medio de escenografías pobres, iluminación con sombras y mujeres excitadas e inocentes.
Los guiones de Hugo Sofovich dejaban mucho que desear, parecían viejos textos de vodevil. El conjunto no podía ser más berreta y esos programas no figurarán jamás en los orgullos de la televisión argentina.
El sexismo de esos tiempos, promovido por las películas del mismo Olmedo y Alberto Porcel, haría imposible su replicación en estos días, en donde la TV recibe multas y denuncias públicas cuando se hacen ese tipo de chistes.
Los programas y las películas del recordado Negro eran oportunista picaresca de época, una movida popular de humor fácil y chiste sexual, no hay nada artísticamente rescatable de esos productos, solo la risa que provoca el recurso retro de volver a ver a esas grabaciones. Lo retro, sucede aquí otra vez, parece inmune al mal gusto.
De hace un tiempo a esta parte a Olmedo se lo llena de homenajes, era – a diferencia de Porcel – una buena persona, querida y reconocida por su entorno. El legado del cómico se reduce a esos programas de TV, a esa películas clase B y al buen recuerdo de quienes lo conocieron. Es inexplicable que en Rosario tenga un par de estatuas públicas y hasta un barrio con su nombre, parece demasiado. Y ahora se suma esta filmación, que suena más a “aprovechar la movida” por parte de sus hijos que una merecida obra que lo homenajee y destaque sus desconocidas virtudes.
Lamentablemente, quizá por falta de tiempo o porque no tuvo ganas, de Olmedo no hay ninguna página cultural que lo referencie, ni obras transformadoras y movilizadoras, ni ha sido una bisagra del arte argentino. En pocas palabras, no hay revolución ni movimiento con su nombre. No fue un artista que te deje pensando con su obra.
Al lado de Roberto Fontanarrosa lo que hizo Olmedo es olvidable y minúsculo, pero se lo idolatra a la par del genial dibujante y escritor coterráneo. Supongo que al negro Fontanarrosa jamás le molestaría compartir cartel con el otro negro.
Me parece que ver en Olmedo algo más que un gracioso humorista es ridículo e inmerecido, teniendo en cuenta la cantidad de valores artísticos y culturales que tiene la ciudad y el mundo, y que inexplicablemente, terminan en el olvido.
No hay nada que frene a una sociedad a la creación de sus propios ídolos populares, en el caso del rosarino hubo alguna ayuda oficial, ya que su imagen fue promovida en los períodos de crisis de la televisión, donde era necesario repetir programas porque no había dinero para producir algo nuevo.
Lo hicieron “de culto”, esa transformación cool y bien vista. Y también inspiró documentales y libros que lo recordaron, además Fito Paéz se subió al mismo tren y lo homenajeó con su “Tema de Piluso”.
Un extraño movimiento marginal llevó al pobre cómico a convertirse en un mito sin haberlo pensado, él, que sólo le interesaba la buena vida, vender muchas entradas en el teatro y tener bellas mujeres como amantes. Fue un gran comediante dedicado al show business de su época.
En tiempos en que había militares y gente que desaparecía, el humor de Olmedo se mantuvo al margen de la realidad, quizá lo hizo a propósito, como Benigni en “La Vida es Bella”. No es bueno acusarlo de colaboracionista, ni creo que lo haya sido.
Alberto Olmedo, solo un famoso y brillante comediante, al que habría que dejar en paz para recordarlo con la simpleza y la grandeza de lo que fue, ¿no creen?.