Uno de los fuertes de “Super Chatarra Special”, que nos hicieron relativamente conocidos en la red, fueron las críticas de cine. Desde el principio le dimos mucha importancia al tema de guión y analizamos las distintas sublecturas que podíamos ver en el filme. A veces (reconozcámoslo) delirábamos. Pero fue un agregado del que nos enorgullecemos. Como así también de haber defendido películas, contra el viento y marea de una crítica local con criterios bastante poco claros.
Por eso, en esta búsqueda por el Archivo Chatarra, rescatamos esta nota comentando el reestreno de “Apocalypse Now” de Francis Ford Coppola, cuando se difundió comercialmente el corte del director. En ese entonces comentamos esa película junto a otra película de guerra, la también muy buena “La caída del Halcón Negro” de Tony Scott. Estamos hablando de más de once años, abril de 2002:
http://www.superchatarra.com.ar/edanteriores/abril2002/apocalypsenow.htm
APOCALYPSE NOW REDUX
"Cuando estaba en Servicios Especiales, fuimos a inocular de poliemielitis a los niños de una aldea. Ya nos estamos yendo, cuando nos alcanzó un anciano, desesperado. El Vietcong había llegado cuando nosotros nos fuimos, y había arrancado todos los brazos vacunados. Los habían apilado en el medio de la aldea. Una pila de pequeños brazos. Me arrodillé y lloré como una abuela. Quería arrancarme los dientes de tanto dolor. Entonces, fue cuando lo comprendí, con claridad, como si me hubieran perforado la frente con una bala de diamante. Entendí la claridad, la brillantez, la precisión de la concepción de quien fue capaz de ejecutar algo así. No eran monstruos. Eran personas como nosotros. Amaban, tenían hijos, cultivaban sus campos. Pero tenían la fuerza, la fuerza de pensar algo así y de llevarlo acabo. Ese día entendí que no podíamos ganarle la guerra a esa gente".Faraónica, monumental, excesiva, "Apocalypse Now Redux" es una fiesta para los cinéfilos, una obra maestra desbordada que chorrea ideas por los cuatro costados. Claro que pueden encontrársele redundancias, tiempos muertos, sobrantes que podrían recortarse para aliviar la trama. Pero hay tanto ingenio, tantas ideas, con tantas muestras de talento cinematográfico que hasta sus flaquezas se tornan en puntos a destacar.
El Coronel Kurtz al Capitán Willard, en algún lugar de Camboya…
Francis Ford Coppola casi deja la vida en la filmación de esta película, que se le fue de las manos, con mucho material guardado en espera de su versión en DVD (370 horas de película filmada). ("Hicimos esta película de la misma forma que los americanos hicieron la guerra de Vietnam: éramos demasiados, había demasiado dinero y equipo... poco a poco todos fuimos perdiendo la cordura"). Para esta re-edicción, Coppola le agregó 49 minutos a la versión que conocimos en 1979, para redondear 3 horas 20 de película final. Cuatro secuencias son las novedades de esta versión. La principal, un diálogo entre Kurtz y Willard, donde el primero sugiere que desde lo alto del poder militar se le mintió a la opinión pública americana sobre la guerra. Otros agregados: la llegada al campamento perdido donde están varadas las conejitas de Playboy, más escenas con Robert Duvall, el comandante que amaba el olor del napalm, el entierro de Clean, el soldado negro protagonizado por un Laurence (Larry, en los créditos) Fishburne de sólo 14 años, y la llegada de Willard a los restos de una plantación francesa (de importancia para la historia).
"Apocalypse now" es una road-movie en la jungla. El viaje del Capitán Willard, remontando el río, en busca de la fuente, el oscuro Coronel Kurtz, es un doble viaje: el físico, a Camboya, y el conceptual, el que lleva al soldado quebrado a las razones más primitivas de la guerra. El Capitán Willard es un soldado perdido (como lo define Roxanne, la viuda francesa que interpreta Aurore Clément). Desde el comienzo, él está mirando la guerra desde la vereda de enfrente, confuso, dividido. Se ha ido de la guerra, pero sólo físicamente. Su alma sigue en Vietnam. Por eso se divorcia y vuelve a la jungla, a encontrarse en el infierno. Tal vez, como le aconsejé Roxanne, él es uno de esos soldados que no entiende que son dos hombres: uno el que mata, otro el que ama.
La misión que recibe Willard es finiquitar el mando del Coronel Kurtz, un brillante oficial que ha perdido la razón, formando su propio ejército en la selva entre los nativos que lo tienen como un Dios y acatan sus decisiones más aberrantes. A bordo de un barco, con una tripulación de improvisados soldados, Willard remonta el río, en busca de los pasos de Kurtz. En el camino se topa con los claroscuros de una guerra surrealista: oficiales que surfean entre las disparos, las bombas de napalm quemando aldeas, niños que hacen explotar bombas en helicópteros médicos, ametralladoras americanas que acribillan campesinos, Playmates exhibiéndose para los soldados, campamentos sin mandos, muerte y horror sin sentido.
En la primera mitad del viaje se observa la torpeza de una guerra manejada por payasos de cuatro estrellas y efectivos que fueron a Vietnam de turismo. "Cuanto más tratan que se parezca a casa, lo único que logran es extrañarlo más" dice Willard en un momento del film. Las tropas americanas tratan de traerse ese cachito de su país a la selva. La incongruencia es patética. Soberbia cultural, hamburguesa comida frente a los templos orientales, apunte que señala la confusión de un ejército que no tiene ninguna idea de para que está en ese rincón del mundo. Enfrente, un enemigo luchando por su territorio, con sólo dos opciones (como señala Willard): la muerte o la victoria.
A medida que sube el río, hacia Kurtz, hacia las causas primitivas de la guerra, el guión de John Milius y Francis Ford Coppola eleva el nivel de la explicación, subiendo a un segundo nivel de análisis. Por eso es vital la inserción del segmento en que Willard llega a una plantación francesa, defendida por sus propietarios. El personaje de Hubert de Marais (protagonizado por el fallecido Christian Marquand) representa a los primeros invasores de Vietnam, el imperialismo francés, que también fracasó en la selva. En esa discusión en la cena, se exponen los principales antecedentes históricos de la intervención americana (incluyendo la teoría del dominó). Dramáticamente, la escena registra las advertencias del viejo imperialista vencido al nuevo imperialista que está por ser derrotado. Consejos de una prepotencia central incapaz de entender la psicología y la necesidad del pueblo que quieren colonizar.
El último segmento de película es el esperado encuentro de Willard con Kurtz. Y hay un nuevo giro, otra aproximación al fenómeno de la guerra, al más primitivo y tribal, a la médula del instinto bélico del hombre. El altar de muerte que Kurtz erige en la selva es la proyección física del descenso al lado oscuro del ser humano, a la faz más brutal e instintiva. Kurtz quiebra a Willard física y espiritualmente, en un rito de expiación previo al sacrificio final. Como un Minotauro cansado, Kurtz espera el puñal que le permita descansar definitivamente. En su intento por buscar la esencia de la guerra, Kurtz se ha perdido, definitivamente, en la noche. (Un diálogo lo expone: "¿Qué razón le dieron para finiquitar su mando?", "Ellos no concuerdan con sus métodos", "¿Y usted que opina?", "Que veo una ausencia absoluta de método").
En la escena final, Willard vacila en la tentación de ejercer el mando, de tomar el lugar de Kurtz, de convertirse en el nuevo señor de la guerra. Desistir de esa decisión es el primer paso del protagonista para volver del horror, de reencontrarse con su humanidad, de emprender el ansiado camino a casa.
"Apocalypse now" es un monumento histórico a la fotografía y al sonido. La fotografía de Vittorio Storaro ("Goya", la última versión televisiva de "Duna", "Dick Tracy", entre otras joyas) es soberbia, uno de los grandes pilares de la historia. El propio Storaro aparece en el film, como un fotógrafo de televisión en el campo de batalla. El otro puntal, es el diseño de sonido, responsabilidad de Walter Murch quien se llevó el Oscar por su tarea en el film. De su trabajo, sólo cabe decir que redefinió su oficio en el cine. Su labor para la película se enseña en las escuelas de cine de todo el mundo. Un ejemplo: en un momento de un bombardeo, vemos a un vietnamita corriendo por un puentecito de madera. Los pasos del vietnamita, sobre las maderas del puente, se oyen, en medio del fragor de las bombas y del vuelo rasante de los aviones. Lo que hoy es un detalle normal de cualquier producción, en 1979 fue todo una revolución. Para revalorizar y respetar.
Junto a un jovencísimo Harrison Ford, se destacan las actuaciones de Robert Duvall, como el pirado Coronel Kilgore ("¿Puedes olerlo? Napalm, hijo. Nada en el mundo huele como él. Amo el olor del napalm en las mañanas. Sabes, una vez bombardeamos una colina durante veinte horas. Cuando todo terminó, subí a ver. No encontré ninguno de ellos, nada de sus apestosos cuerpos amarillos. El olor, sabés el olor a gasolina, en toda la colina. Huele a... victoria. Algún día esta guerra terminará"), los parlamentos de Dennis Hooper, como el fotógrafo adepto de Kurtz, y la sólida máscara de Martin Sheen (sufrió un infarto durante la filmación y en varias partes lo reemplazó su hermano, de espaldas; ah, originalmente el papel era de Harvey Keitel despedido a las dos semanas de comenzar a filmar).
Pero quien se lleva todo los lauros es Marlon Brando, en una actuación que sirve de ejemplo para señalar porque es uno de los grandes actores del cine. Sus parlamentos tienen un plus agregado que lo destacan del resto. En los relatos en que un personaje se pasa toda la película busca a otro, ese otro, nombrado y escamoteado desde el principio, debe tener suficiente peso específico para que su aparición no signifique una decepción en el público. La ansiada aparición de Kurtz provoca los mejores momentos del film, hasta entonces abrumador, y le da la dimensión de obra maestra que la película necesitaba. Sus escenas se realzan por el uso magistral de la iluminación, cortando al personaje entre las luces y las sombras.
Como dato adicional, se cuenta que la vaca que muere en la escena final fue sacrificada "en vivo y en directo" para la película. Anteriormente, con "El Padrino", Coppola usó una cabeza de caballo de verdad, para la famosa escena del pura sangre en la cama, matando a un viejo matungo. Otro capítulo más de los problemas de los enfrentamientos entre Coppola y las asociaciones de defensa de los animales.
Con toda la genialidad que emerge de "Apocalypse now", no es una película de recomendación amplia. Para el espectador promedio será un bodriazo, largo y confuso. Cosas que suceden con ciertas obras maestras. Por lo que sólo cabe advertir que hay que tener muchas horas de butaca para disfrutar plenamente de este film megalómano. Así que, mal que nos pese, es de consumo sólo apto para cinéfilos.
CONSEJO: imprescindible.
Fuente:
"El apocalipsis de Coppola,
en versión aumentada"
Stiletano, Marcelo
(la nación, 27.03.02)