Revista Arte

Del «café cantante» al «tablao»

Por Lasnuevemusas @semanario9musas

Del «café cantante» al «tablao»

En la segunda mitad del siglo XIX tiene su expansión el café cantante lo que "profesionaliza" a los cantaores y bailaores flamencos que, hasta entonces, visibilizaban su arte en ventas y fiestas familiares.

Si alguien de aquellos tiempos es merecedor de ser llamado el rey del café cantante, es sin duda alguna el cantaor y empresario Silverio Franconetti. Con una cultura flamenca enciclopédica, dominaba todos los palos del cante y suyas son las famosas " Seguiriyas de Silverio ".

En los años 20 se produce la decadencia de estos locales que venían arrastrando cierta mala fama debido a que la prensa destacaba más los sucesos que acontecían en los mismos, que el arte que exponían los artistas. Cantaores y bailaores, ya profesionales, comienzan a ofrecer sus espectáculos en los teatros; nace la ópera flamenca.

Es en los 60 donde empiezan a florecer en toda España, un tipo de locales más selectos y centrados exclusivamente en el flamenco, el genero musical español Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Estamos hablando, ya, del tablao, el templo del flamenco, el lugar donde el cante y el baile -y el toque- con toda su carga de mestizaje, se dan cita para deleite de los apasionados entendidos y sorprendidos iniciados.

Y si hablamos de tablaos, el mejor ejemplo es el de un clásico, el tablao más antiguo de Sevilla: El Patio Sevillano.

Del «café cantante» al «tablao»

Rafael El Negro baila en el "Cortijo El Guajiro" con sobriedad y elegancia sus bulerías. En el "Patio Andaluz" se arranca por bata de cola Milagros Mengíbar y, ya en el Patio La vida breve, nos embruja con toda la paleta sonora de Falla y los compases binarios de Turina nos adentran en el carácter gitano.

Los palos en el Patio Sevillano

  • De los básicos: Romance, Seguiriyas, Soleares, Tientos, Bulerías, Tangos...
  • De Fandangos: Fandango, Malagueña, taranta...
  • Regionales: Colombiana, Garrotín, Guajira, Milonga, Sevillanas, Zambra...

Del «café cantante» al «tablao»
Nos despedimos con el gran Federico García Lorca a modo de unos tientos:

Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.

Compadre, vengo sangrando,
desde los puertos de Cabra.

Compadre, quiero morir,
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.
¿No ves la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?

Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.

Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
¡dejadme subir!, dejadme
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.
Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal
herían la madrugada.


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