El encuadre se encuentra perfectamente equilibrado por los dos lienzos en blanco, humedecidos por la marea, que reposan a ambos lados de la chimenea. La luz proveniente de la lumbre crea una sensación de claroscuro con tonos anaranjados que aporta calidez. En el centro, sentada de perfil, completamente desnuda, la pintora fuma en pipa mientras espera que el fuego complete su labor. El cuidado trabajo de fotografía de esta película, que nos recuerda vivamente el que el meticuloso Stanley Kubrick ideó para Barry Lyndon, se nutre de planos exquisitamente compuestos e iluminación natural. Céline Sciamma trata de inmortalizar momentos con la cámara para que la audiencia perciba esta historia como quien recorre un museo contemplando cuadros, utilizando una narrativa casi exclusivamente visual, genuinamente cinematográfica, utilizando todos los medios a su alcance para narrar más allá de las palabras.
Créditos iniciales. Siglo XVIII. Aula de dibujo. Una alumna señala un cuadro en la pared. ¿Lo pintó usted? Hace mucho tiempo, responde la profesora. ¿Cómo se titula? Retrato de una mujer en llamas. De ahí nace el flashback que nos va a relatar cómo llegó a existir esa pintura y que comienza con el encargo que recibe su autora para ir a inmortalizar a una joven de posición acomodada.
Siglos antes de la invención de la fotografía las casas reales de distintos países que, de manera estratégica, buscaban matrimonios con los que lograr alianzas territoriales, encargaban retratos con los que “vender” a los futuros pretendientes las virtudes de sus retoños. Ni qué decir tiene que el pincel de turno trataba de plasmar una visión lo más amable posible de la realidad. El guion recoge varios asuntos interesantes que circundan la temática principal. Uno de ellos es esta práctica, aplicada en este caso a dos familias de alcurnia, que se enriquece del matiz de que la elegida para llevarla a cabo es una mujer, con lo que sale a relucir el hecho de que muchas artistas habían de utilizar un seudónimo masculino para vender sus obras y que a alguna de ellas, como a Sofonisba Anguissola, pintora de cámara de Felipe II, no se le reconociese su labor y su firma hasta hace unos pocos años.
La brillante factura técnica y la riqueza del subtexto engrandecen más todavía la sutileza de un libreto que disecciona de manera fascinante el proceso de enamoramiento, en una primera mitad que roza la obra maestra, para, posteriormente, desarrollar los vaivenes de una relación clandestina que escapaba a los convencionalismos de su época de manera igualmente sobresaliente, aunque sin alcanzar la perfección previa. Nada de esto hubiera sido posible sin los maravillosos trabajos de Noémie Merlant y Adèle Haenel, un prodigio de contención mezclado con una expresividad a flor de piel y un torrente interpretativo que eleva sus personajes y este largometraje a cotas inimaginables. Un delicado tratado acerca del deseo y de la pasión que podemos encontrar escondida en la página 28 de cualquier libro o en una tonada mal aprendida del gran Antonio Vivaldi.
Copyright del artículo © Manu Zapata Flamarique. Reservados todos los derechos
Copyright imágenes © Lilles Films, Arte France Cinéma, Hold Up Films. Cortesía de Karma Films. Reservados todos los derechos.
Retrato de una mujer en llamas
Dirección y guion: Céline Sciamma
Intérpretes: Noémie Merlant, Adèle Haenel, Valeria Golino
Fotografía: Claire Marthon
Música: Jean-Baptiste de Laubier, Arthur Simonini
Montaje: Julien Lacheray
Duración: 119 min.
Francia, 2019
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