DEL PODER
Género: Documental
Realización: Zaván.
Música: Oriol Catalá.
España, color, 2011, 73 minutos.
En Génova 2001 el enfrentamiento entre el Estado y los movimientos sociales dejó ver la verdadera naturaleza del poder. La represión policial fue la respuesta a la más numerosa protesta que se había vivido hasta el momento. Trescientos mil manifestantes vieron de frente el lado más violento de la democracia. A partir de imágenes de estos acontecimientos, tomadas de las más diversas fuentes, se reflexiona de manera general sobre la democracia, el poder y sus símbolos, el papel de los medios de comunicación, la violencia..., al tiempo que se plantea una reflexión sobre el lenguaje cinematográfico y sus posibilidades.
Son muchos los aspectos que distinguen DEL PODER de un documental social o de un reportaje televisivo. Este trabajo no es simplemente la crónica de unos hechos ocurridos en un lugar y en un tiempo determinados, una muestra más de la capacidad represiva del Estado o de la violencia de los jóvenes (según quien lo cuente). Una mirada más atenta nos descubre una variedad de matices que podrían pasar desapercibidos en un primer visionado. Quizás la clave más importante para un análisis profundo de este trabajo sean sus tres primeros planos, una suerte de evento deportivo convertido en carta de ajuste, donde las masas emocionadas enarbolan con pasión los símbolos de sus diferentes países, en una enérgica manifestación de orgullo patrio. Diferentes banderas, pero un mismo gesto, una misma emoción, una misma empatía por aquellos que nos representan como Estado de derecho, como Estado democrático, como formación política a la cual pertenecemos y a cuyas leyes debemos ajustarnos; y más grande es la empatía cuanto más grande es la victoria. De esta manera, centrando el plano en los espectadores e ignorando el motivo que los ha reunido, aficionados y evento se transforman a nuestros ojos en activistas y acto político. Este escueto punto de partida nos proporciona las ideas adecuadas a partir de las cuales reflexionar el resto de la película, formada fundamentalmente por otros activistas y otros actos políticos. El montaje, encuadrado en la corriente del Found Footage, ha sido realizado en su mayor parte a partir de material de archivo grabado por los propios activistas con medios no profesionales. En él, las imágenes se suceden, muchas veces confusas y desdibujadas. Este es un aspecto que sin duda sorprende. A este trabajo no parece importarle la apariencia de las imágenes, sino la calidad de la democracia. Una de las declaraciones de principios que aparecen al comienzo de la película nos dice: EL CONTENIDO (NO LA FORMA), declaración quizás obvia, pero que suele olvidarse con demasiada frecuencia. Esto no significa abandonar la «estética», sino relegarla. El principio es el contenido; después todo lo demás.
En este sentido, se trata de una película a contracorriente, que plantea una manera diferente de entender la forma. Si la tendencia general apunta hacia la alta definición como un valor en sí mismo, este documental nos obliga a replantearnos esa carrera hacia el realismo, del mismo modo que la pintura tuvo que replanteársela en su momento.