Revista Filosofía
Estoy leyendo la obra de Rousseau y hasta ahora me llama la atención la poca consideración al poder judicial, este parece quedar subsumido al poder ejecutivo o legislativo. Las consecuencias de no tener en cuenta que el poder judicial debe ser considerado distinto a los otros dos (al menos formalmente, ya que en la práctica siempre es problemático) es el desprecio a la naturaleza de lo que se denomina sociedad extensa frente a todo tipo de comunitarismo. Esta naturaleza de la sociedad extensa es harto problemática y está asociada a la aparición de formaciones como el Estado, o la invención de la escritura o el dinero. Todo ello prepara una relación del individuo con el otro que no pasa por la inmediatez, y esto por supuesto con largos y tortuosos desarrollos a lo largo de la historia. Desde una perspectiva cognitiva la aparición del dinero, la escritura y del Estado mismo apunta a que una cosa son los signos y otra muy distinto aquello que representan, y ese espacio intermedio posibilita de manera sistemática la simulación, el engaño, la seducción, procesos que son naturales pero cuando advertimos claramente sus condiciones de posibilidad, su control supone poder. La división de poderes aplicada al ámbito político tiene su equivalente en el ámbito antropológico. Y el poder judicial radicaría en la capacidad o el poder de expresar opiniones por parte de los individuos que viven en las mencionadas sociedades extensas. A este respecto el lugar y el tiempo que se ha convertido en paradigmático, un tipo ideal de estas situaciones es la Atenas del siglo V a. de C. y que tiene como protagonistas a Sócrates, Protágoras, Gorgias, pero también a Pericles a Tucídides y tantos otros. El poder ejecutivo tendría como correlato, siguiendo la etimología del término ejecutar, la capacidad y el control de llevar a cabo tareas con cierta autonomía por parte de los individuos, la especialización del trabajo es el acontecimiento que mejor representa esta cuestión, y es de suponer que en la Atenas del siglo V. a de C. había una larga tradición a este respecto. Es interesante como al principio de la Apología de Sócrates (la que escribe Platón) Sócrates pregunta a muchos de los "que saben" y a los primeros que pregunta son a los artesanos, estos animados por la certeza de que dominan su trabajo se creen capaces de administrar también la ciudad. Y sin embargo, este tipo de poder, el legislativo que atañe a cualquiera de los ciudadanos tiene como correspondencia antropológica, no ya la capacidad de ejecutar, sino la de acordar reglas y no tanto porque sean capaces de acordarlas desde el vacío y por tanto, no defiendo una teoría del pacto social, sino que en un momento o en muchos se descubre que ciertas reglas pueden ser variadas, cambiadas, pero para ello debe haber individuos capaces de no sentirse inmediatamente ligados al otro. Indudablemente la retroalimentación del saber-poder ejecutivo y la del saber-poder normativo permiten el desarrollo y consolidación de las actividades que hacen aparecer el dinero, mercado, escritura, Estado. Pero este proceso siempre corre el riesgo de sufrir involuciones irreductibilidades de un tipo de poder al otro. El poder judicial, por tanto, se refiere a la progresiva formalización e institucionalización de la capacidad de juzgar y de opinar sobre la realidad de los individuos que viven en sociedades extensas. De ahí que la posición de Rousseau sea muy criticable porque no ha comprendido en qué consiste tales sociedades extensas. Sin embargo, la problematización de la opinión puede ser muy útil para aquellos que precisamente van a formar parte de sociedades en las que la libertad de expresión ha de ser un elemento esencial. Y de nuevo esta problemática es la que protagoniza Sócrates y los sofistas. Pero esto es ya otra cuestión.