Probablemente la ética que más preocupa sea la ajena. Apelamos a la ética de los demás y, con frecuencia olvidamos la nuestra. En todo caso, como miembros de una sociedad que se pretende democrática, procede reclamar de nuestros gobernantes un poco de ética para, por ejemplo, usar correctamente el dinero público, dejar de tomarnos por tontos y ejercer de manera adecuada sus funciones de representación. Esta entrada pretende ser un reconocimiento a la respuesta ética de la militancia socialista, a lo único de valor que queda en este partido, a sus militantes.
Con un panorama ético tan desolador como el actual, resulta comprensible la proliferación de políticos etiquetados como outsider. Es decir, políticos provenientes de fuera del sistema de partidos, independientes, recién llegados o alternativos, que son observados por los electores como una oportunidad para golpear al sistema donde más le duele. A Pedro Sánchez, de alguna manera, lo han convertido en uno de estos. Los gerifaltes del PSOE, en connivencia con determinados medios de comunicación, hicieron todo lo posible para cargárselo. Antes de ser apartado, fue machaconamente presentado como ignorante y como peligroso para la democracia. Lo de su ignorancia no parece muy consistente si le compararmos con otros políticos. Cabría preguntarse qué políticos destacan por su sabiduría. ¿El Demóstenes que tenemos por presidente (" un vaso es un vaso y un plato es un plato", "una cosa es ser solidario, y otra es serlo a cambio de nada")? ¿El adalid de la nueva y única izquierda que elabora una pintoresca doctrina laica para justificar la concesión, por el ayuntamiento de Cádiz, de cierta condecoración a una imagen religiosa? Lo de peligroso para la democracia parece un chiste conociendo cómo se las gasta esta derecha a la que hemos permitido gobernar o cómo han actuado determinados medios de comunicación creando líderes de paja que convertirán en pira, para mayor gloria del show mediático, en el momento adecuado.
En cualquier caso, puede que Pedro Sánchez sea lo que dicen sus enemigos, pero del proceso de primarias del PSOE cabe destacar:
- La respuesta ética de la militancia.
- El valor de la palabra dada. Las bases socialistas han entendido y apoyado el no investir presidente del Gobierno al máximo dirigente del partido más corrupto.
- La coherencia personal de Sánchez al abandonar sus cargos, ante las presiones de las élites, poderes fácticos y jarrones chinos.
- La constatación de que el pesimismo de los militantes estaba motivado por la existencia de un aparato acomodado e inservible para emprender la tarea transformadora necesaria.
- La respuesta de la militancia por evidenciar que otro PSOE es posible. Si el PSOE tiene que hacer presidente a Rajoy, ¿para qué sirve el PSOE?
- Con el actual panorama electoral, ¿alguien piensa que la izquierda gobernará este país sin una unidad mínima, suficiente y necesaria?
- El valor de la democracia interna. En un sistema democrático parece lógico que todas sus organizaciones funcionen con mecanismos democráticos. No es así en todos los casos. Hay quienes se jactan de ello y quienes editorializan para que, en los grandes partidos, todo esté controlado por sus élites y sin la participación de una militancia que un día le da por elegir a Borrell en vez de Almunia, otro a Zapatero por Bono y, ahora, a Sánchez por Susana Díaz.
Pedro Sánchez, que ha sido elegido por las bases como instrumento útil para la transformación necesaria, corre el riesgo de convertirse en decepción si, convertido en aparato, desdeña el clamor ético de las bases. ¿Recuerdan aquel grito de "no nos falles" a Zapatero? Pues eso. Del PSOE, lo más decente, sus militantes.
Escucho a Alan Broadbent, Philipp Steen y Kai Bussenius:
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