Por José Ramón Narváez H.
No voy a insistir más en el hecho notorio de que la ciencia ficción es una fuente rica en enfoques prospectivos, planteamientos novedosos y posturas creativas; ahí encontramos modelos societarios, formas de organización política y sistemas jurídicos de toda índole. Por ejemplo, Ursula K. Le Guin en 1974 escribió Los desposeídos una ficción futurista y distópica proponiendo modelos políticos basados en la exacerbación de los problemas contemporáneos.
Hoy, vengo a proponerles el análisis de Sweet Tooth un cómic de DC, creado por Jeff Lemire y transformado en serie televisiva por Jim Mickle para Netflix en 2021.
En un mundo postapocalíptico y posterior a una pandemia, que muchas personas adjudican a los híbridos, personas mitad humano, mitad animal. Una fábula oscura live action con tintes sociales y políticos. Los humanos no hemos aprendido, después de manipular y querer controlar la naturaleza seguimos cometiendo errores imperdonables, el más importante quizá, buscar nuestra subsistencia sin reparar en todos los demás seres vivos, incluso en los de nuestra misma especie, basando nuestra capacidad de asociación en la apariencia. Lo híbridos son inteligentes, pero eso no cuenta al momento de cazarlos, previa criminalización.
El mundo se ha tornado inhóspito y los sobrevivientes se han tribalizado, los gobiernos han militarizado el poco espacio habitable y civilizado y abiertamente se han unido a las empresas biotecnológicas que sin escrúpulos generaron el caos. La única cultura cívica visible es la de todos contra todos, sálvese quien pueda; el modelo capitalista en su máxima expresión.
Voy a referirme al episodio 4 “Salsa Secreta” donde nuestro protagonista descubre una comunidad de adolescentes que en el “fin del mundo” se quedaron huérfanas y huérfanos, la mala gestión medioambiental de la generación anterior llevo a la parcial destrucción de la tierra, ahora se han organizado para tener una organización social muy horizontal a través de asambleas y tratando de proteger a los híbridos; el capítulo tiene muchos elementos que rememoran a la célebre novel El señor de las moscas, aunque aquí el liderazgo es mayoritariamente femenino. Esta comunidad es un oasis en un desierto de caos, aunque ciertamente no han abandonado la violencia y tal vez la moraleja es justo esa, que toda violencia ínsita en una revolución termina por consumir a sus creadores.
Hoy bajo el nombre democracia animal, encontramos distintas propuestas: por un lado, los potenciales aprendizajes de algunas especies animales respecto de su organización social, y es que nuestras democracias adolecen de tantas cosas, pero, sobre todo, se encuentran en un impasse creativo, así que tal vez, si miramos a otras especies con mayor apertura tal vez aprendamos algo nuevo.
Es posible que el antropocentrismo y nuestra tremenda arrogancia nos haga pensar que somos la crema y nata del mundo animal, pero somos la única especie capaz de terminar con el mundo.
Por otro lado, bajo el membrete democracia animal, encontramos planteamientos a través de los cuales se propone la consideración de las especies animales cada vez más juegan un papel determinante en la vida cívica; un gran sector de la humanidad socializa con y a través de animales de compañía que representan un factor determinante en sus vidas; desgraciadamente el mercado encontró una nueva manera de manipularnos emotivamente apelando, otra vez, a nuestro egoísmo.
En cualquier caso, es urgente reinventarnos, y reinventar la democracia, que siempre será animal porque nosotros no hemos dejado de serlo; y eso no es algo peyorativo, por el contrario, urge reorganizarnos para evitar nuestra extinción, y eso será sólo posible creando sistemas democráticos donde necesariamente estén consideradas las demás especies, lo que decidamos en conjunto políticamente les afecta y viceversa, lo que les suceda repercutirá faltamente en nuestra existencia.