Estas cosas no pasaban con Franco, decían del Chikilicuatre nuestros "compatriotas más patriotas" de la España Cañí de Manolo Escobar. Ahora llega Karmele y ¡claro! esto no se puede repetir -dicen desde las instancias gubernamentales socialistas-. No me cabe la menor duda que el personaje es una pura campaña para hacer pasta a través del llamado merchandising y donde Telecinco, cadena televisa en declive, ha visto la oportunidad de hacer negocio y anunciar el respaldo a su periodista convertida en Popstar Queen, esencia de Eurovisión, con lo que esto lleva de cadenas de SMS de pago, y relleno de telebasura con contenidos a costa de esta mujer, cuyo nivel de ridiculez parece sin límites. Vale, hasta ahí bien. Pero... ¡claro!, me pregunto yo, que al haber eliminado a esta persona del concurso que se suponía democrático, no os parece que, a pesar de ser anecdótico, es un ejemplo de que nos cuesta aceptar la democracia, nos cuesta aceptar que los españoles, si queremos, si nos da la gana, decidamos mandar un mamarracho a cantar Eurovisión. ¿Quién es el guapo que tiene que decir a los españoles, a los italianos o a los cameruneses, quién es correcto y quién es incorrecto para representarnos en un concurso? ¿Los políticos se presentan a una preselección para ser elegidos? ¿Decidimos quién se puede presentar y quién nó a la oposiciones para Jueces? En definitiva es una sublime perversión de la democracia, parece volver a aquello de la Ilustración, de todo para el pueblo pero sin el pueblo. Yo creo, y quizás pueda ser muy exquisito en la reflexión, que este hecho tan poco relevante a primera vista, es uno más de la debilidad de las democracias cuando estas se arrogan la capacidad de seleccionar lo correcto de lo incorrecto. Si no podemos atrevernos con una canción, cómo nos vamos a atrever a cambiar el sistema político y aún más el sistema económico. En más de una ocasión he expresado aquí y en otros foros, que precisamente la izquierda, en estos momentos de debilidad, la única y mejor manera que tiene para su renovación es la de la radicalidad democrática, casi asamblearia, todo lo contrario a lo que hoy sucede, donde la democracia parece tender a aquel invento de tiempos pasados: la democracia orgánica, donde unos "elegidos" (no votados) deciden por todos nosotros. Pués yo pido que no decidan por mí y que me dejen elegir a Karmele o al Chikilicuatre, si quiero que me represente en Eurovisión, porque a lo mejor lo que estoy votando es por cargarme ese cutrerio del "United Kingdom, two points...". Viva la Democracia y reivindico definitivamente que me dejen poder equivocarme, ya pagaré con las consecuencias de ello, que somos mayorcitos.