Hay quienes defienden que la industria armamentística crea empleo y genera beneficio. ¿No será que hiere, destruye y mata? La construcción de barcos de guerra, armamento y municiones puede ser una actividad muy lucrativa, pero cómo valoramos las heridas, el dolor y las muertes que provoca. ¿Cuántos seres humanos mueren por los productos de esta industria? Mal asunto cuando se prioriza el empleo o la creación de riqueza olvidando el daño causado.
La lógica más elemental dice que la toma de decisiones políticas debe estar condicionada a unas pautas tan simples como el conocimiento de la situación, el análisis de las consecuencias, un cierto acuerdo entre los implicados y una mínima complicidad con los programas políticos y éticos que cada uno representa.
Los partidarios de las guerras hablan de contiendas justas, de guerras necesarias; confunden justicia con intereses, poder y sometimiento. Por ello, cuando desde el poder político se afirma estar contra la guerra y se actúa facilitando armamento para la misma, surgen las excusas sin fundamentos y las explicaciones inverosímiles. Por cómo ha explicado el Gobierno la venta de armas a Arabia Saudí ("esa clase de armamento es de precisión, no produce efectos colaterales "), se puede decir que balbucea atolondradamente en la contradicción a la vez que desprecia nuestra capacidad de entendimiento.
Aunque algunos se empeñen en repetir que las ideologías han muerto, el día a día demuestra todo lo contrario. Siempre es y será necesario mejorar la vida de las personas más necesitadas con políticas sociales, combatiendo la desigualdad y la injusticia social. Esa es la diferencia ideológica; todo lo demás es demagogia y postureo para impresionar, a veces para engañar, a los más distraídos. Ser de izquierdas no es cómodo en estos tiempos, cuando el Gobierno actúa como lo hace en algunos temas o cuando referentes de la izquierda escriben artículos comprendiendo, justificando o blanqueando a Salvini: ¿Fascismo en Italia? Decreto dignidad. Que las ideologías no han muerto, es tan evidente como que hay gobiernos de derechas y otros que no lo son. Por decirlo de manera suave: sabemos que los gobiernos de derechas no se han caracterizado por legislar en favor de los derechos sociales, ni por la igualdad de oportunidades, ni por la ampliación del estado del bienestar o por la justicia social. Tampoco han sido gobiernos de derechas los que han propiciado la universalización de la sanidad y de la enseñanza, la igualdad entre mujeres y hombres o el reconocimiento de los derechos de las personas homosexuales; ni quienes impulsaron la ley de dependencia.
Para las personas de izquierda hay determinadas palabras, que siendo patrimonio de todos, adquieren un significado especial. Pienso en solidaridad, justicia, universalidad, ecología, multicultural, paz, igualdad, compromiso, coherencia y tantas otras que, no siendo de nadie, tienen un vínculo especial con quienes nos sentimos de izquierdas. Por ello, cuando la política se desentiende de estas palabras y de sus significados; cuando estas palabras, manoseadas por los demagogos, están a punto de caducar, es preciso no actuar como cómplices del fraude. ¿Significa esto desinterés por la política? Todo lo contrario. Es conveniente rechazar la politiquería y mostrar interés por la política. Hay que estar atentos; los dirigentes nunca son de fiar.
Escribía Daniel Innenarity que "la democracia está para que cualquiera pueda gobernar". No me parece mal, pero requiere de una ciudadanía atenta y vigilante para, llegado el caso, optar por personas eficaces, competentes y comprometidas con esas palabras tan significativas.