Las decisiones sobre cómo debe aplicarse la ciencia en la medicina, el medioambiente, etc., deberían debatirse en círculos mucho más amplios que la comunidad científica.Martin Rees, 2003.
Mientras nuestra capacidad de decidir qué ciencia pura y qué ciencia aplicada queremos desarrollar se limite a ejercer nuestros roles de consumidores en las tiendas, de votantes en las mesas electorales, de pacientes en los hospitales y de usuarios en Internet, el debate ciencia pública versus ciencia privada, al igual que el debate izquierda versus derecha, es un debate que, como diría Nietzsche, "favorece a los muchos a quienes les gustaría parecer independientes e individualistas y luchar por sus opiniones". Por mucho que se diga, ni la alternativa al libre mercado es necesariamente más Estado (socialdemocracia, comunismo, etc.) ni la alternativa al Estado es necesariamente más libre mercado (neoliberalismo, anarcocapitalismo, etc.).
Cabe insistir en la existencia de un falso dilema: o ciencia estatal (en última instancia en manos de tecnócratas) o ciencia capitalista (en última instancia en manos de accionistas). Visto así, ciencia privada o liberal y ciencia pública o socialista serían dos eufemismos que esconden dos tipos distintos en las formas pero idénticos en esencia de monopolizar el conocimiento y sus aplicaciones. En ninguno de los dos casos se cuestiona la jerarquía, la centralización y, por ende, la desigualdad de poder entre los que están arriba y los que están abajo, entre los que están en el centro y los que están en la periferia, entre los que producen el conocimiento y los que se adaptan a él a duras penas.