"Entonces el viento cesó y sentí físicamente cómo el otoño se apoderaba de la tierra, de las hojas muertas y de las hojas aún vivas. Había por todos lados una peligrosa desazón por segar la vida, o por vivir sobre todas las cosas. Me sentí reconfortada por esto último, como si asistiera también a algún renacimiento."Qué casual puede ser la elección del momento de lectura de un libro, pajaritos. Qué acertada sin premeditación alguna alcanza a ser a veces dicha elección, como si todo se confabulara para aumentar aún más si cabe la sublime comunión que se establece a veces entre lector y escritor. Ve esta reseña la luz en noviembre, pero han sido los últimos días de octubre los elegidos por azar o por intuición lectora para adentrarme en las últimas páginas que la gran Ana María Matute dejó escritas. Octubre, precisamente el mismo mes que la premio Cervantes escogió para desarrollar la trama de su última novela. En estos días de hora cambiada en los que la noche se come a la tarde, en estos días en los que el sol ya cansa y el calor se resiste a abandonarnos, en estos días en que las horas oscuras nos regalan sus primeras y tenues heladas, en estos días que preceden a esa última noche ya primera de noviembre en que se rinde culto a los muertos, comienzo e inacabo "Demonios familiares". Y sí, puedo decir y afirmar con certeza, que yo también sentí como el otoño se apoderaba de la tierra.
Portada de Demonios familiares
La escritora catalana nos lleva y nos planta en un pueblo del interior de España. Estamos en el año 1936, cuatro dígitos que marcarán la Historia de nuestro país. Eva regresa a casa tras un año en el convento. Vuelve sin saber muy bien por qué se fue. ¿Para escapar, quizás? ¿De una casa en la que nunca halló afecto, de una familia que nunca la supo querer y de la que nunca aprendió a hacerlo?"Aunque ahora pienso que yo no había sido una niña triste, sino una criatura atrapada en una extraña melancolía, la contradictoria añoranza de algo que no se ha conocido nunca."Eva vuelve a una casa habitada por fantasmas, tanto vivos como muertos. Ana María Matute crea un universo propio en esa casa, un mundo en el que las palabras no pronunciadas cobran más importancia que las enunciadas, en el que se grita de noche y en las horas de luz se calla. E inventa también para ese universo pequeños microcosmos que son como un ráfaga de aire a veces fresco, a veces denso y cargado: el bosque exterior, que parece querer adentrarse en la casa en cuanto una puerta se abre y el desván, ese en el que tantas horas pasaba Eva de niña y que ahora parece hacerle promesas de algo bueno por venir. La casa almacena secretos y amenaza estar a punto de desbordarse de ellos.
"Esta casa -me dije una vez más- parece amasada con frases y palabras retenidas. Todas las paredes están hechas de silencio, hasta de aliento contenido."La también autora de "Olvidado rey Gudú" teje con maestría una atmósfera que atrapa, envuelve y ancla. Nos deja prisioneros de esas paredes de silencio y lo hace de tal manera que casi se nos olvida que estamos dentro de una novela y que algo tiene que pasar. Y sigue tejiendo con habilidad de sabia anciana, teje la trama y la enreda entre esa atmósfera envolvente. Va tejiendo nudo a nudo, sin que nos demos cuenta al principio, pero la pelota va creciendo, y cuando menos lo aguardamos, explota, y de qué manera. Empiezan a desvelarse secretos y a crearse otros nuevos. También pasa algo inesperado que lo revolverá todo. En esa niña que empieza a ser mujer que es Eva, comienzan a abrirse emociones nuevas y contradictorias: traición, culpa, deseo,... Y Eva nota esa transformación, nota que está empezando a vivir. Ya no es la niña tonta que hace lo que todos quieren, ahora toca tomar sus propias decisiones. Poco sabe entonces del incierto y peligroso alcance de éstas.
""Creo que va a suceder algo que deseo sin saberlo." Aún no me había dicho a mí misma que a menudo cuando un deseo se cumple, todo un mundo muere."
desván. Fotografía de José Antonio Alonso
No sé qué debería hacer ahora, pajaritos. ¿Dejar un párrafo en blanco a modo de puntos suspensivos? ¿Dejar inconclusa la reseña al igual que ha quedado la historia? Era el momento temido a pesar de saberlo de antemano. Novela inacabada, así la han calificado. Yo prefiero llamarla novela interrumpida, porque es como he sentido su final, como una interrupción, o mejor dicho, como una brusca interrupción. Además, como si un libro se acabara por el mero hecho de pasar su última hoja. Ana María Matute se fue antes de poder concluir la escritura de "Demonios familiares" y con ella se llevó el resto de la novela que ya tenía acabada en su cabeza. Y uno no puede evitar echar en falta el desarrollo y desenlace de esa historia que Matute imaginó plagada de demonios y que a mí se me antoja un engendro de monstruo, del enorme monstruo en que se hubiera convertido esta novela de haber tenido tiempo de escribirla completa; como tampoco puedo evitar sentir ya la añoranza por esa gran dama de la literatura que ya no volverá a regalarnos su magia creativa."Quisiera que mis libros duraran porque yo estoy en ellos. Y si alguien me ha querido y me recuerda, y me quiere volver a encontrar, yo estoy allí". Este es el mensaje póstumo que esta grande de las letras nos dejó a través del programa 'Epílogo' de Canal+. Yo también sigo allí, en su novela que se me figura teñida de tragedia y en ese bosque. Ese bosque de árboles centenarios de raíces profundas, que alberga secretos y descubre anhelos, ese bosque que en mi imaginación ha cobrado mayor importancia si cabe que la casa familiar. Estoy aquí escribiendo, en una tarde oscura de octubre, tendría que caminar algún kilómetro para llegar al bosque más cercano, todo un lujo viviendo en una ciudad, pero no hace falta, lo huelo, lo huelo desde aquí, sin necesidad siquiera de abrir la ventana de mi cuarto, huelo a tierra húmeda, y lo sé, sé que a partir de ahora ese olor será siempre para mí el olor de un pequeño hada de pelo blanco, sé que para mí el olor a bosque permanecerá ya para siempre en mi mente inexorablemente unido al recuerdo de Ana María Matute y sus novelas.
""Huele a bosque", pensé, aunque probablemente eran figuraciones mías. Pero me parece que emanaba el olor de las raíces, de las hayas, de los robles y de la hierba. Aquel olor salvaje que me acompañaba desde niña, que nunca he podido olvidar y siempre, a través de los años y la distancia, me devuelve a Berni."
Llum da tarda. Fotografía de Joan Sorolla
Ficha del libro:
Título: Demonios familiares
Autor: Ana María Matute
Editorial: Destino
Año de publicación: 2014
Nº de páginas: 184
Más sobre "Demonios familiares"
No puedo concluir esta reseña sin hacer mención a las páginas que María Paz Ortuño, amiga y colaboradora de Ana María Matute, le dedica a ésta y a su novela al final de la misma. Me han conmovido profundamente.
Os dejo el enlace para que podáis disfrutar del primer capítulo de este gran arranque de novela y un vídeo de NCI Noticias con un resumen de la presentación de "Demonios familiares".
Primeras páginas de "Demonios familiares"
Vídeo de NCI Noticias sobre "Demonios familiares"
Y el próximo viernes... la historia de un matrimonio infeliz, la historia de un joven que empieza a vivir su vida a través de la de otros. Una historia de culpa, perdón y verdades ocultas. "Así empieza lo malo", la excelente última novela de Javier Marías.