Revista Arte
El libro de Elena Poniatowska, La noche de Tlatelolco, pretende describir, de una forma testimonial, los sucesos acaecidos en torno a la Plaza de las Tres Culturas, en el zócalo de México, el año 1968. Aquel año y en aquel lugar murieron al menos una centena de estudiantes bajo el fuego de la policía y el ejército, que pretendían reprimir a los manifestantes.
El texto de Poniatowska, un relato periodístico con una estructura arriesga y excelente, consigue dar voz a las distintas sensibilidades que se organizaron en torno a esos sucesos: los estudiantes, sus familiares, los obreros, los vecinos, las gentes que directamente se quejaban de los estudiantes... No acaba de esclarecer unos hechos que aún hoy se desconocen. Pero si muestra una perspectiva de la sociedad mexicana del momento y las sensibilidades y debilidades de los colectivos que estuvieron implicados en el suceso. Sin embargo, como todo testimonio, por momentos resulta sesgado o parcial, entre otras cosas, porque la autora no va a poder recoger el testimonio de todo el mundo aunque lo intente.
A raíz de las críticas vertidas en torno a la posible falsedad del testimonio de Rigoberta Menchú, este género se encuentra hoy en día en una sospecha permanente en Latinoamérica. Es por eso que no entiendo por qué no se le da una oportunidad a la ficción para narrar este tipo de atmósferas. Es cierto que la ficción también se encuentra en una sospecha permanente. Pero cuenta con mayores recursos estilísticos.
Es muy curioso que una de las anécdotas que más se comentan en el texto de Poniatowska, la que narra el encierro de una estudiante mexicana en los lavabos del campus de la UNAM y su posterior supervivencia durante quice días, aterrorizada por la invasión militar de dicho campus, sea el punto de partida de la novela Amuleto, de Roberto Bolaño, y también aparezca mencionado en su magna obra, Los detectives salvajes. En ambas, pero especialmente en Amuleto. la uruguaya Auxilio Lacouture se dedica a narrar el espíritu y los acontecimientos que tuvieron lugar en 1968 en México. Dado el profundo mensaje simbólico del relato de Bolaño, y el hecho de que con una obra ficticia y en muchos momentos surrealista, el autor captura el espíritu de la sociedad mexicana de la época, uno se convence de que hay que darle una oportunidad a la ficción para comprender el mundo.