Bohemia y alegre, colorista y pintoresca, Denia se negó a seguir ese afán del turismo de masas. Quizás aquí, al pasear por su paseo marítimo y por sus tranquilas playas de roca y guijarros, nos preguntemos si somos lo suficientemente inteligentes al no apreciar y valorar lo que la naturaleza nos ofrece y nosotros destrozamos. La sentiremos con los cinco sentidos al contemplar esa amalgama de casonas que se extienden a lo largo de la costa acompañadas de palmeras, glicinias y jazmines; la escucharemos entre el estruendo de las gaviotas y el bullicio de los barcos pesqueros cuando entren desde la mar hacia la lonja después de un día de pesca; cerraremos los ojos cuando nuestro apetito nos pida un plato de arroz a banda o cuando paseemos entre sus casas encaladas y decoradas con fragantes flores en sus ventanas.
Y cuando nuestra mirada se dirija hacia el casco antiguo de Denia veremos como unas murallas se van desplazando por la ladera de la montaña y van desapareciendo detrás de los tejados. Allí, en lo más alto, el castillo que la resguardó durante siglos. Y a su lado, esa mole rocosa que se eleva al lado al lado del mar y que forma parte del Parque Natural del Montgó.
Fueron los íberos los que construyeron un poblado en el s. VII a.C. Siglos después, los romanos tomaron esta pequeña ciudadela fenicia a la que llamaron Dianium. Con la desaparición del Califato de Córdoba, Denia se convirtió en la capital de una taifa que llegó a conquistar Mallorca. Supo aprovechar su posición estratégica para mantener su relación con otros puertos del Mediterráneo y del Al-Ándalus. Aquí llegaron mentes privilegiadas: teólogos, poetas, escritores y pintores. A raíz de la Reconquista la ciudad se fue fortificando. Sin embargo supo mantener su identidad. No se edificaron cúpulas de catedrales porque se prefirió defender la palabra y el arte como expresión de una cultura. La ciudad fue creciendo dentro de sus murallas mientras que al lado del mar quedaron tan solo las casas de los marineros y sus lugares de trabajo.


Portal de la Vila
Una fortaleza que comenzó a construirse en época musulmana y que tuvo especial protagonismo durante la guerra de Sucesión ya que los dianenses apoyaron al perdedor archiduque Carlos. Felipe V ordenó arrasar el castillo y apresar a sus habitantes. Cuentan que solamente quedaron con vida treinta personas entre ancianos y pobres. A mediados del s. XX restauraron algunos tramos de muralla, torreones y el Palacio del Gobernador.
Torre del Consell
Después de visitar el museo que hay en la Torre del Consell podemos recorrer dos zonas que vamos a diferenciar a simple vista.
Vistas a la montaña del Montgó
Si comenzamos a andar hacia nuestra derecha vamos a conocer la zona de la fortaleza más deteriorada. Porque además de las batallas que fueron destruyendo el castillo los dianenses se vieron obligados a derruir parte de sus murallas para que el casco urbano fuera ampliándose.

Torre del Mig
Entre los bosquetes de pinos hay algunos restos de estancias y torreones. Estamos paseando entre bancales. Cuando el castillo pasó a manos privadas fue adaptado para el cultivo de la uva moscatel. Esa que tanta fama internacional dio a Denia a principios del siglo XX.Y retomamos alguno de estos senderos para ascender por el camino empredado que nos va a llevar entre jardines, aljibes y torreones a lo más alto de la fortaleza y al Palacio del Gobernador. Si entramos en el Museo Arqueológico vamos a conocer un poco mejor la historia de Denia entre bronces islámicos, ánforas, vasijas…







Y qué mejor que terminar nuestro recorrido con un paso tranquilo por el puerto deportivo y en dirección hacia una de las playas más hermosas del litoral alicantino hacia el Cabo de San Antonio.

Vistas desde el Cabo de San Antonio

