Muchos todavía no se han enterado de lo que ha pasado en Valencia. Otros incluso viéndolo, tampoco se han percatado de lo que se ha vivido en la ciudad. Y es porque el bien no hace ruido sino que se palpa. Uno lo recibe. Esto mismo es lo que ha sucedido desde el pasado sábado, hace justo hoy una semana.
Taizé. Llegó por primera vez a mis oídos durante mi estancia en Dublín hace ya tres años. Me contaron que era una comunidad ecuménica (protestantes, ortodoxos y católicos) pero no tuve la oportunidad de conocer qué era, cómo vivían y cuándo se reunían. Sí pude conocer los cantos al participar en una misa estilo Taizé. Eran cantos sencillos, con versos sacados de la Biblia, repetitivos pero armónicos. La Misa, ambientada con luces naturales de velas y esas canciones, invitaba al recogimiento de una forma especial.
Taizé. Es un pueblo francés. Allí se encuentran personas venidas de todas partes del mundo. Se reúnen para rezar juntos. Se encuentran para reflexionar por grupos. Cantan y conviven juntos. Es un reflejo de fraternidad, una experiencia de caridad, una vivencia de respeto. Allí conviven personas de diversas confesiones pero conviven pues es una comunidad. Allí se hace posible y visible la reconciliación y unidad de los cristianos.
¿Qué ha sucedido en Valencia? Un pequeño gran milagro. A veces nos parece que los milagros no suceden, que tienen que ser extraordinarios, con luces, con sucesos inverosímiles. Milagros que la razón no entiende o no puede captar. Y estamos equivocados. Los milagros suceden a diario. El milagro es poder convivir. ¡Exageras! Pues mirad a nuestro alrededor, escuchad las noticias, leed los periódicos, acoged las inquietudes de vuestros amigos... No hay esperanza, no hay amor, no hay alegría, no hay misericordia, no hay vida. ¡Exageras! Pues mirad a nuestro alrededor, escuchad las oraciones de la gente, leed las miradas de los de la calle, acoged las llamadas de ayuda al necesitado... No se respira tranquilidad, no se respira paz, no se respiran sonrisas, no se respira esperanza. ¡Exageras! Pues mirad.
Es una pena que no hayan venido más jóvenes de esos 15.000 que ha acogido Valencia pues muchas personas, familias y organismos se han quedado sin conocer ese pequeño gran milagro de la convivencia en sus propias casas. Han sido pocos días de Encuentro Europeo de Jóvenes pero los suficientes para palpar el espíritu de familia, un ambiente de apertura y un gran respeto. Todo esto choca en nuestra sociedad. Todo esto interpela nuestras vidas. Todo esto nos hace preguntarnos. Todo esto posibilita la esperanza. Todo esto nos hace crecer por y para dentro.
El título de esta entrada lleva el "dentro" por haber podido participar en la organización de la acogida de jóvenes en la parroquia de mi barrio; y "a un lado" por no haber podido participar de todo lo que este Encuentro tenía organizado. Ese "dentro y a un lado de Taizé" se ha completado gracias a la acogida que hemos hecho en mi piso de tres jóvenes croatas. Chicas con estrenada mayoría de edad y otra con dos años por delante para estrenarla. Eran católicas. A título personal, me hubiera gustado acoger a jóvenes protestantes u ortodoxas para conocer de primera mano estas confesiones en lugar de investigar por Internet o preguntar a un conocido. Aun así, es bonito vivir la experiencia de compartir la fe. Abríamos y cerrábamos el día juntos. El regalo de esta Navidad ha sido el rato de oración compartido con estas croatas. Oración con el corazón en croata y en español, en unión, en silencio, en acogida. ¿No es ésto lo que buscamos? Poder entendernos, poder compartir, poder hablar en confianza. Independientemente de dónde vengamos, adónde vayamos y cómo sea nuestro pensamiento.
El amor se palpa, no entiende de idiomas pues son gestos más que palabras. Y estos gestos han llenado los dos días de acogida en la parroquia, las oraciones comunes en las carpas, las Misas y oraciones en la iglesia y la convivencia con estas croatas. Gestos como son una sonrisa y un abrazo en cuanto se produce el encuentro; dejar asiento, fregar lo utilizado, recoger lo que puede impedir paso o incomodidad; respetar un momento de oración e incluso pararse, unirse aun no entender nada y permanecer en silencio en señal de respeto. Son incontables por ser muchos; pero son palpables, saltan a la vista. Y llenan la vida de cada uno que los ve o tiene la dicha de recibirlos. ¿Puede esto perdurar? Quien está detrás y delante de esto son personas. ¿Podemos nosotros, las personas, haced que esto perdure?
Taizé no es más que una realidad, entre muchas, que propone un estilo de vida y vive lo que propone. Y esta pasada semana Valencia ha tenido la gran bendición de vivirla en sus carnes, dentro de casa y fuera de ella. ¡Qué grande es la Iglesia de Cristo! Quien hace posible todo esto. Las personas podemos hacer que perdure pero sólo Él lo hace auténtico. Aquí está mi respuesta a la pregunta final del párrafo anterior. Nosotros podemos hacer que perdure el ecumenismo, la fraternidad y cuanto de bueno hay en Taizé y en todas las confesiones del mundo, pero podemos equivocarnos en cómo lo estiremos en el tiempo. El único Dios, que nos ha juntado en la misma tierra, sabe cómo. ¿Queremos preguntarle, acoger su respuesta y vivir auténticamente? Vivir en el Amor que se refleja en gestos de fraternidad, de acogida, de respeto.