Strangelove...


Deduzco entonces que DM se ha convertido en una especie de seguro contra la melomanía, uno no muy grato, por cierto. A veces me lamento por haberlos conocido tan joven, y con ello haberme negado al placer de apreciar a otras bandas como se merecen. Lo admito, muchas, muchísimas son excelentes, me atrevería a decir que quizás más virtuosas pero –al igual que en el amor– mi pasión por ellas, pese a ser muy intensa y en ocasiones rayana en la obsesión, se esfuma pronto, mucho más de lo que desearía. Al final, siempre regreso a ellos. El amor verdadero existe, el mío –dejando a un lado a quien de ahora en adelante denominaremos el Señor X– se llama Depeche Mode.

