Revista Pareja
Un hombre decide separarse porque afirma no querer a su mujer. Con la separación le surge una tristeza que lo embarga día a día y piensa que se ha equivocado. Pide volver y la mujer le acepta. Un año después vuelve a pasar por el mismo proceso. Esta vez acude a un psicoanalista. En la primera sesión, el especialista se da cuenta que el paciente está bajo un proceso de depresión. Desde hace dos años ha ido perdiendo el interés por todo aquello que era su vida, incluido mujer e hijos. El trabajo ha dejado de generarle placer y acaba achacando su estado de tristeza a la pérdida de amor hacia su mujer. En posteriores sesiones se confirma que el paciente padece de depresión, estado que le ha ido haciendo perder el interés por todo aquello que formaba su vida. Con frecuencia nos encontramos parejas que se separan aludiendo a una pérdida de amor o de deseo. Cuando esto sucede, debemos descartar que la persona no se haya bajo una depresión enmascarada. La depresión hace perder las ilusiones, el amor, el deseo hacia la vida. Como no se sabe el origen de la misma - ya que la causa es inconsciente- se piensa que la tristeza tiene que ver con haber perdido el amor hacia la otra persona y es al contrario, la depresión ha retirado el interés por la otra persona y por el resto de cosas, es decir, que la depresión ha sido la causante de la pérdida del amor y del deseo. No es fácil llegar a este diagnóstico, ya que las manifestaciones de un estado depresivo siempre están enmascaradas. Ante una separación de pareja por las causas citadas anteriormente, se debe descarta la existencia de una depresión, como causa principal de la crisis de pareja.