Revista Opinión

Desapariciones de niños y el burkini de Soria

Publicado el 05 septiembre 2016 por Vigilis @vigilis
En lo que va del ex-ministro de Industria José Manuel Soria al burkini, pasando por las desapariciones de críos, tiene que haber algo más que la competición por la audiencia televisiva y el aumento de las ventas de una prensa en horas bajas. Tiene que haber algo más que clics facilones que proporcionen visibilidad a los anunciantes que pagan la prensa digital. No quiero aceptar que los dramitas semanales que produce el pánico moral sean provocados por el secular asunto de las lentejas del personal. No quiero. Y es que si todo al final del día se reduce al vil metal nuestra sociedad sufre un grave problema de disonancia cognitiva: grandes proclamas morales serían el envoltorio de un mero mercadeo de tahúres.
No, no puede ser. ¿Nosotros? No.
Nosotros, la gente que vive en este preciso instante, estamos motivados por la más alta exigencia moral. Cuando criticamos a un corrupto es porque valoramos la trasparencia, cuando criticamos una prenda de ropa es porque en el fondo esa ropa nos hace pensar en aquello que crea comunidad y al criticar a quienes prohíben esa ropa construimos un bonito altar moral donde purgar los pecados del padre.

Desapariciones de niños y el burkini de Soria

Pocos altares más bonitos que este.

Entre lo que se ve y lo que no se ve hay un ejemplo especialmente trágico que es el de las desapariciones de niños o de adolescentes. En un momento se da la alerta de una extraña desaparición y durante días los medios y las tertulias se centran en hablar del caso, mantenerlo caliente, las primeras horas son las más importantes, etc. Es muy raro esto cuando cada año en España hay miles de denuncias de casos de desaparición. De hecho, cada año hay docenas de niños de los que jamás se vuelve a saber nada. Si todos los casos son igual de sangrantes entonces cada día los noticieros tendrían que informar de media docena de casos. No lo hacen. Se habla de algunos, especialmente en verano, y no de otros.
Aquí todo el mundo labra una ebúrnea torre de ética inquebranable mientras habla de lo que ve y no habla de lo que no ve. ¿Cómo quedan las fotos del desaparecido en papel y en cámara? ¿Qué contactos, capacidades y posibilidades tienen unas familias y no tienen otras? Cuando se empieza a rascar en lo que no se ve entonces aparecen los monstruos. Y a nadie le gustan los monstruos porque los monstruos, cuando cae la noche, siempre esperan al otro lado del espejo. A ninguno nos gusta vernos feos en el espejo. A ninguno nos gusta la ropa que relegamos al fondo del armario.
Ahora, hablar de los monstruos de los demás es deporte nacional. 
Retomo el mencionado pedestre asunto del ex-ministro (a ver cómo hilo estos asuntos). El ex-ministro Soria dimite por no reconocer en una declaración pública su participación en una empresa. Meses después en su calidad de funcionario es nombrado para un puesto que le corresponde por mérito laboral en una institución internacional. El caso es que los partidos contrarios al partido del gobierno rechazan que este señor pueda continuar su carrera laboral por haber dimitido en su carrera política. En estos años está de moda que los partidos pidan transparencia y responden a una sana demanda de acciones contra la corrupción política, etc. Respecto a la corrupción política todos los partidos dicen lo mismo pero critican un caso que no es de corrupción política, respecto a la transparencia todos pugnan por publicar sus cuentas en Internet (lo que se ve) y de paso no informar jamás del número de afiliados que tienen (lo que no se ve).
¿Cómo se relaciona el asunto del burkini con esto? (En serio, si os logro convencer que todo esto está hilado, me invitáis a un chuletón). En el asunto del burkini nuevamente tenemos diferentes capas. Por el tono y las expresiones empleadas por los autores de artículos de opinión que trataron el asunto yo diría que lo del burkini es una arista más del debate más sobre la integración en nuestra sociedad de gente con extrañas costumbres. Qué grado de adaptación al otro y cuánto está dispuesto a ceder cada grupo. Hubo quien llevando el asunto a la cuestión de la convivencia cívica defendía que mientras algo no haga daño, sea voluntario, etc. no hay motivos para prohibirlo. Posiciones morales como esta, pasadas por la lavadora veinte veces hasta perder color, son las más habituales. En ninguno de estos artículos de lo que nadie habló fue de las razones usadas para prohibir el burkini en varias playas francesas. Por ejemplo, en Bastia (Córcega) había turistas sacando fotos en la playa y unos señores de los que llevan a sus mujeres como mesas camillas se enfadaron tanto como para pegar a un crío que avisó a su padre, quien a su vez avisó a su cuñado, etc. el resultado fueron varios heridos, coches incendiados y el típico ambiente de convivencia que el mero buen rollo solucionará por sí solo porque somos personas maravillosas. De lo que tampoco se habló mucho es de cómo en países de mayoría musulmana el burkini no está permitido en muchos sitios (Marruecos, Albania). De lo que ningún artículo habló fue de lo que pasaría si el autor del mismo fuera el padre del crío al que un señor le cruzó la cara en aquella playa. Estoy completamente seguro que estos mismos articulistas le echarían la bronca a los pasajeros de un vagón de metro que no hacen nada mientras se produce una agresión. ¿Quién quiere aulas de filosofía y misas en latín cuando contamos con legiones de moralistas tan intolerantes —en el sentido estricto de la palabra— como variables en su intolerancia?
Desapariciones de niños y el burkini de Soria

Esas preciosas torres morales labradas en marfil, con filigranas de una delicadeza exquisita. Esa fantasía de plantear la condición humana como una pizarra en blanco y de describir al otro como si quisiera exactamente lo mismo que tú. Ese rostro afable de señora de media edad que inspira confianza en tertulia matutina para amas de casa que tuerce el gesto de dolor impostado ante el trágico caso de la desaparición de una adolescente que casualmente da bien en cámara, mientras en ese mismo día ya ha desaparecido otra media docena de chavales. Esos golpes en el pecho de diputados de provincias exigiendo infinita transparencia al otro mientras los dos comparten que la transparencia tiene límites porque entre bomberos no vamos a pisarnos las mangueras.
Hay cosas que se ven y hay cosas que no se ven. Como en los trucos de magia, la clave es fijarse en la mano que el mago no usa. Solamente al especular con lo que no vemos seremos capaces de sacar alguna lección mientras los flashes nos hacen voltear rápidamente la cabeza de un lugar a otro como un juez de tenis.
La mauvaise reputation de Brassens (extraña versión en español):


Volver a la Portada de Logo Paperblog