Revista Espiritualidad

Desapego

Por Ane
 
Muchas veces llamo desapego a la forma de protegerme contra el dolor de perder o de no obtener aquello que es precioso para mí.
¿Qué sucede con el desapego mal entendido? Pues que se apodera de nosotros el demonio del mediodía, el pecado de los monjes, uno de los obstáculos en la Vía, uno de los errores que matan el alma: la acidia, normalmente conocida como pereza. El error que todo lo deja estúpidamente en manos de Dios sin darse cuenta de que somos las manos y los pies y la lengua de Dios. O nos movemos nosotros o aquí no se mueve nada. Para bien o para mal. Con mejor o peor acierto. Que Él se encargue de enderezar los caminos, que para eso es Dios. Yo me dedico a servir que es lo mío y lo que me corresponde. Y a continuación sacudo mi manos, las lavo, entrego el trabajo hecho.
La exteriorización de los deseos, el hacerlos realidad, hará que yo sea frío o caliente. Pero no tibio. Cuando la pereza se apodera de nosotros, nos convertimos en ese tibio al que Dios vomita de su boca. Que no hace falta ser violento, ni provocador ni nada de eso. Ni opinar a diestro y siniestro ni contradecirlo todo.
Si la pereza impide que estemos conectados con las cosas que hace el universo, y las hagamos nosotros mismos, nos convertimos en algo parecido a una tierra muerta, a un muerto-vivo, en un ser inútil para sí mismo y para los demás. Sobramos. ¿A éso le llamamos desapego?
¿Qué es lo que debe hacer el perezoso para vencer su pereza? Moverse hacia las cosas que estén a su alcance: voy al banco; compro comida, la cocino, la como; llamo a un amigo, le cuento mis cosas, escucho las suyas; tengo una idea, la hago; mi casa está sucia y desordenada, la ordeno y hermoseo...
Cuando el perezoso se pone en marcha el universo se mueve más y le complementa y multiplica. No importa aquí el resultado práctico obtenido -muchos perezosos justifican su pereza arguyendo que sus esfuerzos no sirven de nada-, lo importante es ponerse en movimiento a nivel físico, emocional, mental y espiritual para mantener, y si fuera necesario, restaurar el Orden y mi orden allí donde se encuentre alterado.
Es un buen libro el I Ching para entender El Equilibrio. Que es: que la tormenta descargue truenos y lluvia, que el sol dé calor y luz, que los árboles proporcionen sombra a cualquiera que se ponga bajo ellos. Que se guarde, y no caiga en el olvido, la forma de acceder al Cielo desde la Tierra continuando en ella. Que el hombre manifieste, actualice y realice sus capacidades y potencias. Fue usted quien dejó por ahí un hermoso y hermético comentario que decía: "Manifiéstate alma mía". Manifestar, bajar al plano de la manifestación lo que está en el plano de las ideas.
Somos cadena de transmisión, eslabones en la cadena. Podemos hacer ese papel o interrumpirlo por desidia o desgana. Pagaremos en malestar, que no es el estado natural del hombre, sino el aviso de que algo no anda bien.
Desapegarse no es lo mismo que des-preciar o des-apreciar. Apreciar es sentir y conocer el precio de todo, lo precioso, el valor incalculable -medido en toneladas de emoción y gratitud- del manto de estrellas en una noche helada, por ejemplo. Que finalmente es Vacío, pero vacío cargado, repleto, preñado de Vida y no de muerte. Hay que apostar. Es así en nuestro mundo humano encarnado y en muchos otros también. No estamos hablando del plano de la Unidad. Y aún si habláramos de eso, incluso la Unidad se mueve y hace dos y el dos se hace tres y...
Desapegarme de la necesidad de coleccionar amigos no tiene nada que ver con la alegría y la gratitud por recibir un correo cargado de cariño o recibir la visita de alguien dispuesto a respetar mis lágrimas (que también son distintas de las quejas ñoñas reiteradas y eternas)
Desapegarme de la compulsión por comer libros atragantadamente no tiene nada que ver con el gozo de leer uno que me emociona. Y buscar otros. Y contarlo y difundirlo. Que no se pierda.
Desapegarme no es que dejen de gustarme las cosas, las personas, las comidas, los olores, colores, sabores, texturas, emociones. Es más bien que no tenga la necesidad imperiosa, y esclavizante, de hacerlas mías y poseerlas y que se detengan en mí, sólo para mí.
No es reprimir la curiosidad.
No es quedarme quieta.
No es negar lo mucho que me entusiasma la idea brillante que hay tras una nueva solución técnica a cualquier problema. O que yo misma la invente.
Desapego no es represión del tesoro inapreciable de ser humano. No puede ser renunciar a la alegría de conocer mi herencia y... repartirla.
Si zazen no nos hace intensa y apasionadamente humanos...
...o yo estoy muy equivocada, que puede ser.
No será la última vez que reflexionemos juntos sobre este tema... espero, porque es de gran importancia.

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