La historia de la humanidad ha tenido muchos enemigos que se ocultan justo en nuestras narices. Para Nerón era obvia la conspiración cristiana contra el Imperio. Para la Iglesia, era obvia la conspiración de los masones al promover el satanismo y el anti-catolicismo. Para Hitler era obvio que los judíos se esforzaban en arruinar Alemania con tal de enriquecerse ellos mismos. Para la CIA y el FBI de los 70s-80s, era obvio que los comunistas estaban tramando algo contra. Para la KGB era obvio que EEUU estaba tramando algo en su contra. En las elecciones actuales en México, es obvio que el gobierno del PRI está actuando en contra de AMLO. Para los panistas-anayistas, es obvio que el gobierno del PRI está actuando a favor de AMLO.
A veces, estas historias de malvados grupos en la sombra tenían una parte de verdad. Pero esas partes siempre fueron opacadas por aquella otra parte que no lo era. Esto importa poco para los vendedores del miedo, quienes desde tiempos inmemorables han utilizado éste, materia prima de toda religión e ideología dogmática, para adquirir poder, notoriedad y dinero. Uno de los enemigos de las sombras ocultos frente a nuestras narices es la multinacional Monsanto. Pero tal como se ha informado en los últimos días, la también multinacional Bayer ha comprado a Monsanto, y tiene el propósito de desaparecer el nombre de la que tal vez es una de las empresas más satanizadas. Invocar a Monsanto ha sido para varios grupos la clave para que otros compren sus discursos a partir del miedo. Es una gran fuente de recursos para este tipo de traficantes cínicos, pero una pésima estrategia si de verdad uno planea ayudar a la humanidad.
Antes qué nada, ¿qué es Monsanto?
Como con cualquier otro chivo expiatorio usado para concentrar la rabia del pueblo, las personas monsantofóbicas que nos podemos encontrar en eventos como la internacional Marcha contra Monsanto, suelen ignorar quién o qué es Monsanto y qué es lo que hace. Para un ejemplo, este video en la mencionada marcha en Argentina:
Estas personas hacen gala de su total desconocimiento en una serie de temas que van de la biotecnología a la agricultura, de la salud y el medio ambiente hasta las actitudes estilo pachamama de buen rollo pero cero contenido. No es sorprendente entonces que sean miembros o apoyen a grupos de odio interesados en hacer que sus propios negocios (como la agroecología que, les guste o no a sus promotores, es un negocio también, con todo y patentes), antes que en documentarse aunque sea con información básica pero bien contrastada.
Monsanto Company es una empresa fundada en 1901 por el famacéutico John F. Queency, en Missouri, EEUU. En la actualidad "Monsanto" hace referencia a dos entidades diferentes: la empresa original de Queency, que creó una pequeña empresa para crear químicos tales como detergentes, aditivos de alimentos e insecticidas, y en 1999 fue renombrada Pharmacia, y finalmente vendida a Pfizer; y por otro lado está la empresa de biotecnología que se separó de Pharmacia en el 2000, y es la que hoy día conocemos simple y llanamente como Monsanto.
La historia de la empresa se encuentra efectivamente manchada con sangre. Monsanto fue el creador del pesticida DDT, un importante agente químico en la lucha contra la malaria pero que se descubrió altamente tóxico. También, junto a otras empresas, fue responsable de la creación del Agente naranja, utilizado como arma química por EEUU en la Guerra de Vietnam, uno de los más atroces crímenes contra la humanidad de la segunda mitad del siglo XX. En 2003, Monsanto tuvo que pagar 700 millones de dólares para resolver demandas de contaminación ambiental en Anniston, Alabama, EEUU. Se encontró culpable a la empresa de haber vertido mercurio y desechos de bifenilos policlorados por más de 40 años, incluyendo en áreas utilizadas para el suministro local de agua. Algo parecido se dio en Reino Unido, cuando se descubrió que la multinacional había vertido desechos tóxicos ilegalmente en vertederos, entre 1965 y 1972, contaminando de forma generalizada aguas subterráneas y atmósfera. También ha sido una empresa que se ha burlado del activismo sincero y basado en la evidencia; en 1962, la revista Monsanto publicó parodias de la obra de Rachel Carson, las cuales aún hoy siguen siendo vendidas por negadores del daño del DDT.
Por todos estos crímenes la empresa ha sido juzgada varias veces, y ha tenido que pagar muchos millones de dólares. Algo a destacar también, es que todo esto sucedió antes de la reestructuración de la compañía en el 2000, como se mencionó un párrafo arriba.
Hoy en día, Monsanto ya no es atacada por ninguna de sus acciones del pasado ya comentadas. Esta compañía es en la actualidad líder en el mercado de las semillas genéticamente modificadas o transgénicas (entérese que hay gente, como la Dra. Elena Álvarez-Buylla, que creen que llamar a este tipo de productos como "genéticamente modificados" en realidad es una estrategia de márketing multinacional para que no suene tan terrible como "transgénico". La conspiranoia no tiene límites). Como tal, su relación con los transgénicos la vuelven el blanco perfecto de la conspiranoia y la tecnofobia, pues hay todo un historial de crímenes imaginarios que grupos tan grandes como Greenpeace se han ocupado de propagar.
Monsanto a.k.a. ¿el diablo?
Las acusaciones contra la industria biotecnológica Monsanto son variadas. Comenzando con la clásica afirmación que ubica a esta empresa como un monopolio de herbicidas y transgénicos. Es el creador del pesticida conocido como glifosato o RoundUp, famoso agroquímico que gracias a los fraudulentos estudios de Gilles Seralini et.al. es común creer que es altamente tóxico y cancerígeno. Hay quienes incluso aseguran que las cantidades usadas de glifosato en el campo son hasta 40 mil veces más de la necesaria para provocar cáncer en los consumidores. También se ha asegurado que Monsanto es responsable por la creación de las semillas Terminator o Tecnología de Restricción de Uso Genético, un tipo especial de semillas transgénicas que son estériles y que en última instancia obligarían a los agricultores a comprar más semillas en vez de guardarlas. Lo que es más, la compañía ha sido objeto de escándalos al demandar agricultores por guardar semillas patentadas.
Monopolio, envenenamiento de nuestros campos, prácticas desleales de la agroindustria, demandas contra campesinos, deterioro de la agricultura... Monsanto sin duda alguna es el diablo, si tan solo alguna de estas acusaciones tuviera algún respaldo, por supuesto. Pero no es así, aunque Greenpeace, Álvarez-Buylla, Sofía Gatica, Vandana Shiva, Seralini y otros más griten lo contrario.
No. Monsanto nunca fue un monopolio.
En primer lugar, Monsanto nunca ha sido un monopolio de la agroindustria. Monsanto pertenece al top 10 de las empresas de este ramo, entre las que se incluyen DowDupont, Syngenta, Groupe Limagrin, Land O´Lakes, KWS, Bayer Crop Science, Skata, DFL-Trifolium y Takii, las cuales son casi desconocidas para el público general, pero abarcan el 50% total del mercado. Dentro del top 10, Monsanto ocupa el 35% del mercado, lo que hace que esta empresa abarque un nada espectacular 17.5% del total de la agroindustria.Sobre la toxicidad del glifosato y el monopolio detrás de él, lo que hay es solo desinformación. El glifosato es probablemente uno de los herbicidas más estudiados en las últimas décadas, y toda la evidencia apunta a que éste, usado de manera responsable de acuerdo al modo de aplicación, es inocuo, además de ser uno de los herbicidas más amigables con el medio ambiente, al desaparecer del agua y el suelo en poco tiempo. En 2015, la International Agency for Research on Cancer (IARC), clasificó el glifosato como "probablemente cancerígeno", lo que dio rienda suelta a los grupos tecnofobia. Este estudio fue revisado por otras instituciones, las cuales encontraron serios errores en la evaluación, entre ellos que el IARC había ignorado los estudios que descartaban la relación glifosato-linfoma, tergiversó los estudios que sí tomó en cuenta y utilizó estudios falsos. A los tecnófobos les importó poco saber que la IARC catalogó el glifosato como 2A: "probablemente cancerígeno para los humanos", sin establecer una auténtica conexión. Dentro de la misma tabla de clasificación de productos, la IARC tiene catalogado como en el grupo 1 (es decir, con mayor probabilidad y seguridad de causar cáncer en humanos) el alcohol de las bebidas alcohólicas y el aire de la calle de una ciudad común. Esto se puede traducir como que el aire de la calle es en realidad varias veces más nocivo para la salud que el glifosato. Las revisiones del estudio por parte de la European Food Safety Athority (EFSA) y el anterior estudio de la Enviromental Protection Agency (EPA) de Estados Unidos, despejaron las dudas: el glifosato no es cancerígeno.
Pero algunos más aseguran que en realidad el negocio detrás del glifosato está en que Monsanto hace que sus plantas sean las únicas resistentes a este herbicida, obligando a todo el mundo a comprarle solo a él tanto las semillas transgénicas como el herbicida. Esto tendría algo de sentido si tan solo el glifosato no fuera un producto de patente vencida desde el año 2000, lo que significa que hoy en día cualquier empresa o institución pública puede producirlo, y que en realidad es el herbicida más usado en todo el mundo tanto para la agricultura general como para jardinería.
¿Y qué hay de las semillas Terminator? Este tipo de tecnología nunca pasó los límites de las leyes actuales. En realidad, es bastante raro que los agricultores decidan guardar semillas, prefiriendo comprar más por el sencillo hecho que es más redituable para ellos también. El problema de las semillas estériles tampoco es nuevo. Ya desde 1920 se tenía conocimiento que ciertas semillas híbridas tradicionales no producen copias verdaderas en la segunda generación, y es necesario comprar más semillas. Las semillas V-GURT de Monsanto (una de las más satanizadas) son estériles gracias a un proceso que hace que estas así lo sean, lo que es en muchos sentidos benéfico ya que así se evita que los rasgos genéticamente modificados se diseminen en el medio ambiente. Monsanto tiene un contrato con sus clientes que estipula que los agricultores no pueden replantar semillas guardadas, práctica estándar en la agroindustria que tiene más historia que Monsanto vendiendo semillas. Lo que es más, algo que los anti-transgénicos suelen olvidar es que nunca en la historia se han lanzado al mercado las semillas Terminator, en ninguna parte del mundo. Monsanto se comprometió a nunca usar semillas Terminator, todo gracias a la mala imagen pública de este tipo de tecnología. Las demandas hacia agricultores que han sido reales, han sido debido al incumplimiento de contrato, y no a malas prácticas por parte de la empresa ni por polinización cruzada accidental, como aseguran los grupos tecnófobos que nunca han aportado prueba alguna para sus reclamos.
Sin Monsanto, ahora ¿quién será el diablo?
Como vemos, gran parte de la mala fama moderna contra Monsanto está tan justificada como lo están los reclamos contra Coca Cola por usar fetos para la creación del refresco, o contra Maruchan de usar ligas de plástico para crear sus sopas instantáneas, o contra McDonald's por lavar la carne con amoniaco. Es decir, nada, no hay justificación ni prueba contra reclamos así de absurdos. En 2016 se dio a conocer que la gigante de la industria, Bayer, compraría a Monsanto. Hace una semana nos enterábamos que al fin se había concretado la venta de Monsanto a Bayer por la cantidad nada despreciable de 63 millones de dólares. Tal como indica Forbes, esto implica, entre otras cosas, que las acciones de Monsanto dejarán de cotizarse en la bolsa de Nueva York. Entre las acciones de Bayer como dueño de Monsanto está el de eliminar este nombre.
Monsanto está muerto. Bayer es consciente que su nueva compra tiene el récord de ser una de las empresas más odiadas del mundo, y necesita librarse de esta mala imagen. Esta es solo una de las varias acciones que se han visto en la agroindustria donde el negocio está cambiando de manera muy rápida, con uniones de grandes multinacionales y la absorción de otras compañías. Es de suponer que los anti-transgénicos no detendrán su ataque y muy seguramente su nuevo blanco será la nueva gigante, Bayer.
Los vendedores del miedo se quedan sin su
fuente favorita de paranoia: Monsanto. Pero
siempre encontrarán un chivo expiatorio a quien
culpar por todo, hasta de los males
imaginarios. Antes, esos males eran demonios, ahora
son enfermedades asociadas a los transgénicos.
En este mundo hay gente corrupta, deshonesta, cínica que se aprovecha de los miedos de las personas. Irónicamente estos mismos se encuentran entre las filas de personas que sinceramente creen estar haciendo algún bien a la humanidad al promover conspiranoias contra una multinacional, como si hiciera falta inventar males a las multinacionales para poder criticarlas. Estos vendedores del miedo se disfrazan de progresistas, de personas de izquierda, y todo lo que hacen es aportar más confusión a un mundo ya confundido en materia de ciencia y tecnología. Esta era la misma estrategia de la iglesia medieval contra los grupos satánicos, contra los protestantes, contra los masones, contra los judíos, o contra cualquiera que amenazara su negocio. Si comenzamos a entender que detrás de la industria agroecológica hay bastantes intereses de por medio, podremos comenzar a entender el fenómeno social llamado anti-transgénico, el cual ha florecido gracias a redes sociales a pesar de ser contrario al consenso y la evidencia científica.
Tal vez lo que hace falta es un activismo realmente progresista, ilustrado y científicamente informado, no por el bien de una industria, sino por el bien de todos. Tal vez algún día tengamos un activismo extendido que cumpla con estos requisitos. Se vale soñar, y se vale luchar por cumplir un sueño así, ¿no lo cree?
SI TE INTERESA ESTE TEMA
* "Así es como Monsanto se convirtió en la empresa más odiada del mundo", artículo de Carlos Carabaña en CQ.
* "Del cheque de Monsanto a la talla del pantalón", conferencia de J. M. Mulet compartida en su blog Tomates con genes.
* "Monsanto", entrada en la RationalWiki.
* "Argumentum ad monsantium", artículo de Brian Dunning en el SkepticBlog.