Revista Psicología
Descarrilamiento, escultura de Juan Muñoz
La bitácora de nuestra amiga Susana Borobio hace pocos días ofreció un bello poema de Carmen Martín Gaite titulado Descarrilamiento. (Demás está decir que leer el blog literario de Susana me suscita serios propósitos de retomar mis antiguas veleidades poéticas -de hecho en Desde el manicomio padecemos debilidad por el desborde lírico y el retruécano, venga o no a cuento-). Pero no iba a eso. Leyendo los versos de Descarrilamiento, que hacen contrapunto entre los momentos previos desbordantes de alegría por la gira y los posteriores de desolación ante el súbito accidente que arroja al tren fuera de la vía férrea -y que a su vez son delicada metáfora de un desencuentro afectivo, de una desilusión intempestiva- hemos recordado que en psicopatología descriptiva el término descarrilamiento tiene también cabida, si bien no precisamente poética.
Aunque el término descarrilamiento, en inglés 'derailment', en alemán 'entgleisen', ya había sido empleado según Berríos por alienistas franceses del siglo XIX, y ciertamente también por Kraepelin y Bleuler; suele adjudicarse al psiquiatra alemán Carl Schneider -en su monografía Psychologie der Schizophrenen (1930)- el uso específico del vocablo para designar a una alteración del curso o flujo del pensamiento consistente en ruptura de las asociaciones tal que se interpolan pensamientos carentes de conexión comprensible con la cadena regular de pensamientos. Jaspers consagró el uso citando a C. Schneider en su Allgemeine Psychopathologie -por cierto, no debe confundirse a Carl con el preclaro Kurt Schneider-. Citamos el ejemplo del texto de Sims: "La carretera está atestada de tráfico. Todos viajan al norte. ¿Por qué las chicas hacen siempre pantomimas de héroes?"
El fenómeno de descarrilamiento era uno más de los que describía C. Schneider en el discurso del paciente esquizofrénico. Fenómenos estos que podían subsumirse en el constructo de 'pensamiento disgregado', que para Honorio Delgado entrañaba una perturbación más profunda que el compromiso del mecanismo de asociación de las ideas para corresponder más bien a una quiebra en la normal aprehensión de las relaciones: es decir, donde los pensamientos se producen sin nexo ni concierto. Otros autores como Scharfetter subsumen los descarrilamientos dentro de las parasintaxis o paragramatismos.
Carl Schneider (1891-1946)
Cuando se enumeran los egregios nombres de psiquiatras alemanes como Kraepelin, Wagner-Jauregg, Alzheimer, Jaspers, uno puede preguntarse cómo en el transcurso de solamente pocos lustros la misma academia que los formó a ellos pudo engendrar la psiquiatría nazi. Miles y miles de individuos en la época de Hitler fueron esterilizados o asesinados para supuestamente evitar la diseminación de las taras genéticas, purificar la raza y además ahorrar recursos al estado alemán para atender a los soldados enviados a la guerra. El pavoroso recuento de cómo se escogió el utópico ideal 'preventivo' en desmedro de la vida de los individuos desprotegidos es bien reseñado en este artículo de Mary Seeman: Psychiatry in the Nazi Era.
Entre los psiquiatras que en comité autorizaban las ejecuciones, esa especie de macabra 'solución final' para las enfermedades y deficiencias mentales, se hallaban entre otros, Ernest Rüdin, sucesor de Kraepelin en el afamado Instituto de Psiquiatría de Munich, y Franz Kallmann, pionero de la genética psiquiátrica, además por supuesto de Carl Schneider. Por cierto, cabe recordar que la doctrina de la 'degeneración' como causa de la patología mental era una teoría muy en boga desde la segunda mitad del siglo XIX -el mismo Kraepelin fue uno de sus adeptos- pero su desarrollo hasta la enormidad de la psiquiatría nazi abarca multitud de complejos factores que exceden esta discreta nota.
En la actualidad, cuando parece tan distante la ordalía nazi, debemos recordar que las falsas concepciones sobre la eugenesia a partir de una mala comprensión de la teoría de Darwin son vigentes: la tentación de la terapia genética en el sentido eugenésico, verbigracia, o la imposición de principios morales como pretendidamente incuestionables por deducirse a partir de hechos biológicos. Esto adunado a la constatación de que hoy los estudios genéticos gozan largamente de mayor predicamento frente a los estudios de causalidad ambiental para los problemas de salud mental, no deben fomentar una visión sesgada e indiferente que torne 'normales' o 'aceptables' tales propuestas, como pasó en aquel entonces en la Alemania nacional socialista: es poco lo que puede costar preparar un 'caldo de cultivo' semejante en nuestra sociedad, y donde se incuben tales descarrilamientos. (Martin Brüne lo explica magistralmente en su artículo: On human self-domestication, psychiatry, and eugenics).
El considerar que la ética es totalmente relativizable a la circunstancia histórica o a la cultura, que el individuo posee únicamente un valor traducible en 'productividad' o cifras monetarias, que la ciencia por sí y ante sí puede establecer límites objetivos entre el bien y el mal o que el psiquiatra posee roles supremos y excluyentes ante otros actores sociales, son tentaciones todas que en germen albergan la proclividad al avasallamiento y el totalitarismo. No se debe olvidar, como lo resalta Strous RD en Psychiatry during the Nazi era: ethical lessons for the modern professional que la ciencia del más alto nivel exige igualmente una ética del más elevado estándar. Y ello es un llamado no sólo para los jerarcas de la profesión médica sino para cada individuo vinculado al cuidado de la salud, quienes no podemos abdicar de la crítica de nuestra realidad ni exculparnos en las responsabilidades colectivas: tal Karl Jaspers y Kurt Schneider, quienes rechazaron las prácticas de la psiquiatría nazi y fueron expulsados de sus cargos asistenciales y académicos por las instancias gubernamentales del momento, pero luego de la guerra fueron justamente reivindicados.
Carl Schneider no. Capturado por los ejércitos aliados y antes de su proceso judicial, se suicidó ahorcándose en prisión.
Enlaces:
- Covington MA, et al. Schizophrenia and the Structure of Language: The Linguist’s View. Schizophrenia Research 2005; 77: 85-98. (Descarga PDF)