Texto: © Carlos Navarrete Navarro
Nace en San Sebastián en 1872. Estudia medicina y en 1896 es colaborador en diversos periódicos. Visita París en 1899 y entra en contacto con la vida bohemia de fin de siglo. Al año siguiente publica el volumen de cuentos Vidas sombrías. Posteriormente, desarrolla una notable actividad política. Firma el Manifiesto de los tres y expresa ciertas simpatías con el anarquismo. Conoce mundo y de todos los lugares que visita, guarda en sus obras vasto testimonio. Cuando comienza la Guerra Civil marcha a Francia y cuando los nazis toman Francia, vuelve a España donde muere en 1956. Durante sus últimos años de vida escribe sus memorias. Era un hombre tímido e hipersensible pero se expresaba con una sinceridad cercana a la provocación.
Fue primordialmente un narrador aunque escribió libros de versos como Canciones del suburbio, algunas obras teatrales, ensayos como Juventud, egolatría y sus Memorias.
La fecundidad narrativa de Baroja le acerca a Galdós. Podemos dividir su producción en tres etapas. La primera es la más importante literariamente. En ella destacan Camino de perfección, El mayorazgo de Lebraz, la trilogía La lucha por la vida, César o nada y El árbol de la ciencia. Sus protagonistas, parecidos al propio Baroja, se caracterizan por su inadaptación y enfrentamiento con el mundo. Escribe alguna novela de acción y aventuras como Zalacaín el aventurero y Las inquietudes de Shanti Andía.
En la segunda etapa publica numerosas novelas que insisten en modos y técnicas narrativas ya ensayados anteriormente como La sensualidad pervertida, El gran torbellino del mundo, Los pilotos de altura, La estrella del capitán Chimista o El cura de Monleón. Pero su intento más ambicioso es la novela histórica, en la línea de Los episodios nacionales de Galdós y al igual que en su época hace Valle-Inclán con La guerra carlista. A la historia de España del XIX dedica las 22 novelas de Memorias de un hombre de acción. La tercera etapa corresponde a los 20 últimos años de su vida, después de la Guerra Civil destacando como obra cumbre sus Memorias.
No podemos decir que el pensamiento de Baroja sea estructurado; más bien toma conceptos de aquí y allá y expresa pensamientos personales muchas veces contradictorio. Conoce a Kant y Nietzshe, sobre todo este último muy influyente en su pensamiento. Pero, más que los dos anteriormente citados, le influye Schopenhauer. Su ideal de alcanzar la serenidad por medio de la abstención, aparece continuamente en la obre de Baroja. En cuanto a la religión, Baroja es anticlerical, fustigando en repetidas veces a la religión católica. Su visión de la Historia es diferente a la de Galdós. No importa la evolución histórica ni las condiciones que la constituyen sino que la Historia es estática y los seres que la protagonizan son siempre estúpidos y egoístas.
Es esencial en Baroja su pesimismo existencial y su desconfianza del hombre y del futuro, aunque en algunas obras se vislumbra un atisbo de esperanza. Es también individualista y desconfía de la acción política y sus preocupaciones se insertan en la España de la época de forma a veces regeneracionista. Concibe a España de un modo bastante tradicional. Otro rasgo muy barojiano es su admiración por lo germano-
escandinavo y su desprecio por lo semita, debido sobre todo a la influencia que ejerce sobre él el darwinismo social.
Baroja, como escritor de su tiempo, toma postura ante la estética modernista. Define el arte moderno como impresionista. Por este camino el arte se distancia de las pretensiones científicas del Realismo, ganando así sinceridad. El rasgo fundamental de las novelas de Baroja es el deseo de naturalidad así como la idea de que la novela debe carecer de un plan previo ya que debe ser semejante a la vida
Frente a la novela orgánica y cerrada del Realismo, Baroja propone una novela abierta, con la característica fundamental de la amenidad. De esta forma las novelas barojianas se caracterizan por la acción ininterrumpida, los rápidos cambios de escenario, la abundancia de personajes y la concentración de escenas dialogadas. Aunque es frecuente el ritmo lento en novelas de Baroja, la sensación de vivacidad que presentan tiene mucho que ver con el recurso de viaje ya que todas ellas siguen el modelo de la novela de viaje.
Son novelas habitualmente contadas en presente y con escasos retrocesos temporales. El narrador no es impersonal sino que comenta los sucesos que narra y califica constantemente a los personajes. Son novelas a veces deudoras de los folletines decimonónicos debido al desfile incesante de personajes, el gusto por la aventura, abundancia de episodios truculentos, ambientes misteriosos, etc.
Estilísticamente, la prosa barojiana es antirretórica: párrafos cortos, frases breves, léxico común, escasos nexos sintácticos. En su prosa cabe desde el humor, cercano al sarcasmo, la burla y la caricatura, hasta episodios de gran intensidad lírica, reflejada , sobre todo, en las descripciones paisajísticas, de intensa subjetividad.