Ilustración artística de Kepler-10c (primer plano) y el planeta de lava Kepler-10b (en el fondo). Crédito: David A. Aguilar (CfA).
Astrónomos han anunciado el descubrimiento de un nuevo tipo de planeta; un mundo rocoso con una masa 17 veces la de la Tierra. Los científicos teóricos pensaban que un mundo así no podría formarse debido a que si fuera tan pesado, capturaría mucho hidrógeno gaseoso hasta convertirse en un gigante de gas como Júpiter. Sin embargo, este planeta es sólido y mucho más grande que las “súper-Tierras” descubiertas anteriormente, lo que lo convierte en una “mega-Tierra”.
Esta mega-Tierra recientemente descubierta, Kepler-10c, orbita una estrella similar al Sol una vez cada 45 días. Se encuentra a unos 560 años-luz de la Tierra en la constelación Draco (el dragón). El sistema también alberga un “mundo de lava” con 3 masas terrestres, Kepler-10b, en una órbita muy rápida de apenas 20 horas.
Los resultados del equipo fueron presentados este lunes en una conferencia de prensa en la reunión de la Sociedad Astronómica Americana (AAS).
La mega-Tierra fue descubierta por el telescopio Kepler mediante el método de tránsito, lo que permitió calcular el diámetro del planeta. No obstante, las mediciones de Kepler no pueden decirnos si un planeta es rocoso o gaseoso.
Se sabía que Kepler-10c posee un diámetro de unos 30.000 km, aproximadamente 2,3 veces el de la Tierra. Su tamaño sugería que pertenecía a la categoría de planetas conocidos como “mini-Neptunos”, que tienen gruesas capas gaseosas.
El equipo utilizó el instrumento HARPS-North en el Telescopio Nacional Galileo (TNG) en las Islas Canarias para medir la masa de Kepler-10c. Descubrieron que tenía 17 veces la masa de la Tierra, mucho más de lo esperado. Esto demostró que Kepler-10c debía tener una composición densa de rocas y otros sólidos en lugar de ser gaseoso.
La masa de Kepler-10c sugiere que, en caso de haber tenido una atmósfera, es probable que no la haya perdido con el paso del tiempo.
El descubrimiento de que Kepler-10c es una mega-Tierra tiene profundas implicaciones para la historia del Universo y la posibilidad de vida, ya que el sistema Kepler-10 tiene 11.000 millones de años de edad, lo que significa que se formó menos de 3.000 millones de años después del Big Bang.
El universo primitivo contenía solo hidrógeno y helio. Los elementos más pesados necesarios para formar planetas rocosos, como el silicio y el hierro, tuvieron que ser creados en las primeras generaciones de estrellas. Cuando aquellas estrellas explotaron, dispersaron estos ingredientes a través del espacio, los que pudieron ser incorporados en generaciones posteriores de estrellas y planetas.
Este proceso tendría que haber tardado miles de millones de años, pero Kepler-10c muestra que el Universo fue capaz de formar planetas rocosos incluso cuando los elementos pesados eran escasos, mucho antes de lo que se creía.
Los resultados de esta investigación implican que los astrónomos no deberían descartar las estrellas viejas en la búsqueda de planetas como la Tierra. Y si las estrellas viejas pueden albergar Tierras, entonces tenemos una mejor oportunidad de encontrar mundos potencialmente habitables cerca del Sistema Solar.
El estudio “The Kepler-10 planetary system revisited by HARPS-N: A hot rocky world and a solid Neptune-mass planet” será publicado en la revista The Astrophysical Journal.
Fuente: CfA