Revista Arte

Descubriendo el magreb – túnez

Por Insane Mclero @insanemclero

De nuevo por mi sección favorita, ¡no os libraréis de mí tan fácilmente! Me alegro mucho de volver a tener la ocasión de escribir en “Exiliados”, pues eso significa que sigo satisfaciendo una de mis pasiones: viajar. Espero con ello animar a más gente a entonar el carretera y manta, y descubrir nuevos horizontes. En esta ocasión viajaremos hasta… ¡Túnez!

Dicho esto, entraré en materia. He de decir que he estado meditando hacer este artículo acerca de mi actual destino (no, ¡aún no es momento de volver!), pero he decidido echar la vista atrás y retomar la historia por donde la dejé, aunque para mí esa aventura ya sea agua pasada. Por una parte, creo que es necesario dejar pasar un tiempo después de vivida la experiencia para digerir todo lo que uno se ha enriquecido con ella, aunque honestamente ésta no ha sido la principal razón. Quizás lo que me más me ha motivado ha sido que hace sólo un par de meses que se produjo el 13N en París, y esta vez la tragedia ocurrió “tan cerca” que no ha dejado a nadie indiferente. Por eso me apetecía contar mi experiencia en el único país árabe que he visitado hasta la fecha.

Durante el pasado año 2015 tuve la suerte de conseguir un trabajo en Sfax, la segunda ciudad más importante del país, y durante dos meses pude conocer la mayor parte del mismo. No me voy a entretener con los pormenores del empleo, o el qué me movió allí, eso lo dejo para otra ocasión, con una cervecita por medio, claro está. Tan sólo me gustaría destacar algunos aspectos que me llamaron la atención y me marcaron durante mi estancia.

Primeramente, su mentalidad abierta. Podría estar hablando unos cuantos días sólo sobre esto, pero para hacerme entender, primero necesito ponerlo en contexto: mi primera vez viajando a un país árabe, a una ciudad que ni siquiera era la capital (que acostumbra a albergar más turistas) y sin conocer a nadie. Sin duda, estaba cuanto menos cauteloso por descubrir qué me iba a encontrar. Y lo que hallé fue una sociedad joven, preparada y con la que puede discutir de todo lo que me apeteció: costumbres, historia, religión… La mayoría hablan dos o tres idiomas, y los estudiantes de mi generación con los que pude intimar, tenían una base académica que no tenía nada que envidiar a la española. Hice muchos amigos con un gran talento, proyectos y ganas de seguir formándose fuera, y da rabia ver como muchas veces su nacionalidad, su pasaporte, decidía por ellos.

En segundo lugar, tengo que referirme a su hospitalidad. Con el tiempo me contaron que esta característica es uno de los pilares del Islam, puesto que el mismo Mahoma era nómada, y es de buen musulmán acoger debidamente a los viajeros. Me faltarían dedos para contar las veces que me ofrecieron comer en casa de alguien, o pasar la noche ahí. Me fascinó, por otra parte, descubrir la riqueza que escondía el país. Son muchos los vestigios romanos que aún hoy día se conservan en Túnez. Os invito por ejemplo a que conozcáis el coliseo de El Jem, para mí, a la altura del de Roma. Y qué decir de las playas: Sousse, Monastir, Gabes… Además de poder decir que en Túnez pude cantar bajo la lluvia…¡en el Sáhara! Para los más fiesteros, chequead “Electronic Dunes Festival”.

Por último, no podría acabar este artículo sin mencionar la comida; los dulces, el pan recién hecho, los yogures, la comida picante o el tomarse un té al atardecer en la Medina, ¡eso sí que es vida! Demasiadas cosas que me gustaría contar, pero el espacio es limitado, así que se hizo lo que se pudo. Simplemente quería animar, al que los tenga, a romper con prejuicios, atreverse a conocer, y juzgar in situ.

Yo por mi parte, muy feliz con el tiempo que pasé por el Magreb, aunque hace ya unos meses que cambié el picante po el bacalao, y el té por los pasteis de nata, así que quizás pronto volvéis a tener noticias mías, até ja!


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