Con motivo de su 65° aniversario, la Fundación Cinemateca Argentina inauguró ayer jueves la denominada “Retrospectiva Jafar Panahi” que se extenderá en el BAMA Cine Arte hasta el miércoles próximo, y que consiste en la proyección de dos películas del cineasta iraní acusado de traición a la patria. Mientras El círculo cuenta el derrotero de tres mujeres que -cada una por su lado- enfrentan a un Estado misógino, Esto no es un film es el ejercicio audiovisual que el director realizó en su hogar mientras cumplía un arresto domiciliario a la espera del fallo judicial que terminó condenándolo a seis años de cárcel y a veinte de inhabilitación para ejercer su oficio, viajar, dar entrevistas.
El segundo título resonará en las cabezas de los espectadores que a fines de 2011 siguieron alguna cobertura del 26° Festival de Cine de Mar del Plata. De hecho, aquél fue el marco de la primera proyección de In film nist en nuestro país; de ahí el frenesí mediático por contribuir a la difusión de este acierto de programación y por adherir a la campaña internacional a favor de la inmediata absolución y liberación del realizador.
La anécdota del traslado clandestino de la película al Festival de Cannes causó sensación entre los cinéfilos presentes en ‘La Feliz’. Las reseñas favorables constituyeron el último espaldarazo para que Esto no es un film se convirtiera en una de las estrellas de aquella edición n° 26.
Distinta suerte corrió aquel otro ejercicio de catarsis personal/profesional que Kim Ki-duk hizo con Arirang, y que también integró la programación de mismo festival marplatense. En efecto, la prensa y el público dijeron poco y nada de esta película igual de terapéutica, también concebida para sortear un parate profesional.
Claro… Este parate se debía a un bloqueo creativo: una nimiedad en comparación con las sanciones de censura y encierro que la República Islámica de Irán le impuso a Panahi.
La autora de este post vio ambos largometrajes y, en honor a la verdad, prefirió Arirang. Esto no significa que el testimonio del realizador persa le haya resultado indiferente (imposible no conmoverse ante la desesperación de un cineasta despojado de su libertad profesional, de expresión, de desplazamiento). Significa, en cambio, que le encontró más virtudes narrativas al testimonio del director coreano.
Por otra parte, quien suscribe también se preguntó -y sigue preguntándose- si vale/conviene/resulta pertinente reseñar un ejercicio de desahogo que, desde su título mismo, advierte “no ser un film”. Al margen de la eventual intención irónica de Panahi (nadie podrá acusarlo de desacatar la prohibición judicial), lo cierto es que cuesta evaluar un trabajo tan condicionado por circunstancias, además de desfavorables, completamente ajenas a la voluntad autoral.
El BAMA Cine Arte exhibe Esto no es un film dos años y piquito después de aquel primer desembarco marplatense. Desde entonces, a Panahi le levantaron el arresto domiciliario (da la sensación de que nunca fue encarcelado) y le permitieron asistir a algunos festivales de cine iraníes. En cambio, la Justicia le mantiene la inhabilitación profesional y la prohibición de abandonar Irán (puede, sin embargo, desplazarse en territorio nacional)*.
En contra de lo que algunos espectadores puedan pensar, la flexibilización de la sanción dista de atentar contra la vigencia del film que no es tal. De hecho, lo que más importa de este trabajo es esa impronta testimonial que ahora adquiere la forma de denuncia y que quizás mañana (después de que Panahi por fin recupere sus libertades artísticas y ciudadanas) se convierta en documento histórico.
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* Este cambio de situación se desprende de las declaraciones que la actriz Mahnaz Afshar le hizo antes de ayer a Screen Daily y de esta reseña publicada en el sitio norteamericano Seven Days.