Redecoro mi vida. Basta una postal estratégicamente colocada. La recibí ayer, ¡manuscrita! y desde hoy ocupa un lugar privilegiado en casa, junto a un collage de mi etapa artística centrada en Las Meninas. Es La Dama en el balcón, un dibujo de Federico García Lorca. Con ella me quedo en este sábado aciago de atentados salvajes alimentados por el fanatismo que es idéntico siempre, venga de donde venga. Ciego, cobarde, extremo, enfermo. Y de manos negras que siguen impunes y a los que la historia tampoco juzgará. Y de olvidos imperdonables que impiden ver, al menos, qué no se ha de hacer. Así no hay manera de aprender ni extraer ninguna enseñanza ni de evitar tropezar en la misma piedra, porque siempre es la misma: todo es cíclico.
dejad el balcón abierto
El niño come naranjas
(desde mi balcón lo veo)
El segador siega el trigo
(desde mi balcón lo siento)
Si muero
dejad el balcón abierto