Hace 400 años la provincia de Sevilla recibió una visita muy
especial. La Embajada japonesa ‘Keicho’, liderada por Hasekura Rocuyemon y
acompañado del franciscano español Fray Luis Sotelo, llegó a Sevilla en 1614.
Una visita que se presuponía de paso, se convirtió en toda una expedición que
dejó en la provincia hispalense toda una huella oriental.
Partieron de Sendai
(Japón) en octubre de 1613, cruzando el Pacífico, México y el Atlántico con
destino a España. Tras llegar a Sevilla en 1614 -y permanecer unos días en el
municipio de Espartinas- prosiguieron camino hacia Madrid desde donde, tras
varios meses de gestiones en la Corte, continuaron su viaje hacia Roma para
visitar al Papa Paulo V.
Fue en la primavera de 1616 cuando volvieron a Sevilla con
la idea de partir a Japón. Sin embargo -y esta vez por más de un año-,
volvieron a establecerse en Espartinas (Monasterio de Loreto y Hacienda Mejina)
antes de embarcar definitivamente hacia Japón en julio de 1617.
La idea inicial de la Embajada era la de establecer
relaciones comerciales con España y el envío de misioneros para potenciar la
evangelización del continente asiático, algo que no ocurrió por diferentes
circunstancias.
Tanto el Archivo General de Indias (Sevilla) como el Archivo
General de Simancas (Simancas, Valladolid) conservan valiosos documentos
relativos al viaje de Hasekura y a otros que le precedieron como la Misión
Tensho, de los jesuitas a Roma (1582-1586), y la embajada a España del
franciscano Alonso Muñoz (1610).
Después de meses navegando, llegaron a Sanlúcar a principios
de octubre donde fueron recibidos por el duque de Medina Sidonia que los
encaminó en dos galeras por el Guadalquivir rumbo a la localidad de Coria del
Río. Allí la comitiva esperó hasta la recepción oficial en Sevilla. Una vez
recibida la noticia en la capital, se formó una Comisión de festejos y se
decidió el alojamiento de la legación en los Reales Alcázares.
El 21 de octubre
una solemne cabalgata organizada por el cabildo los recogió en Coria. A lo
largo del camino son acompañados por una gran multitud hasta la entrada de
Sevilla por Triana el día 23. El público asistió, asombrado, ante ese extraño
séquito ataviado a la usanza japonesa.
El 27 de octubre el Cabildo municipal recibió a los
visitantes que le hicieron entrega de una carta de Date Masamune escrita en
Sendai el 26 de octubre de 1613, en la que pidieron su intercesión ante el Rey
y el Papa para los proyectos de evangelización de sus estados y el
establecimiento de una línea comercial directa entre Japón y Sevilla.
Además,
en testimonio de amistad, la legación ofreció como presente para la ciudad de
Sevilla, en nombre del rey de Bojú, una “espada y una daga”. Durante su
estancia en Sevilla la comitiva visitó la Catedral, la Giralda, el Convento de
San Francisco y demás edificios notables de la ciudad, siendo obsequiada con
todo tipo de festejos y entretenimientos.
Sin duda, Coria del Río es el municipio que más rastro
oriental ha heredado de la expedición japonesa. Por las calles de la localidad
sevillana puede verse como Japón está muy metido en la tradición y costumbres
de los habitantes de Coria. Desde carteles bilingües (Español y Japonés), hasta
la bandera de Japón ondeando en el Ayuntamiento, pasando por el apellido Japón
que llevan cientos de vecinos, algo que durante siglos no se había relacionado
con la visita de la embajada Keicho.
Cuando el daimyo Masamune envió al samurái Hasekura
Tsunenaga Rokuemon a negociar una ruta comercial con las colonias españolas del
Pacífico, jamás imaginó que 25 de los 43 soldados del séquito de Hasekura nunca
regresarían a Sendai. ¿Qué ocurrió con todos aquellos japoneses? Eso mismo se
preguntaron los habitantes de Coria siglos después. Suárez Japón es uno de los
más ilustres descendientes de aquella hueste junto con el ingeniero José Luis
Manzanares Japón, el investigador Víctor Valencia Japón, el árbitro de fútbol
José Japón Sevilla, el ex defensa bético Elías Japón o el ex guardameta
sevillista Carmelo Japón Japón.
400 años después, Coria del Río ha sido distinguida por el
Gobierno nipón con un honor especial: 200 sakuras –el árbol emblemático del
Japón– fueron plantados en Coria del Río para recordar a la embajada Keichō. Y nadie mejor que los
descendientes de aquellos guerreros para cuidar el árbol más bello del país.
Cuando llegue la primavera y florezcan los cerezos, los japones de Coria del
Río vivirán su primer hanami y entonces cerrarán el círculo y serán para
siempre sevillanos del Sol Naciente.
En Coria pueden visitarse tanto la sala de Exposiciones
Sendai, dedicada íntegramente a la relación Japón/Coria, y también el Parque de
Carlos Mesa, donde ‘reside’ la estatua del embajador Japonés Hasekura, así como
el árbol anteriormente nombrado. Por sus calles se vislumbran los rastros que
los visitantes del continente asiático dejaron en el municipio: desde comercios
cuyos carteles lucen en ambos idiomas, hasta el Ayuntamiento -donde ondea la
bandera de Japón-, sin olvidar a los cientos de vecinos que heredaron, con
orgullo, el apellido Japón.
Fundado a principios del siglo XVI, el Monasterio del Loreto,
sufrió pocas transformaciones hasta que a mediados del siglo XVIII, tras unas
importantes obras de ampliación y reforma, adquiere la fisonomía básica que hoy
contemplamos. Durante la primera estancia en Espartinas en octubre de 1614, el
embajador Hasekura y su séquito permanecieron en la Hacienda Mejina. En cambio,
Fr. Luis Sotelo y Fr. Ignacio de Jesús debieron permanecer en el cercano
monasterio de Loreto por su condición de hermanos de la congregación.
Fue de regreso del su ‘tour’ europeo cuando los miembros de
la Embajada Keicho estuvieron viviendo más de un año en el Monasterio mientras
esperaban las noticias de la Corte que concediesen algunos de los objetivos
perseguidos por la embajada y que aún no habían sido concretados. Casualmente,
Hasekura -con fiebres- y Sotelo -con una pierna rota- no pudieron embarcar en
la flota en junio de 1616 junto a la mayoría de la expedición.
Actualmente, los investigadores coinciden en que realmente los médicos aducidos no eran más que excusas para retrasar su viaje de vuelta a la espera de esas buenas noticias desde la Corte.
La Hacienda Mejina, una de las más bellas de la comarca del Aljarafe, conserva su arquitectura original. Y es que, cuando Hasekura llega a Sevilla en 1614 permaneció durante dos semanas en esta hacienda para confeccionarse ropas de abrigo y hacer acopio de provisiones para el viaje.
Durante la segunda estancia de la Embajada Keicho en Espartinas, Hasekura,
Sotelo y parte del séquito permanecieron en el Monasterio de Loreto mientras
que otros japoneses debieron quedarse en Mejina debido a la cercanía entre
ambos lugares y a la falta de espacio que había en el monasterio para acoger a
un grupo tan numeroso.
Fuente: http://anochetuveunsueno.com
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SMYL©2016
Revista Cultura y Ocio
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Antonio Bejarano Dominguez Antoniocamel
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