A menudo se escucha decir que necesitamos cambios profundos en nuestro país. Que debemos refundar la nación, cambiar la constitución y todas las reglas del juego. Sin embargo, nadie hace nada significativo y eso parece incomodar a muchos que quisieran que las cosas sucedieran más rápido –entre los que me incluyo–.
Ahora bien, ¿y si justamente no hacer nada fuese la solución?
El gran John Lennon lo hizo a su modo cuando protestó contra la guerra en Vietnam y a favor de la paz quedándose en cama por dos semanas junto a su esposa Yoko Ono (Una semana en Ámsterdam desde el 25 al 31 de marzo de 1969 y otra semana en Montreal, desde el 26 de mayo al de 2 junio del mismo año). En la instancia, para algunos ridícula y excéntrica, tuvo la oportunidad de recibir a periodistas y masificar su mensaje en una época en la que difundir la opinión y extenderla por todo el mundo no era tan fácil como en la actualidad –básicamente se tenía que ser el líder de la banda más grande de todos los tiempos –lo que no es poco–, para poder transmitir un mensaje claramente impopular para las castas opresoras de ese tiempo–. Y aun así, pese a ser quién era, muchos encontraron patética su forma de protestar y lo ridiculizaron. Sin embargo, su protesta pacífica tenía un gran fondo intelectual, quizá utópico, pero qué más da, si de las utopías nos nutrimos y vivimos los que queremos mejorar este mundo.
Su protesta invitaba a una sana reflexión. ¿Cuántas veces no han deseado quedarse en cama? No ir a trabajar. Dormir un rato más. Levantarse tarde. Muchas veces ¿no? Ahora imaginen ¿y si el soldado no saliera a matar este día y se quedara en cama? ¿Y si el presidente se quedará en casa leyendo un libro o durmiendo hasta tarde? ¿Y si los que nos oprimen escaparan de la dictadura del tiempo, los horarios y la agenda y se quedaran en sus casas? ¿Cuántas guerras se retrasarían o evitarían? ¿Cuánta sangre inocente dejaría de correr?
Ahora imaginen que los que nos oprimen: presidentes, empresarios, militares, no se quedaran en cama y de todas maneras salieran a cometer las atrocidades habituales contra el pueblo. ¿Qué harían si nosotros, en cambio, fuésemos los que nos quedáramos en casa? ¿Qué harían si la gente, en vez de ir al enfrentamiento directo en las calles contra la policía, no saliera a enfrentarlos? ¿Qué pasaría si la protesta fuese no solo no ir a trabajar, sino que no que el no transitar por las ciudades, quedarse en casa por días, semanas, meses? ¿Vendrían a sacarnos de nuestras camas? ¿Invadirían nuestros barrios para obligarnos a seguir moviéndonos como mercadería sobre una correa transportadora que es el sistema en el que sobrevivimos?
No tengo las respuestas para todas estas preguntas, mas planteo la idea. Si el sistema se mueve es por causa nuestra. Basta con que nos bajemos de la rueda de hámster en la que nos tienen corriendo a ninguna parte para detener el abuso al que se nos somete desde las sombras del poder.
Si queremos cambios, no salgamos de la cama hasta que reaccionen, se vayan y nos dejen establecer nuestras reglas. El día que salgamos de la cama para trabajar y construir NUESTRO propio país –y no el que heredamos de la dictadura–, y NUESTRO propio destino, valdrá la pena levantarse temprano. Por mientras, sigamos soñando que las cosas no cambiarán, sino hasta que nosotros las cambiemos.
Por Pablo Mirlo/ pablomirlo.wordpress.com