Por supuesto, por aquellos días yo soñaba con convertirme en un escritor y que mis libros algún día fuesen comentados en esos mismos suplementos que leía con tanta fruición. Tras veinte años leyendo Babelias, Culturales y ABC Culturales, el pasado viernes apareció mi nombre en El Cultural, aunque gracias a algo que no podría haber ni imaginado en los años 90: no se hablaba de ninguno de mis libros sino de mi blog, Desde la ciudad sin cines.
El escritor Gonzalo Torné (a quien aún no he leído, pero al que mis “antenas sensibles” acaban de apuntar en la lista de futuribles) escribe lo siguiente sobre este blog:
Cuando era estudiante corría una malicia sobre las reseñas literarias, según la cual, como los dos primeros párrafos suelen estar dedicados a contextuar al autor y a la obra, y el último a atemperar el juicio o a preparar un colofón lírico, bastaba con ir directo al tercero para saber lo que el crítico de verdad “pensaba”.Un buen reseñista (al menos en sus mejores días) se desempeña de manera distinta, pero la parodia sirve para detectar criticastros y señalar un peligro que sobrevuela a cualquiera que debe constreñir sus ideas a un número establecido de palabras: como necesite mucha carrerilla para arrancar tendrá que sacrificar buena parte de lo que se le ocurra sobre su asunto.Ninguna de estas restricciones de espacio debería afectar a los blogs de crítica literaria más que como hábito heredado, o si se quiere, para emular formalmente el prestigio de las reseñas en papel. Basta con un cálculo en bruto para concluir que esta libertad de espacio debería propiciar maneras distintas de aproximarse a los libros.Desdela ciudad sin cineses uno de los blogs más innovadores que he leído.David Pérez Vega publica poemas y crónicas de sus viajes, pero la parte del león se la lleva su interés por la literatura en lengua castellana, y el trato sostenido con autores latinoamericanos como Bolaño, Levrero, Rey Rosa, Piglia, Saer o Zambra. Pérez Vega es ajeno a los aspavientos formales, aquí la originalidad radica en cómo aprovecha el espacio para pasearnos por las “rutas” que desembocaron en una lectura determinada: ¿por qué este autor y no otro?, ¿desde cuándo le interesa?, ¿cómo han influido el comentario de otro colega o una recomendación?, ¿cómo se llega de un libro a otro?Sería una faena que el RER (Reseñista con el Espacio Reducido) incluyese estas respuestas en su texto, pues desplazarían lo más sustantivo de su trabajo: transmitirnos la magnitud del libro que le ocupa en la constelación literaria a la que aspira a integrarse. Pero para alguien que escribe con gusto, que no se dirige a una comunidad ya establecida por la revista o el periódico que lo amparan, quepara dotar de coherencia su trabajo debe elegir con cuidado entre una inmensidad de opciones los títulos de los que va a ocuparse, y que apenas cuenta con su propia determinación para animarse a continuar (otro de los logros del blog son las listas periódicas de “propósitos de lectura” y su evaluación pasado un tiempo) el interés por estas cuestiones parece del todo pertinente.Una aclaración final: en el rastreo de estas rutas apenas encontramos trazas de esnobismo (ya saben: un fondo de ruinas romanas, la penumbra de una dacha, el cielo púrpura);lo que David Pérez Vega pone en juego son unas antenas especialmente sensibles para captar las señales que emiten los autores que no hemos leído, y nos invita a reflexionar sobre un aspecto clave y a menudo desatendido de nuestra formación como lectores: los azares y las convicciones que nos llevan a escoger unos libros por delante de otros.Ver AQUÍ la versión web de El cultural
Lo cierto es que cuando en 2009 comencé a escribir reseñas en el blog, empecé imitando (como apunta Torné) el tipo de reseñas con las que había crecido; las del Babelia, El Cultural o el ABC Cultural. Y algo más tarde me di cuenta de que el formato blog permitía romper con ese esquema rígido. Colgar una reseña de estilo clásico cada semana podía hacer del blog un cuaderno frío, y me apeteció hacer de este espacio un lugar más acogedor. Quería conseguir, en realidad, que aunque a un posible lector no le interesase el libro que iba a comentar le interesase leer igualmente la reseña porque el blog se había convertido en una especie de diario de lectura, un espacio en el que yo participaba casi como personaje literario. Lejos de la pose de los blogs de reseñas que leía en 2009, donde aparentemente se desdeñaba a la literatura, donde se leía para mostrar lo corrupto, aleatorio y absurdo que era el mundo editorial, yo quería mostrar una cara más entusiasma, la del lector fanático, que busca libros para disfrutar de ellos (la única manera a mi entender lógica de leer), que en realidad siempre he sido.
Como soy un clásico y me hace mucha más ilusión que se habla de Desde la ciudad sin cines en la versión en papel de El Cultural y poder pensar que durante unos días esa revista con mi nombre dentro ha estado a la venta en los quioscos de España, escaneé la página en la que aparecía el artículo de Torné. Dada mi impericia con la tecnología la he escaneado al revés y no sé cómo se le da la vuelta. Quería dejarla aquí, en todo caso, como muestra cómica de mi torpeza, y tampoco sé cómo se sube al blog: me da error. La tecnología y yo seguimos sin ser buenos amigos.