![Desde la Patagonia, con amor Montaje alumnos 4º Colegio Nº723](http://m1.paperblog.com/i/380/3801819/patagonia-amor-L-oP1rto.jpeg)
Cuando uno decide ser escritor, lo más normal es que acabe siéndolo en los ratos libres, y es probable que lo que escribe encuentre bastantes dificultades para rebasar el ámbito familiar y de las amistades más incondicionales. Aunque si uno decide ser escritor a pesar de todo, y con todas sus consecuencias, las limitaciones temporales y de difusión no van a ser impedimento suficiente para que desista.
Emprender el camino de las letras, dar vida a mundos y personajes que en principio sólo habitan el territorio íntimo de la mente, nunca sabes a dónde te va a conducir. Como digo, es muy posible que no te lleve más que a dar un paseo por el barrio o, quizás, si el paseo es largo, te dé para recorrer la ciudad. Pero a veces suceden cosas extraordinarias, del todo imprevisibles e inesperadas, que te hacen montar en avión para viajar a destinos a priori inalcanzables.
La era de la comunicación global e instantánea en que vivimos tiene aspectos negativos, sin duda. Pero también ofrece oportunidades inimaginables tan sólo unos años atrás, sobre todo para quienes aspiramos a ser leídos. Porque sí, mi aspiración principal al escribir (he hablado a menudo sobre ello) es ser leído.
Podría recurrir a los lugares comunes de tantos escritores en particular y creadores en general: “Necesito expresarme, liberar mis miedos, mis inquietudes, mis anhelos, mis esperanzas… Escribo sobre todo para mí mismo; que otros lo lean es secundario”. Todo eso es verdad, y estoy convencido de que un elevado porcentaje de artistas lo sienten así. Yo necesito expresarme. Necesito poner por escrito lo que me preocupa y me motiva. Necesito liberar esos mundos que habitan en mi mente. Pero no es verdad que otros lo lean sea secundario. En mi caso, al menos, no lo es.
Yo quiero que me lean, cuanto más mejor, y me gusta pensar que mis textos transmiten una parte de las sensaciones que yo siento al escribirlos. Como lector que soy (porque antes que escritor hay que ser lector) sé que esas sensaciones son diferentes en cada persona, dependen del estado de ánimo, de la percepción que cada uno tiene del mundo que lo rodea, de su personalidad, su ideología, etc. Vamos, que cada lector es un sujeto único y, por tanto, procesa el texto a su manera.
Por eso cuando alguien me escribe para contarme sus impresiones sobre alguno de mis libros, deja un comentario, o sencillamente se interesa por mi trabajo, siento que la decisión de ser escritor tiene sentido. Esas interacciones son muy valiosas para mí, y no es simple vanidad. Las agradezco de veras, porque nadie tiene la obligación de dedicar parte de su tiempo a comentar qué le ha parecido una novela.
En esta era de la comunicación global a veces tengo la impresión de que las redes sociales se convierten en una de esas revistas de anuncios que nadie lee. Todos vertimos en ellas nuestros productos con la esperanza (muy vana, la verdad) de captar la atención de ávidos consumidores.
En ese océano saturado de ofertantes uno acaba teniendo la impresión de que el objeto del mensaje pierde su valor. Todos gritan “¡leedme!” en 140 caracteres, sabedores de que el 99% de los mensajes acabarán ahogados sin que nadie haya reparado en ellos.
Pero el motivo de mi reflexión de hoy no es disertar sobre el potencial publicitario de las redes sociales. Lo que os tengo que contar tiene más que ver con esa capacidad de hacernos viajar a destinos inimaginables, de salpicarnos el camino de letreros que anuncian en letras grandes, bien luminosas: “Sigue adelante, lo estás haciendo bien”.
Hace algo más de dos años, con motivo de una de las “siembras de libros” que convoca El Club de los Libros Perdidos a través de Facebook, contactó conmigo Teresita, una profesora argentina, empleada en una escuela de secundaria en la Patagonia, para interesarse por El viaje de Pau, mi primera novela. Hacía unos meses que la había (auto)publicado y en aquel momento lo que más deseaba era conseguir lectores. El caso es que la conversación fue muy agradable y sentí el impulso de regalársela en versión digital. Ella me agradeció sinceramente el gesto y me adelantó que les hablaría de mí a sus alumnos, convencida de que les haría mucha ilusión ese contacto con un autor español.
Después de aquello me escribió un par de veces para saludarme y decirme que iba leyendo la novela al ritmo que sus tareas le permitían. Una comunicación tan o tan poco extraordinaria como otras que mantengo con la buena gente que he ido conociendo gracias a Internet.
Lo verdaderamente extraordinario empezó a suceder hace un mes, justo después del Día del libro/Sant Jordi. Teresita volvió a escribirme para hacerme una propuesta en la que había estado pensando largamente: colaborar en un proyecto educativo que llevarían a cabo los estudiantes de cuarto de su instituto, el Colegio Nº723 Puerto Argentino, ubicado en Comodoro Rivadavia, una de las ciudades más importantes de la Patagonia.
Podéis imaginar mi cara de sorpresa. ¿Por qué alguien en la otra punta del mundo querría interesarse por mis textos? Pero es que no sólo era eso: los dos cursos de cuarto de la especialidad de Comunicación (equivalente al cuarto de ESO en España) iban a estudiar mi actividad literaria, lo que escribo aquí, en ‘la recacha’, y a preparar una entrevista.
Hoy lunes, 23 de mayo, según me ha ido avanzando Teresita, tienen previsto empezar con la grabación de las preguntas en vídeo, que me enviarán por email para que yo las conteste.
Un total de 58 chicos y chicas de 15-16 años, dirigidos por las profesoras de Lengua (Teresita) y Fotoperiodismo (Viviana), llevan semanas leyendo y analizando algunos de mis relatos, informándose sobre mi carrera periodística y literaria, y preparando las preguntas que van a hacerme. Y yo no soy más que un escritor independiente que (como dirían en Argentina) recién empieza.
Soy absolutamente sincero si os digo que de todas las cosas buenas que me han pasado durante estos tres años, ésta es la que más ilusión me hace. No por la repercusión, ni porque vaya a suponer un empujón al recorrido comercial de mis libros, ni porque me vaya a proporcionar notoriedad en el sector editorial. Al aceptar esta colaboración no he pensado en ninguna de esas cosas.
Yo doy clases de refuerzo escolar a adolescentes como los que estos días están estudiando mi obra (cómo suena eso…). Sé lo difícil que es que se motiven con las tareas lectivas. No sé cómo funciona el modelo educativo en argentina. Por lo poco que me he informado, parece que es uno de los más eficientes del mundo, pero ya sabemos que una cosa son las estadísticas y otra la realidad. De lo que estoy seguro por mi experiencia personal es que buena parte de los jóvenes no encuentran la motivación que nunca debería faltar en la escuela.
La sensación de pérdida de tiempo, de no saber qué objetivo tiene pasar horas escuchando explicaciones aburridas y hacer deberes/tareas/trabajos nada estimulantes, es una de las cosas más tristes que se me ocurren. A esas edades todo debería ser interesante, estar enfocado a extraer la capacidad creativa y a desarrollar el sentido crítico. La escuela no puede ser un ámbito gris, debe ser lo contrario a sentir que uno está perdiendo el tiempo.
Por eso percibir el entusiasmo agradecido de Teresita, el de sus colegas docentes y, sobre todo, el de sus alumnos, vale más que cualquier reconocimiento literario.
Mi interlocutora me cuenta casi a diario los avances, anécdotas simpáticas, la implicación de toda la comunidad educativa, tanto del Colegio nº723 como de la Supervisión de escuelas de la ciudad, y me refiere en cada mensaje ese entusiasmo, el interés con el que están trabajando los chicos y lo positivamente que ello repercute en su rendimiento académico.
![Desde la Patagonia, con amor Carta alumnos Colegio Nº723 Puerto Argentino](http://m1.paperblog.com/i/380/3801819/patagonia-amor-L-F46zny.jpeg)
Sé que es así, no sólo porque me lo explique ella, sino porque tengo pruebas de ese entusiasmo. Hace unos días prepararon una carta para invitarme formalmente a participar en el proyecto. Entre otras cosas, me escriben: “Queremos decirle que nos sentimos felices por ser parte de este encuentro, que estamos trabajando con mucho interés, que estamos leyendo los textos que nos eligieron para analizar, y por momentos nos sentimos ansiosos porque queremos que todo salga bien”. También me dicen que les encantaría conocerme en persona. Y a mí. Ojalá se dé esa oportunidad.
Pero eso no es todo. La semana pasada Teresita me envió los montajes fotográficos que comparto en este post. Son obra de sus alumnos. Me maravilla esa capacidad creativa con la que demuestran el agradecimiento por compartir una experiencia tan bonita.
![Montaje alumnos 4º2ª Colegio Nº723 Montaje alumnos 4º2ª Colegio Nº723](http://m1.paperblog.com/i/380/3801819/patagonia-amor-L-kshQKF.jpeg)
![Montaje alumnos 4º1ª Colegio Nº723 Montaje alumnos 4º1ª Colegio Nº723](http://m1.paperblog.com/i/380/3801819/patagonia-amor-L-OaSA0m.jpeg)
Gracias a mis libros y a la implicación de gente estupenda he vivido muchos momentos inolvidables en estos últimos años. Los que recuerdo con más cariño seguramente son la presentación de El viaje de Pau en Bielsa y de Con la vida a cuestas en Babia. Esta experiencia, aunque sea en la distancia, tiene implicaciones que van más allá de la emoción del momento.
Comodoro Rivadavia es la capital petrolera de Argentina. Una ciudad de unos 180.000 habitantes cuya prosperidad depende del mercado petrolífero. Es decir, cuando el precio del barril está alto, las cosas van bien, pero cuando, como ocurre ahora, se vende barato, llegan los problemas.
Me explicaba Teresita hace un par de semanas que había habido una huelga general en la ciudad porque las empresas petroleras habían empezado a despedir a trabajadores ante la reducción de su actividad en la zona. Anteriormente ya me había contado que el instituto se encuentra en un barrio humilde y que, por tanto, sus alumnos viven situaciones familiares diversas, algunas complicadas. No puedo evitar pensar que quizás algunas de esas familias se hayan visto afectadas por los despidos.
En España sabemos bien qué significa estar inmersos en una crisis socioeconómica. No llovida precisamente del cielo, no causada por la mala suerte. Sus responsables tienen nombres y apellidos, pero no me voy a poner con ello ahora. Buceando por el blog encontraréis docenas de artículos sobre el tema.
Lo que quiero decir es que saber que esos chicos y chicas forman parte del mundo real, del que sufre las consecuencias de las decisiones de los poderosos, que sus familias trabajan duro para proporcionarles un futuro, me acerca más a ellos. Si leer mis relatos, estudiarlos y preparar una entrevista les ofrece un motivo para aprovechar el tiempo que pasan en la escuela, si va a ser una experiencia que recuerden con cariño, como algo que valió la pena, yo me siento más que satisfecho. No podría imaginar una razón mejor para hacer lo que hago.
Soy un convencido de que la salvación de la humanidad (no en un sentido religioso) sólo puede pasar por el acercamiento entre las personas, a un nivel primario: el contacto directo entre los de abajo, los que formamos parte de ese mundo real que tan a menudo parecen olvidar quienes se mueven por las altas esferas. Los cambios reales tienen que empezar necesariamente desde la base, la que integran las gentes humildes de todos los rincones del planeta, sea cual sea su nacionalidad y su cultura.
Quiero creer que esta colaboración tan hermosa con el Colegio Nº723 Puerto Argentino es un paso, muy humilde, en esa dirección. Entre tanta codicia, odio y destrucción como asolan el mundo habrá que dar muchos pequeños pasos y plantar muchas semillas.
Gracias, amigos argentinos, por esta oportunidad para avanzar juntos.